Peligrosa 21+ (COMPLETA) romance Capítulo 4

Pía Melina.

Aprecio la blanca nieve impregnándose en las calles, manteniendo los suelos húmedos y resbalosos. Mientras los temblores de mis manos, el sudor acumulándose en mis manos, junto al calor avasallador que me atraviesa, provocando que se activen esas molestas pero maravillosas mariposas en mi vientre, casi llegando al punto de expulsar no desayuno irlandés.

Pego mi cabeza a la ventana apreciando como mi aliento empaña la fría ventana del Uber, a la vez que puede percibir los fuertes latidos de mi corazón en mi oído.

Muchas personas dicen que el primer amor siempre es el más hermoso, sencillo u especial; es cuando sientes esas molestas mariposas que solo saben llevarte a un estado de ansiedad intenso del cual se te complica salir a menos que llegues a ver a la persona que amas; tus manos sudan por la anticipación de ver esos ojos, tocar su cabello e incluso escuchar su masculina voz pronunciando tú nombre. Es una situación perfecta cuando sabes que esa persona te corresponde; sin embargo, llega a ser bastante dolorosa cuando en realidad la otra persona no siente lo mismo, o cuando no eres capaz ni siquiera de destrozar la amistad queriendo arriesgarte a saber sí siente algo o no.

Desde que tengo uso de memoria Ethan Miller y yo hemos sido amigos; estoy segura que desde el jardín de niños más o menos; yo como siempre fui muy carismática, buena, dulce y con un corazón enorme con espacio para cualquier ser vivo que existiera. En cambio, Ethan era diferente; podía ser frío con muchos pero en el fondo siempre ha tenido un corazón de oro que muy pocas personas pueden conocer.

Juntos hemos vivido millones de anécdotas insuperables, vivencias, momentos y situaciones en las que solo se reforzaba mucho más nuestra amistad; siempre hemos sido inseparables hasta tomamos la misma universidad, solo que con carreras distintas.

El castaño deseaba ser fotógrafo o abogado; carreras realmente diferentes pero muy hermosas a su manera; ¿Cuál de las dos escogió?; Todavía no estoy segura ya que justo el 4 de abril del 2017; justo el día de mi cumpleaños 18, se marchó a Italia, específicamente a Roma, esa maravillosa; aunque peligrosa ciudad. Llevándose consigo mi corazón, aunque no los sentimientos que aún guardo por él.

Mi forma de superarlo era salir adelante, mantenerme fija en mis estudios de publicidad, y participando como interna en una empresa de este tipo, junto a algunos nuevos compañeros que se unían de intercambio a pasar sus prácticas en ella.

Comienzo a tamborilear los dedos encima de mi regazo, mientras muerdo mi labio inferior con nerviosismo y euforia.

Mis ojos se quedan fijos en el paisaje mientras el señor comienza hablarme de su familia o al menos pienso que es sobre eso ya que me concentro más en escuchar los latidos de mi corazón que en mantenerme atenta.

Mi pie se mueve a la misma vez que mis dedos en un tamborileo constante, la vergüenza se muestra en mis pómulos cuando el conductor con mirada emocionada y empática gira su rostro, notando lo emocionada que estoy, mostrándome una sonrisa reconfortante.

—¿Verá a alguien importante? —cuestiona con sus expresivos y rasgados ojos en mi cuerpo mientras el semáforo continúa en rojo.

—A un viejo amigo —responde, mis ojos brillan con solo la mención de esas palabras a la misma vez que mis latidos cada vez toman más fuerza como sí se me fuera a salir del pecho.

—Parece que es mucho más que un viejo amigo —subo y baja las cejas con malicia ocasionando que mis mejillas se vuelvan a sonrojar, segunda vez en el día; bajo mi mirada más que nerviosa aún con mis latidos apresurados.

—Se podría decir que sí —contesto con voz dulce.

—Un consejo que te daré muchacha —vuelve a girar su vista a la carretera llena de personas y de autos para poner en marcha el taxi.

—Dígame —pronuncio con mi mirada en su cabeza cubierta por una pequeña gorra de color marrón.

