Peligrosa 21+ (COMPLETA) romance Capítulo 30

Pía:

El transcurso en taxi junto a Ethan fue mucho más incómodo de lo pensado, jugueteó con el borde de mi conjunto más que nerviosa mientras muerdo mi labio inferior y nos encargamos de subir juntos los escalones de mi edificio en completo silencio.

Millones de pensamientos cursan por mi cabeza en el pequeño trayecto en el que saco las llaves de mi bolso; acariciando el pompón rosa que cuelga de este, junto a mi inicial como adorno añadido.

Suspiro, el sentir esta incomodidad de no saber qué hacer, o este silencio que se vuelve cada vez más que molesto me saca de mis casillas porque nuestra amistad de alguna forma se está jodiendo más de lo debido después de creer que nada sería así, después de prometerme que no dejaría que nada cambiara.

—Pía yo...

—No digas nada Ethan; no ahora —suplico, necesitando de toda mi fuerza de voluntad para no terminar llorando como una jodida debilucha porque de cierta forma estoy dejando que esta situación me sobrepase.

«Soy fuerte»

No sé cuantas veces en el viaje me lo repetí, y es que... por más que quiera dejar de martirizarme y sentirme jodidamente culpable por el simple hecho de que no puedo sacarme a los dos castaños de la cabeza, ni el daño que le podría causar a Darla con esa decisión estúpida; además, el cómo perdería mi dignidad si me dejo pisotear de esa manera cuando la joven rubia a entrado en mi vida con una actitud dulce y comprensiva.

«No, yo no soy así»

Relamo mis labios con la respiración un poco agitada por la caminata, a la misma vez que nos detenemos en la puerta de mi apartamento.

Lo escucho maldecir y estoy al tanto de lo que esta por decir.

—Debemos hablar de lo que esta sucediendo Pía —reitera, aumentando los nervios que no me abandonan y es que estoy al tanto de todas las conversaciones que tenemos pendientes como cuando carajos empezó a sentir todo eso por mi y él porque no tuvo la iniciativa; sin embargo, no estoy deseosa de querer echarle más sal a la herida porque el tal vez no existe, el pasado ya no está y solo queda el maldito presente donde él está comprometido con una mujer maravillosa.

—Estoy al tanto de ello Ethan —mi tono suena tan frío que maldigo por dentro, pero sabiendo que debe ser así.

Acerco la llave de plata a la cerradura de la puerta, sintiendo la intensa y algo incomoda mirada del chico de ojos avellana, intensificando esa sensación de nerviosismo en mi interior, algo más que evidente que me es imposible ocultar.

—Deja de mirarme así por favor; me pones nerviosa —comento girando mi cuerpo y quedando a unos poco centímetros de distancia de Ethan; logrando percibir su aroma a hierba buena con un poco de menta.

Me muestra una dulce sonrisa que combina con el brillo que ilumina sus pupilas de una forma poco común que acelera mis latidos.

—Lo siento, pero a dónde quieres que mire si la puerta a la que entraré será está —contesta dándome una razón lógica que me hace boquear como un condenado pez.

Me giro de manera apresurada provocando con aquella acción que mi cabello, se estampe contra la cara del joven, azotando su mejilla en el acto.

—Lo siento —paso mi mano por su cara rojiza con mis mejillas sonrosadas, mi voz saliendo en apenas un susurro y la disculpa plasmada en mis fracciones.

«Joder»

—Tranquila Pí —sus palabras me calman, pero lo veo con el rabillo de mis ojos como se sigue pasando la mano por su cara que se torna de un color morado claro.

La puerta se logra abrir; permitiendo que Moffy salga desprendido en mi dirección moviendo su cola de manera desesperada.

—Ya estamos aquí —lanzo el bolso encima del sofá junto a las llaves y mi cuerpo—, estoy exhausta.

Dejo que el pequeño cachorro se acople mejor encima de mi regazo, acariciando su peluda cabecita mientras disfruta más que emocionado.

—¿Quieres un café para poder comenzar nuestra charla? —cuestiona el castaño rascando su nuca nervioso.

—Ve preparándolo en lo que me doy un baño y me cambio de ropa; ¿Te parece?

—Claro —da media vuelta y me deja sola en aquella sala.

—¿Qué mierdas me está pasando? —me digo a mi misma relamiendo mis labios, besando la pequeña cabeza de mi cachorro que salta al suelo volviendo a su camita mientras, voy levantándome del enorme sofá, a la vez que me dirijo al pasillo donde está la puerta de mi habitación.

Mis ojos están atentos en el suelo de alfombra de mi apartamento. Mis pensamientos están yendo de aquí para ya; a veces Dante permanece en ellos de una forma permanente; en otros intervalos está Ethan volviendo con sus cosas dulces y atentas, además de que descubriera su amor correspondido; ¿Por qué tuve que darme cuenta tan tarde?.

Quizás sí lo hubiera sabido antes la que se estaría casando con él sería yo; siempre pensé que estaríamos destinados el uno para el otro; sin embargo, estoy sintiendo que nada es lo mismo; mi vida está cambiando más que nada. Desde que aquellos dos intrusos llegaron a mí vida me siento en una tormenta interminable de emociones raras e indescriptibles.

Me deshago del vestido, quedando completamente desnuda para sin darle mucha rienda suelta a mis pensamientos entrar con rapidez al gran cuarto de baño, adentrando todo mi cuerpo en la ducha. Coloco mi mano en la pililla abriéndola, recibiendo las gotas calientes del agua cristalina cómo impactan en mi cuerpo refrescándome por completo, humedeciendo mis hebras rubias.

Tomo el jabón líquido, extendiéndolo por mi esbelta figura eliminando toda la suciedad que todavía siento colándose en mis poros. Ofrezco la oportunidad de sentir cada pequeña caricia que el agua me ofrece porque lo necesito, necesito ordenar la tormenta de sentimientos que tengo en mi cabeza, volviéndola un lío. Minutos después enrollo mi anatomía en la suave toalla de fibras, mientras libero un suspiro de molestia.

Abro la puerta con la mirada baja, tarareando una de mis canciones más amadas de Selena Gómez, y tamborileo los dedos en mi regazo feliz, hasta que al levantar la mirada me quedo estática al ver el cuerpo de Ethan justo a solo unos pasos de mí mirándome de una manera bastante rara que me desconcierta.

Levanto una de mis cejas, mordiendo mi labio inferior por inercia ante los nervios que me vuelven a abordar, junto a mis latidos apresurados y mi respiración errática.

—¿Qué haces aquí? —cuestiono aferrando mis manos al nudo de la toalla, sintiendo como mi cabello gotea.

Sus ojos tienen una pizca de algo que no logro entender por completo, pero me está dejando bastante extraviada. No sé si moverme o echarme a un lado, por tal razón me quedo estática sin decir o hacer nada.

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