Solo Una Noche [#1 Trilogía Infierno] romance Capítulo 17

DANTE

 

Seguía en Nueva York, y tenía que regresar a Italia lo más pronto posible. A terminar de resolver unos asuntos. 

 

Ya había pasado un día cuando me marché de la casa de Esmeralda, la había dejado más furiosa que de costumbre. Cada vez que la tenía cerca, la deseaba más y más, me desesperaba no poderla hacer mía, pero como no la podía tomar a la fuerza, me resistí, aún no sabía de donde salía tanta fuerza de voluntad. Si seguía negándose, tenía que actuar por mi instinto, ya que no sabía cuánto tiempo más iba a poder controlarme. 

 

Había venido a la empresa, ya me encontraba en mi oficina, mientras Edgardo se retiraba a la de el. Tenía asuntos pendientes que conversar con su hijo, información importante que tenía que entregarme, y él no estaba al tanto de ello. Y tampoco quería que lo supiera.  

 

Sabía que ya tenía información de Lionel Bachman, hasta que no resolviera ese problema, no iba a poder concentrarme en nada más.  

 

— Pasa — dije al el escuchar que golpeaban la puerta, intuía que era Iván. — ¿Qué encontraste? 

 

Lo solté en cuanto entró al despacho, mientras me encontraba sentado en la silla frente al escritorio.  

 

— Lionel Bachman Rutherford, su padre es alemán y su madre de origen escocés, 52 años, al parecer hijo único, ni esposa e hijos. Sus únicos familiares eran sus padres, pero hace un par de años fallecieron, no hay absolutamente nada, solo que tiene una amante. Pero no creo que le importe si secuestramos a su puta oficial. — finaliza. 

 

Lo veo desconcertado, no podía ser que no encontraran nada, algo debía esconder, debía tener algo que fuera su punto débil.  

 

— No lo creo, debe haber algo — mascullo — Algo me lo dice que él esconde algo, no puede ser que no tenga un punto débil.  

Teníamos que buscar más, llegar hasta el fondo y dar con el problema que iba hacer mi puto beneficio.  

 

— Pues no lo hay — dice el tonto de mi amigo, mientras toma asiento. 

— No me importa lo que tengas que hacer, pero quiero que encuentres algo — digo molesto — Mueve tierra o mar para encontrar algo que nos ayude, para así poder dar el golpe. Debe tener su talón de Aquiles, como todos.

 

Me pongo de pie para ir hacia la mesa donde tengo el whisky y tomo un trago, quería bajarme el coraje, eso me ayudaba en algo. Mi amigo me reprendió con la mirada y yo solo lo ignore.  

— Hay algo más importante que tengo que informarte — dice — El tipo tiene mucho poder, esta muy bien parado con los policías y personas de negocios, tiene mucha gente comprada y no solo eso. Su organización esta aliada con la mafia de Asia y la otra parte de Europa. Quiere decir que su territorio es más amplio que el nuestro. 

¡Demonios!, no podía creer que alguien fuera  más poderoso, que nuestra organización, nosotros éramos los segundos ya que los primeros eran los malnacidos rusos. 

— ¡Maldita sea! 

— Te recomiendo que tengas más cuidado tú, ya que tienes a esa chica y la estás arriesgado a que le hagan algo. Te recuerdo que ellos la tienen de ganar y nosotros de perder, por ello. 

 

Tenía razón, como la mayoría de vez, siempre acertaba con algo. La estaba poniendo en peligro, debía asegurarme de que estuviera bien, o más bien eso no debería de importarme a mí.  

 

— Y yo te recuerdo a ti, que solo es sexo lo que quiero con ella, ni más ni menos, más que eso, así que si le hacen algo, ya no sería de mi incumbencia, — enfatizó. 

 

Le doy otro trago al vaso, que contenía whisky y enciendo un cigarrillo, haber si eso me ayudaba en algo. Ya que no estaba funcionando la bebida. 

 

— ¿Qué no lo habías dejado? — hace su estúpida pregunta, lo fulminó con la mirada, y él solo niega con la cabeza — Esta bien, no diré nada — responde irritado — Volviendo a la chica, si es así como dices, ¿entonces porque no la tomas a la fuerza?, y así ya te quitas esas ganas y dejas de perder el tiempo con ella.