—Si sientes algo por ese muchacho díselo, nunca guardes tus sentimientos, más vale arriesgarse que nunca haberlo hecho —me aconseja con dulzura, yo muevo mi cabeza en asentimiento a lo que me explica.

—Muchas gracias —respondo con mucha más educación volviendo mi atención a la ventana del carro.

Pasan horas en las que pasamos por alguno semáforos, los rayos del sol dan en los rostros de todas las personas que caminan de un lado a otro con sonrisas en sus rostros, con bolsas en sus manos saliendo de algunas cafeterías.

Mi móvil volvió a sonar, haciéndome perder el hilo de mis propios pensamientos, provocando que sin siquiera tener necesidad de mirar la pantalla descuelgue y me lo lleve al oído.

—¿Sí? —mencionó, suspirando mientras juego con el pliegue de mi blusa.

—¿Todavía no has llegado al aeropuerto? —cuestiona la castaña al otro lado de la línea, brindándome la oportunidad de escuchar los suaves ladridos de Moffy, un pequeño cachorro que hallé en un callejón cuando iba caminando por Abbott Street completamente sola, justo me lo encontré pidiendo a gritos un poquito de amor y yo como siempre se lo ofrecí sin problemas—, joder Canelo estate quieto.

Una carcajada se escapó de mis labios al escuchar el nombre que le dice la mayor parte del tiempo debido a su terrible memoria y lo poco que le ha gustado el nombre que le puse al canino.

—Valeria se llama Moffy no Canelo —bujé, acomodando un mechón de mi cabello detrás de mí oreja dejando entrever un pequeño pendiente de diamante blanco.

—Me da igual, el condenado me ha destrozado otro par de Louboutin carísimos —se molesta, sacándome otra carcajada que llama la atención del conductor.

—Ya falta poco para llegar, solo aguanta un poco más que seguro y tiene hambre —respondo su pregunta, sintiendo el intenso temblor de mi anatomía al solo ver que estamos llegando a la 3211 Grant McConachie Este, Richmond, BC V7B 0A4.

Escucho como maldice junto a los fuertes gruñidos del cachorro de Pomerania dirigidos a mi amiga, solo eso relaja un poco más mis nervios.

—Bueno, apúrate o mataré a este animal del demonio —termina de decir eso para soltar otras maldiciones y colgar.

Al taxi se detiene en la ya abarrotada entrada del aeropuerto, volviendo a provocar esas mariposas que las siento más como sí fueran dragones, a la vez que abro mi pequeño monedero con calcomanías de los Minions pegadas en el, sacando un billete de unos veinte dólares.

—Muchas gracias —mostré una sonrisa cordial que el recibe con gusto.

—Tenga buenas tardes jovencita —agradece, saliendo con cuidado de aquella entrada repleta de autos que recogen familias con sonrisas en sus rostros.

«Por dios hoy vería a Ethan».pensé relamiendo mis labios por instinto.

Tomé una respiración más que profunda, llenando mis pulmones de fuerza, junto a ese aire frío que se cuela por mis huesos, erizando los vellos de cada parte de mi anatomía sin siquiera emitir un poco de esfuerzo; todo aquello antes de entrar por las grandes puertas de aquel aeropuerto.

Soy una persona demasiado susceptible, está noticia me tomó totalmente desprevenida, cosa que no podría negar por lo fuerte que latía mi corazón con cada movimiento que llevo acabo con mis ojos fijos en mi entorno repleto de familias con conjuntos rojos y blancos, gorros, guantes, bolsas Macy's y unas que otras maletas; incluyendo sonrisas de pura felicidad y emoción en sus rostros.

Mis tacones provocan un repiqueteo intenso en el suelo impoluto del abarrotado aeropuerto canadiense, millones de personas se despedían mientras otras llegaban junto a sus familiares.

Volví a la realidad fijando la vista en las puertas que se encontraban a solo unos pasos de mí. Entré con lentitud intentando que mis hormonas dejaran de hacer acto de presencia provocando un vértigo enloquecedor que me impulsa a mostrar esa sonrisa de emoción, y retorcer mis dedos.

«Inhala, exhala».pensé a la vez que realizaba el acto de calmar los acelerados latidos de mi corazón desbocado, deseoso de ver los bellos ojos avellana del castaño.

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