Peligrosa 21+ (COMPLETA) romance Capítulo 63

Dante Vivaldi.

La pequeña y delicada mano de Pía estaba entrelazada con la mía. Ella observa tranquilamente el maravilloso paisaje a través de las ventana del auto mientras yo aún con mi mirada fija en el volante me estaba muriendo de los nervios.

Sí, así como lo escuchan. Dante Vivaldi estaba nervioso y porque conocería a sus suegros. Después de aquel sexo tan relajante en aquella ducha decidimos que lo mejor sería que su madre me conociera antes de que supusiera lo que no debía sobre la no-relación de Pía y Romeo.

También estaba que Darla y Ethan venían de visita para Italiana a darnos una noticia que nos sorprendería a todos, aunque no sabían que nosotros también teníamos una sorpresa para ellos. Las calles de Roma estaba muy transitadas a estas horas de la mañana y no se podía esperar menos de una ciudad tan majestuosa.

Mi mandíbula estaba un poco tensa pero se relajo en el momento en que me detuve en un semáforo en rojo y la rubia tomo mi mentón dejando un beso cariñoso en mis labios. Cada día me gustaban más esos besos aunque aún prefería los besos llenos de pasión.

—No estés nervioso —susurro con sus ojos azules fijos en los míos de color marrón.

—¿Nervioso yo? —cuestione y ella asintió—, puff, para nada; yo nunca estoy nervioso.

—No niegues lo más evidente —aseguro ella y odie que ya me conociera más que nadie.

De un momento a otro percibí a un auto a nuestras espaldas tocando el claxon como un maldito poseso poniendo mis nervios peor de lo que ya lo estaban.

—¡Vete al diablo hijo de puta! —grite sacando mi dedo corazón en dirección al auto a la vez que ella me colocaba su mano en mi hombro.

—Tranquilo, ignorarlo —así como así la escuché cuando comenzó a hacerme unas caricias detrás de mi oreja ocasionado que aún con mi mano en el volante tomara la suya y la detuviera.

—Para —ordene serio, pero ella solo me ignoró como sabiendo lo que me provocaban aquella caricias.

Ella continuaba a pesar de que intente ponerle pare algunas veces pero está Pía que estaba sentada ahí justo a mi era mucho más atrevida.

—Si sigues así te castigaré en el asiento trasero de este auto —trate de que se asustara con aquello pero aunque se sonrojo de mordió su labio inferior acercando sus labios a mis oídos.

—Pensé que nunca lo dirías —murmuró con voz coqueta dándole un leve apretón a mi falo que ya estaba más duro que una roca, creando malestar en aquel lugar por lo ajustado que me quedaba aquel pantalón.

—Se está volviendo una chica muy atrevida —mi tono salió ronco y seductor.

—Todo es tu culpa; me has vuelto una caperucita muy mala que solo quiere comerse a este lobito —continuo provocándome hasta que no pude más y me alejé lo más que pude de la carretera para poseer un pilin de más privacidad. No permitiría que nadie viera el cuerpo de mí futura esposa.

—¿Que haces? —cuestiono al ver que detenía el auto en una carretera desierta.

—Cumplir lo que tanto quieres.

Salí del auto y después de abrir la puerta del copiloto, recibiendo el rostro desconcertado de aquella chica una sonrisa maliciosa se alzó en mis labios en el momento que la agarre con tosquedad de sus hebras rubias atadas en su cabeza.

Desabrocho su protección a la misma vez que con cuidado la ponía justo con su culo empompa en el capo del auto.

Las enormes montañas nos habían recibido y eran los únicos testigos de lo que sucedería en aquel lugar.

Mis pantalones ya se hallaban por mis rodillas al igual que mis calzoncillos; el tanga de aquella chica ya estaba echado a un lado permitiendo que mis manos se estamparan dos veces en su duro trasero, entretanto ella se mordía su labio inferior y gemía de placer al sentir aquello.

—Te has convertido en una chica muy mala —mordí el lóbulo de su oreja, bajé mis manos con cuidado hasta su entrepierna sintiendo la humedad que estaba concentrada en aquella zona.

—Soy tu maldita chica mala —jadeo cuando roce la cabeza de mi grande con su hinchado clitoris.

—No escuche bien lo que dijiste —la provoque y ella solo negó.

—No lo repetiré —me retó y para provocarla volví a rozar la cabeza de mi grande con su vulva sintiendo como sus piernas ya estaban flaqueando más de lo normal.

—Sí lo harás —reiteré pero ella negó intentando que la embistiera pero no cedería tan rápido.

Nuestras respiraciones estaban aceleradas y nuestros latidos apresurados, nuestros cuerpos calientes se rozaban entre sí, provocando sensaciones que no solo la hacían temblar a ella, también a mí.

Mi cordura desaparecía cuando de ella se trataba.

—No lo haré —se había tomado su tiempo para responder, pero no era el único que estaba apunto de morirme por la calentura y lo supe al verla tragar en seco.

—Si lo harás Caperucita —repetí el mismo procedimiento cuando sin darme cuenta vi como una de sus manos sostuvo mi miembro y solo eso bastó para que terminara perdiendo.

De una estocada me adentré en el coño de aquella rubia de ojos celestes; de mi futura esposa, pero sobretodo la madre de mis lobitos.

Sus gemidos no tardaron en salirse de sus labios carnosos y sus manos por inercia se posaron en al capo del auto intentando agarrarse de algo mientras la embestía como toda una bestia salvaje y era como me sentía en estos momentos.

—¿De quién eres?

—De nadie —me volvió a provocar como tanto le gustaba y aquello solo hizo que aumentará mis estocadas con mucha más fuerza sin dejarla que lograra respirar.

—¿¡De quién eres!?

—De... Nadie —una de mis manos se posó en su entrepierna dándole placer a su clitoris mientras continuaba penetrándola cada vez con mas fuerza mientras con la otra sostenía su cabello, obligándola a que arquera su espalda y mi verga se adentra mucho más en vulva sintiendo las paredes vaginales contraerse y sus piernas temblar con aquello.

—Lo repetiré; ¿¡De quién carajos eres caperucita!?

—De mi lobito.

—¿¡Y quien es tu jodido lobito!?

—Dante Vivaldi.

Y después de decir aquello devoré sus labios porque sabía que ya ella conocía quién era su dueño por completo.

Dos embestidas más y nuestros cuerpos envueltos por el sudor, la simple idea de que podríamos ser descubiertos y las malditas ganas que nos teníamos desde siempre estallamos en una enorme oleada de placer que nos relajo los cuerpo por completo. Dejándola a ella más exhausta que nunca.

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