 

Me siento de nuevo en mi asiento y le doy una calada al cigarro.  

 

— Podré ser un maldito asesino, el mismísimo Diablo en el narcotráfico, armas y peleas. Pero nunca tomaría a una mujer en contra de su voluntad, por más que lo deseé.  

— Pues necesitas terminar con eso, antes de que una inocente y su familia, corran peligro — afirma Iván.  

— Cómo te lo dije, me da igual lo que le suceda, nomas obtenga lo que quiero, la dejaré libre, solo con una noche será suficiente. — intento sonar muy seguro. 

— Si tu lo dices.. — dice sarcástico.  

 

Ni yo mismo me lo creía, esa pequeña fierecilla se había colado por todo mi ser, me estaba volviendo loco, pero no lo quería admitir, estaba llegando al punto de perder la razón solo por ella. Y la verdad lo estaba aceptando solo para mí mismo, no quería que nada malo le sucediera. Solo que no quería asegurarlo enfrente de nadie, ni siquiera de mi amigo. 

 

Necesitaba que ella estuviera segura, la mejor manera era raptándola y llevármela a Italia, aunque eso levantara sospechas. Pero era el único sitió donde estaría a salvo. 

 

Me quedé sentado en mi despacho, mirando la intranquilidad del exterior, era una vista preciosa, desde el último piso de mi edificio podía contemplar el cielo, y algunas aves volando, al igual alcanzaba a ver las calles más cercanas, donde pasaban personas, familias o parejas felices. Llevando una vida normal, yo nunca podría hacerlo, la mujer que estuviera conmigo y mucho menos e hijos; pensar en tenerlos era algo que no debía hacer, por esa razón no quería tener una familia.  

 

Era un día de esos en los que podías pasarlo con tu familia, si la tuvieras, de estar abrazado y cogiendo con una mujer sencilla, llevando una vida práctica y con problemas comunes. Pero una vida así no estaba en mis planes, ni aunque la quisiera. Mi mundo no era sencillo. 

 

Aún así quería saber más de ella, que estaría haciendo en estos momentos, no dejaba de pensar en ella, siempre estaba presente en mi mente, y más cuando me encontraba en una situación de peligro. Cada mañana al despertar era lo primero que recordaba, sus bellos ojos esmeralda. Tal vez sí me estaba afectado el deseo que le tenía, quizás como decía mi amigo era necesario terminar con ello de una vez por todas y así salir de esos abrumados pensamientos.  

 

A pesar de que tenía su número de teléfono, desde que el abogado me dio la información nunca la había llamado, ni le había escrito, y no tenía pensado hacerlo. Sabía que con eso también la podía poner en riesgo, los teléfonos podían estar intervenidos. Iván y Franco se encargaban de revisarlos siempre, pero aún así no me fiaba. 

Cuando llamaba para notificar o pedir información de algo, hablaba en clave, siempre era precavido.  

 

— Estado. — era una manera de preguntar, para saber información de ella. 

— En orden, la gatita sigue en casa. 

Había sido una forma en clave de llamarla. Pero para mí era como una felina, una gatita. 

— Perfecto, en unos minutos más recibirán unas indicaciones de lo que van hacer. 

— Así se hará en cuanto nos indiquen. — responde el guardia que tengo a cargo de vigilar a Esmeralda.  

 

Me quedé más tranquilo, al saber que seguía en su casa. Con todo este asunto, me estaba volviendo más loco. Lo bueno de esto es que me había adelantado a ponerle vigilancia. Pero ahora necesitaba cambiar un poco las órdenes. Debía decirles que la protegieran, que más que nada fueran sus guardaespaldas, pero sin que ella se diera cuenta. 

 

De esa manera no podrían hacerle daño. Tenía que pensar muy bien los próximos movimientos para mantenerla a salvo. Debía hacerlo, aunque lo negara enfrente de mis colegas. Yo la había arrastrado a mi infierno, y quizás la estaba poniendo en peligro, por esa razón tenía que pensar antes de tiempo. Así que mi deber era protegerla. 

 

Intenté concentrarme en lo que tenía pendiente, debía llamarles a los demás aliados y tenerlos a todos informados de lo que se avecinaba con los Alemanes. Era mi deber como líder de la mafia italiana y como encargado de la organización de todo el continente europeo.  

