Solo Una Noche [#1 Trilogía Infierno] romance Capítulo 34

DANTE

Sigo escuchando cuando nombra algo que le había enviado. Había mandado a Franco, a que le entregara unas cosas que en algún momento le compré, unos días atrás. Pero por decidía mía no se las había dado antes.

También estuve un poco confundido ese tiempo, desde entonces ella estaba provocando muchas sensaciones extremas en mí. Algo muy fuera de lo normal, algo que nunca había sentido. Es más yo no sabía lo que era sentir, lo único que había sentido era mi pene como se movía de excitado por cualquier mujer,. Pero eso también había cambiado, ya ninguna despertaba nada en mí, en absoluto, solo mi fiera de ojos esmeralda. Ella era la única, y dueña de mi miembro y todo lo mío, supuestamente todo…

Malditamente era un cabron, porque la quería tener siempre conmigo. No sé si podía llegar a ofrecerle una vida como ella se lo merecía, pero aún así estaba dispuesto a arriesgarme, hacerla mía. Pero esta vez ya no sería solo una noche, sino cada noche de nuestras vidas.

Estaba pensando traerla conmigo a vivir, pedirle que se casara conmigo. Se que era algo absurdo, yo el Diablo, ¿tener un compromiso y sentar cabeza?. Era estúpido, pero era más estúpido dejarla ir.

Y porque me importaba, la quería a mi lado, y para mi solo, la única forma era esa. Hacerla mi esposa.

Ya había tomado la decisión, estaba por decirle a Iván y al otro par de idiotas. También necesitaba su ayuda, no sabía por dónde comenzar, no sabía ni que hacer, se que se le debía pedir, pero no sabía cómo. Por eso les dije que quería mirarlos más tarde donde acostumbramos a juntarnos para tomar unas bebidas.

Después de que ella dice todo lo que le regale, llega a la mejor parte.

— ¿Ya encontraste el regalo especial? — pregunte.

— ¿Ha que te refieres con especial? — responde con una pregunta, pero su voz se escucha con timidez.

Esta nerviosa.

— Es especial para mí, porque es la prenda con la que te quiero ver puesta cuando regrese. — intento sonar con picardía.

— ¡A caso estas loco! — levanta la voz — No me pondré eso.

Ya lo había visto, pero no se había atrevido a responderme.

— ¿Por qué no?, ahora eres mía y quisiera verte todo el mayor tiempo posible con algo así, mientras me espera recostada en mi cama.

— ¿Te refieres a que solo para ti? — dice tímidamente.

— Por supuesto, para quien más podría ser. Tu eres mía, y nadie que no sea yo puede verte en un sin casi ropa o desnuda. Fuera por mí ya te tuviera encerrada en mi habitación, sin dejarte salir para que solo pueda verte yo.

Tal vez sonaba posesivo mi comentario, pero era lo que más deseaba, tenerla solo para mí. No quería que nadie más la mirara y mucho menos la llegara a tocar.

— Tú estás loco, jamás dejaría que me encerraras en un cuarto, me prohibieras de mi libertad. — se escuchó un poco molesta.

— Lo sé, por esa razón me he detenido a no hacerlo, porque prefiero tenerte por tu voluntad, que a la fuerza. Quiero que me desees y grites de placer porque tú lo quieres y lo deseas, no por obligación. — confieso — Yo nunca sería capaz de obligarte hacer algo así. Se que en el pasado fui muy terco y muy desgraciado contigo, al querer tenerte, pero nunca me hubiese perdonado si me hubiera sobrepasado contigo. Además no es necesario, tengo el don de llevarte hasta el éxtasis y volverte loca de satisfacción — suelte, sonrío aunque ella no me pueda ver.

— Eres muy pretencioso y engreído — resopla en la bocina. — Me pondré cualquier disfraz, camisón o hasta baby doll y cualquier prenda provocadora. Pero que solo sea en privado para ti.

— ¿Y me bailaras? — digo emocionado — Un privado exclusivo, solo por ser yo.

— Tú habías dicho que no te gustaba que bailará.

— Sí, pero en ese lugar, enfrente de todos esos malditos, que casi te comían con la mirada — gruño molesto.

No quería recordar aquello, me ponía de malas que mi mujer estuviera en ese escenario bailando para todos esos cabrones. Me hervía la sangre del coraje de solo recordarlo.

Ya era mi mujer, y no iba a dejar que volviera a ese sitio.

— No sé, déjame pensar...

— No lo pienses mucho. Te tendré una gran y generosa recompensa al final — enfatizo en "gran" y "generosa" para darle entender a que me refería. — Y espero que ya no regreses a ese lugar a trabajar, ya hable muy seriamente con Julie, sobre ello.

No dice nada, solo se escucha su respiración y como suspira muy hondo. Se que tal vez le haya molestado, pero esta vez no discutió conmigo.

Tenia que dejarle claro que ya no iba haber club nocturno para ella, es más no necesitaba trabajar, solo debía ocuparse de  sus estudios y nada más.

Se que le había gustado mi obsequio. Y más me gustaba a mí, ya me la imaginaba recostada en mi cama, vestida con ese disfraz sexy de enfermera. Era una de las tantas fantasías que tenía con ella. Y estaba muy ansioso por cumplirla muy pronto. 

Quede de verme con el trío de chiflado de mis amigos. Estaba intentando bajar un poco la inquietud y lo que mi cabeza me pasaba una y otra vez. Tome la botella de whisky y un vaso para así dejarme caer en el sofá.

Entra Iván haciendo presencia son su extraño caminar, y se deja caer en el otro sofá que se encontraba frente a mí.

— Y bien.. ¿qué es eso tan urgente que querías hablar? — lo suelta en cuanto toma asiento.

— Es sobre Lilli — digo como si nada mientras tomo de whisky.

Frunció el entrecejo y entrecierro los ojos mientras me miraba fijamente.

— ¿Sucedió algo? — preguntó.

— Si te refieres a algo malo, no — con mi brazo apoyado en el descansa brazos del sofá, toco mi barbilla mientras pienso como soltárselo — He decidido algo, quiero...

Mis palabras son interrumpidas por los estúpidos de Leo y Enzo, que entran por la puerta entre risas y bromas.

Idiotas.

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