Peligrosa 21+ (COMPLETA) romance Capítulo 35

Dante:

Mi vista se mantiene fija en la laptop azul Prusia que estaba encima de mi regazo con toda la información necesaria.

Me comienzo a desabotonar los primeros botones de mí camisa dejando que algunos de mis tatuajes sean visibles.  El vuelo está siendo pacífico y eso me ayuda a calmar las putas emociones que llevo atragantadas en mi garganta.

Paso la mano por mí cabello castaño sintiendo la suavidad y que todavía permanece húmedo. Quería escapar como un cobarde y me di de cuenta de que yo no soy así; aunque las emociones me estaban consumiendo de una manera sorprendente igual decidí tomar al toro por los cuernos.

Por el rabillo del ojo logró ver llegar a la azafata caminando a paso coqueto y seductor intentando llamar mi atención pero fracasando con su tarea.

—Traeme un vaso de whiskey —mi tono es frío y demandante, veo que asiente con su cara mirando el suelo de aquel avión privado; da media vuelta pero antes de que se termine de ir la detengo con una nueva orden—; ¡A la mierda todo! —exclamo cerrando el portátil de mala manera a la vez que me deshago de la chaqueta del traje mostrando como mis músculos se tensan con el movimiento; logró sentir la mirada lujuriosa de la joven ocasionando que en mis labios se cree una sonrisa de suficiencia—, tráeme la botella completa; la necesito para lo que se viene.

—Por supuesto mi ... —la castaña no logra terminar de hablar cuando un grito arrollador provoca que me cubra mis oídos por inercia y otras sonrisa maliciosa se cree en mis labios.

—¿¡QUÉ MIERDAS HAGO AQUÍ!? —la veo posarse en frente de mi con su ceño fruncido y las manos en sus cintura esperando una respuesta; paso la mano por mí cabello acomodando con cuidado algunas hebras que se han liberada y le enseñó una de mis sonrisas pícaras haciéndole una señal a la azafata para que busque lo que le pedí.

La joven asiente y sale a paso apresurado de aquel lugar acomodándose su vestimenta de firma monótona.

—¿Acaso no fuiste tú la que quería que te trajera conmigo? —cuestiono con mis ojos fijos en los de ella y pasando mi lengua por mis labios incitando a que su mirada se detenga en ese lugar haciéndola tragar en seco.

—¡Nunca en mi sano juicio sería capaz de pedirte algo así —me señala con su dedo y yo solo abro la botella aproximandola a mis labios.

«Necesito esto para que me dé fuerzas»

—Pues bien que lo pediste, haz memoria —le digo de forma calmada con mi corazón latiendo a mil por hora cuando la veo morderse los labios de una manera no muy delicada.

—¡Cállate imbécil! —exclama con molestia y todavía continua con la misma pose en frente de mi—, ¡joder que dolor de cabeza!

—Oye que la que quería venir eras tú, así que a mi no me eches la culpa que en ningún momento te obligue a que vinieras; incluso hiciste tus maletas y todo —señalo las bolsas que ella misma preparo, ocasionando que se horrorice más todavía.

Unas carcajadas se liberan segundos después de haberme dado algunos tragos de alcohol, a la vez me pongo de pie haciendo que retroceda, intentando alejarse de mi; ocasionado que me de una punzada en el corazón.

«¿Qué diablos me sucede?»

Esa pregunta no deja mi mente.

—¿Qué es tan gracioso? —cuestiona un poco nerviosa y lo puedo asegurar cuando su pecho comienza a subir y bajar de una manera exagerada, se muerde su labio e intenta acomodar un mechón invisible detrás de su oreja.

—El solo hecho de que te hallas lanzado a mi diciendo que quieres venir conmigo para después echarte atrás  —noto una pizca de decepción en sus ojos pero simplemente la ignoro; el alcohol siempre ha despertado mi lado de cabrón.

—¿Pero yo no....? —interroga con su mirada gacha.

Parece hacer memoria cuando toma asiento consternada con sus ojos cerrados. Sus mejillas se sonrojan, a la vez que abre sus ojos mirándome con la vergüenza plasmada en sus fracciones.

—¡Mierda! —es lo último que dice después de recibir la pastilla que se traga sin dudar.

Me vuelvo a sentar en el asiento que está al lado izquierdo de la ventana y acerco la botella a mis labios sintiendo el líquido amargo bajando por mí garganta; estoy tan acostumbrado a su sabor que ya mi cara no articula ninguna mueca de molestia o ardor.

—Entonces —dice con las manos en su cintura de nuevo recobrando la compostura.

—Entonces, ¿Qué? —cuestiono ya un poco con mi mano libre cerrada en un puño soportando las ganas de empotrarla en aquel lugar.

—¿Por qué me has traído? —pregunta y hasta yo me lo cuestionó.

¿Por qué la he traído?

Me pregunto a mi mismo acercando la botella a mis labios con calma mientras continúo observando a todos lados menos a su diminuto cuerpo.

—No sé —contesto de manera sincera y honesta.

—¿Qué no sabes? —cuestiona liberando un resoplido de molestia y pasando sus manos por su cabeza mientras camina de un lado a otro; yo solo mantengo mi mirada en su cuerpo—; me drogas, me secuestras, luego dices que no quieres nada conmigo y para colmo no sabes porque me tienes aquí... En serio cada vez me doy cuenta de que la idea que tengo de ti es la más acertada.

Sus palabras me molestan y puede que en cierto modo tenga razón; al principio quería huir como un cobarde; sin embargo, recordé que mi padre nunca me enseñó a temer a nada por muy confuso que pareciera; así que por un impulso le había preparado un desayuno que contenía una droga para dormirla y lograr meterla en el avión; la cosa era que no había hecho plan para saber que haría después con ella. Por primera vez en mi vida esto se me estaba yendo completamente de las manos y me estaba llevando al borde de un abismo sin fin donde me perdía con imágenes de las cosas que le haría.

De pronto el alcohol ocasiono que mi cuerpo trabajara por inercia. Me levanté dejando la botella en la mesita que está delante del asiento y me detengo a unos centímetros de ella sintiendo el latido de mi corazón; mi garganta se secó llevándome a tragar buscando un poco de saliva, mis manos fueron a parar a la cintura de Pía.

Sus ojos estaban abiertos como platos y veía su pecho subir y bajar en busca de algo de aire, se pasó la lengua por sus labios intentando mojarlos, provocando que con solo esa imagen mi miembro viril se levantara. Posó sus manos en mi pecho intentando alejarme de su cuerpo pero su fuerza no superaba a la mía.

—¿Qué haces? —cuestionó con voz nerviosa y jadeante.

—Ni yo mismo lo sé —mi voz sale ronca y seductora entretanto dejo mi mano detrás de su cabeza acercando sus labios más a mí.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Peligrosa 21+ (COMPLETA)