 

Termine con los asuntos que tenía planeados, aunque todavía me faltaron algunos. Me fui al hotel en donde me quedaba, que al igual era una de mis posiciones. Necesitaba descansar, me quedaba en una de las suites que era la más grande y que fue hecha por órdenes mía.  

Era un buen día, soleado, pero ni mi cabeza ni mi vista estaba para aguantarlo. Cerré las cortinas y me acosté, me sentía exhausto, pero no me pude dormir. Por más que estuviera cansado no podía nunca descansar, siempre había sido una agonía para mí, el no dormir. Sabía que mucho menos lo iba hacer ahora, con tantos problemas que estaban por venir. 

 

De repente me llego el recuerdo el día que estuve encerrado en un cubículo de baño, con ella. Tenerla así de cerca, tocarla y besarla. Me hizo pensar en cómo sería dormir con ella en la misma cama, tenerla entre mis brazos, y no soltarla. Poder dormir juntos toda la mañana, y una parte del día.  

 

Estaba completamente perdido, al pensar esas cosas. Nunca había competido la cama con ninguna mujer. Al parecer estaba delirando con esos pensamientos.  

 

El hombre duro y frío que nunca se había preocupado por nadie, estaba conociendo en carne propia, lo que era vivir sin vivir.  

 

El hombre que un día juró nunca perder la cabeza por ninguna mujer, que nunca sentiría nada que no fuera deseo. Estaba cayendo como un idiota, ante esos preciosos ojos, una rubia pequeña, pero feroz.  

 

No podía entender la razón del porqué, si aún no la había hecho mía, ni una sola vez. Quizás era un capricho como dijo Iván, pero algo me decía que era más que eso, ya que nunca en la vida, ninguna mujer me había hecho sentir algo como ella lo estaba haciendo.  

 

Entre tantas mujeres que me había cogiendo, ninguna despertó nada que no fuera más que placer, y esta pequeña con solo verla y tocarla ya me tenía prendido, atado a su belleza y su carácter nada fácil. Quizás era eso lo que me idiotizó. Pero todo en ella me gustaba, me volvía loco, hasta perder el control. 

 

La foto que me entrego Charlie con la información de ella, la traía en mi cartera. Si mis amigos se enteraran de ello, dirían que estoy enamorado. Yo no lo describiría así, nunca he sentido ese sentimiento, pero no creo que lo esté. Era más que nada por tenerla cerca para calmar mis instintos salvajes, que tenía hacía ella. No voy a negar que en algunos momentos me masturbe viéndola, y recordando cómo la tocaba. Era más que nada deseo, posesión. Eso era. 

 

Yo mismo me llegue a preguntar, porque no la compraba y la obtenía a la fuerza. Sentia que cada vez estaba lejos de mi alcance. A pesar de poder pagar y tener tanto dinero, para que me la trajeran en cualquier momento que quisiera, con solo tronar los dedos podía tener lo que quisiera, hasta a ella. 

 

Pero había algo en mi que me decía que tenía que hacer las cosas correctamente, nunca forzar nada. El maldito Diablo se estaba ablandando por una hermosa criatura, una que ni ella sabía lo que estaba provocando en mí.  

 

En el fondo sabía que nada bueno podía traer esto, si esto se me salía de las manos y en realidad fuera más que deseo, sabia que nunca estaría preparado para tener una relación normal. Era consiente de que si ella fuera parte de mi vida, tarde o temprano se cansaría de mi infierno. Ella no se merecía vivir en un mundo así, lleno de peligro, donde le podrían hacer daño en cualquier momento. Eso me llenaba de cólera. El que solo le pusieran un dedo encima, me enfurecía, con solo pensarlo. 

 

No dejaría que la lastimaran, no quería que viviera en mi mundo, pero tampoco quería alejarme de ella. ¿Qué podía hacer?, si cuando la tenía lejos, más la quería a mi lado. 

Después de pensar todo eso en mi mente, llegué a una decisión definitiva. Había aceptado que mi deseo era mucho más que una sola noche. La quería tener conmigo, y hacerla mía completamente, en todos los aspectos. No estaba dispuesto a nunca soltarla.  

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Solo Una Noche [#1 Trilogía Infierno]