Peligrosa 21+ (COMPLETA) romance Capítulo 3

Dante Vivaldi.

Deslizo mi inmensa y musculosa mano por el empañado espejo de mi cuarto de baño; aún puedo sentir el vapor de la ducha caliente en el cerrado lugar. La luz del sol se cuela por la pequeña ventana de cristal que se encuentra a mi izquierda.

La pequeña lámpara que cuelga del techo con forma de espiral negra y blanca es la combinación que resalta la elegancia.

Algunas gotas de agua se desplazan por mi robusta espalda, junto a las gotas que liberan algunos de mis mechones castaños.

Finalizo la tarea de lavar mis dientes admirando mi reflejo en el enorme espejo del cuarto de baño, apreciando mis ojos marrones llenos de ese brillo de maldad;  mis carnosos labios; mi cabello castaño despeinado, y a los tatuajes que recubren mi fuerte figura con mi piel morena por el intenso sol que se perpetua en Roma; mi país natal.

Uno de los más hermosos y exótico, pero también peligroso.

El sabor mentolado de la pasta bucal llena mi boca en segundos, mientras elimino ese sabor mañanero que desprecio; cuidando mis dientes blancos y impecables, parecidos a los de un comercial. Me tomo mi tiempo para después prepararme para enjuagar mis dientes con el agua de la pileta.

El fuerte chorro frío quita la espuma blanca que recubre mi boca, a la vez que mojo mi rostro un poco haciendo que el sueño que aún permanece en mí pase a un segundo plano.

Lavo mi cepillo, lo coloco en el pequeño compartimiento donde preservo algunos objetos de uso personal; moviendo mi cuello para sin más preámbulos encaminarme a la puerta de la habitación, sintiendo el frío colarse por la planta de mis pies descalzos debido a las losas de ónix, las cuales recubren las paredes y algunas superficies del baño.

Examino mi entorno antes de salir finalmente, encontrando un lavabo de piedra de una sola pieza con varias griferías murales en este con un Grohe Essence de doble agujero con sistema de montaje en pared; los tonos sobrios siendo los predominante en mi entorno, junto a un espejo alargado ovalado lo que le da de cierta manera una curva en el baño de manera sutil. Una puerta abatible es la que le da el toque perfecto a la estancia para ofrecer el lujo al que siempre he estado acostumbrado.

Salgo del cuarto de baño con una toalla blanca entorno a mi cintura, mientras algunos gotas de agua caen de mi cabello húmedo y despeinado.

Levanto mi mirada encontrando los ojos verdes de la pelinegra admirándome con deseo y perversión, llevándome a rememorar los acontecimientos de la noche anterior; nuestros atuendos están esparcidos por todo el suelo de la alcoba, junto a los almohadones grises que nos estorbaron en el momento de la acción.

Comprendo mejor mi entorno a pesar de la poca iluminación que está recibiendo gracias a las cortinas que recubren los grandes ventanales; admiro la decoración minimalista en blanco y negro de mi habitación, donde destaca la lámpara de techo colgante muy original, una alfombrado de rayas sobre un suelo blanco con brillo espejo; aquí cada una de las cosas que me rodean, incluyendo las mesas adheridas al cabezal de la cama son imprescindibles.

Vuelvo mi vista a la mujer que con una sonrisa maliciosa en sus labios se pone de pie mostrando cada uno de sus voluminosos atributos que sin previo aviso alzan mi prominente miembro, preparándolo para otra oportunidad.

Los poros de mi piel se abren, mis latidos se aceleran, y enviando sangre a mi segunda cabeza de tal manera que las ganas de destrozar su apetecible coño me abordan.

Desvío mi mirada a cada una de las curvaturas de su anatomía, deteniendo mis ojos en las pequeñas marcas que continúan intactas en su piel debido a mi rudeza, a la vez que disfruto ver su monte de Venus con escaces de vello junto a esos labios hinchados, deseosos de ser lamidos por mi lengua.

—Pensavi di partire senza salutare? —el tono seductor que efectúa contorneando con malicia sus caderas en mi dirección, mordiendo su labio inferior; a la vez que sus hebras negras caen por toda su espalda.

Pensavi di partire senza salutare?“¿Acaso pensabas irte sin decir adiós?”

Alzo las comisuras de mis labios en una sonrisa pervertida, al conocer los malos pensamientos que se están acomodando en su cabecita.

—Devo chiederti il permesso di andare? —inquiero con mi ceja derecha alzada, aún de pie delante de la puerta del cuarto de baño.

Devo chiederti il permesso di andare?“¿Acaso debo pedirte permiso para irme?”

Detiene su caminar cuando se encuentra a solo unos centímetros de mí, enrollando sus manos en mi cuello, dejando pequeños besos en esa zona activando mi lado salvaje y destructor.

—No, ma dovresti almeno darmi la mia buona parte di sesso mattutino, sono sicuro di meritarmelo; o no? —muerde el lóbulo de mi oreja, deslizando una de sus manos por mi abdomen marcado, para sin ningún tipo de vergüenza deshacer el pequeño nudo que sujetaba la toalla a mis caderas; impulsándome a actuar como el hombre despiadado que soy.

No, ma dovresti almeno darmi la mia buona parte di sesso mattutino, sono sicuro di meritarmelo; o no? “No, pero al menos deberías darme mi buena ración de sexo mañanero, estoy segura de que me la merezco; ¿o no? ”

De un solo movimiento coloco su anatomía en cuatro, exponiendo su vulva ya húmeda, deleitándome con una vista panorámica de su delicioso y más que prominente trasero moreno, sus abundantes pechos y su negro cabello cubriendo el tatuaje de mariposa que recubre la mitad de su espalda.

Un jadeo se escapa de sus labios por la fuerza de la acción, perpetuando en mi interior ese calor avasallador que me pide a gritos ser liberado, siendo esto evidente en los latidos apresurados de mi corazón, y mi respiración desbocada.

—Sei sicuro di meritarlo? Sei stata una brava ragazza? Perché sai già cosa succede alle cattive ragazze —sus ojos destilan deseo y excitación, muerde su labio inferior con fuerza, mientras acopla sus piernas con mejor comodidad en el bordillo de la cama.

Sei sicuro di meritarlo? Sei stata una brava ragazza? Perché sai già cosa succede alle cattive ragazze“¿Estás segura de que te lo mereces?, ¿Has sido una buena niña?, porque ya sabes lo que le pasa a las chicas malas”

Con rudeza envuelvo mi mano en su suave y enredado cabello color negro, obligándola a que arquee un poco más la espalda, entretanto con mi mano libre pellizco uno de sus erectos y sensible pezones, magreando mi dura entrepierna en su palpitante coño.

Trago en seco, moviendo mi manzana de Adán por las ganas explosivas que me embargan, pidiendo a gritos entrar en las apretadas paredes vaginales de Mara, enloqueciendo con los gemidos, los suspiros y las palpitaciones que emiten las paredes vaginales de la pelinegra, contrastando con el silencio de la alcoba.

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