Peligrosa 21+ (COMPLETA) romance Capítulo 23

Pía Melina.

El tiempo mientras más estás en calma queriendo que no se apresure es cuando más rápido transcurre. Coloco un mechón de mi cabello dorado detrás de mi oreja mientras le propino una mordida a mi hamburguesa.

Después de la charla entre la rubia y yo paramos en un McDonald a alimentar mi estómago a falta de comida. Valeria se nos sumo al pequeño viaje ya que como toda metiche nos suplicó que la pasáramos a buscar que estaba agotada de las quejas de su jefa; y como Darla esta queriendo ganar puntos con la castaña acepto sin rechistar.

Entonces; aquí estamos las tres chicas comiendo como dos mastodontes, abarrotando nuestros estómagos con comida.

Relamo  mis labios limpiando con mi lengua los restos de ketchup y mostaza que se han quedado en la comisura de mis labios. Sonrió al percatarme de lo que ha quedado plasmado en la nariz de la rubia, siendo imposible que no pueda parar las carcajadas que se escapan de mis labios, confundiendo a las dos chicas que me miran desconcertadas.

—¿Que sucede? —cuestiona la rubia, mirando a todos lados nerviosa—, ¿acaso tengo un moco en la nariz?

Niego a su segunda pregunta, extendiéndole la pantalla apagada de mi celular mostrando su imagen de payaso que solo la impulsa a empezar a reír como loca; para después seguirle la castaña.

—Joder pero soy un mono comiendo —se burla de ella misma, deslizando la servilleta por su desastres.

La castaña le da un leve golpe en el hombro, queriendo entrar en confianza.

—No es justo que ofendas a los monos —seguimos riendo un ratos más hasta que después llega el momento de irnos.

El silencio se apodera del auto, pero no es de esos incómodos que te obligan a desear huir despavorida es todo lo contrario.

Sonrió al percatarme del mensaje del pelirrojo, sintiendo el latir de mi corazón desbocado.

Espero que tengas una hermosa tarde mi estrella...

Mis mejillas se sonrojan recordando el beso, además de que terminó desviando mis pensamientos al castaño que no para de sacarme de quicio.

Me golpeo mentalmente no queriendo recordar a quien no merece estar ni siquiera en mi mente; a la vez que por el rabillo del ojo descubro a Valeria mirando curiosa.

—¿Te escribió tú Romeo? —inquiere con una de sus cejas alzadas aumentando mi sonrojo.

—Por supuesto que no —apago la pantalla subiendo el volumen de la radio para evitar el interrogatorio que sé que me espera.

Faltan unos cuantos kilómetros para llegar a nuestro destino, manteniéndome mirando el transcurso no queriendo perderme de ningún detalle de las calles de Vancouver, ni de mucho menos los niños o parejas que caminan felices en la calle.

Aprecio el cantar de las aves que vuelan libres, el cielo un poco despejado, las copas de los árboles moverse por el viento suave que sopla, también alterando mis suaves cabellos en el proceso que sacó la cabeza por la ventana como si de un cachorro se tratara.

No paraba de pensar en el chico de ojos color marrón y en todo lo que está sucediendo. Mí mente es una tormenta donde la única persona que no dejaba de dar vueltas era aquel macho de treinta y un año. Las preguntas y sus respuestas subidas de todo aumentan el calor en mi ser; además de una cuestionante que no ha dejado mi cabeza desde que lo vi con Valeria.

Me giro dejando que el impulso me tome a la vez que fijo mi atención en la castaña que en segundos pone su mejor cara de niña buena; agitando sus pestañas como el aleteo de una mariposa.

—Tengo una pregunta —comienzo, manteniendo mi mirada fija en la suya—, ¿hay algo entre tú y el señor Vivaldi?

Eleva una de sus cejas de manera inquisitiva, a la vez que baja su mirada a su perfecta manicura.

—¿Por qué tanto interés en ello? —inquiere, sonriendo con picardía—; ¿Acaso deseas incarle el diente? 

Mis mejillas se ruborizan en vergüenza; provocando que las dos mujeres que están a mi lado se den cuenta de ello y comiencen a molestarse con eso.

—¡Oh! Así que si es así —Valeria sonríe, restándole importancia a las palabras que dice a continuación—, entre nosotros nunca existió nada.

Se queda callada para después volver su atención a la chica que está sentada en el asiento del piloto pretendiendo que no escucha nuestra conversación.

—En realidad yo nunca lo invité solo ayudaba a Ethan a mantener oculto que es el mejor amigo de su prometida. —me espanto al escuchar semejante locura, estableciendo mi mirada en el cuerpo de Darla.

—¿Eso es verdad? —interrogo con curiosidad.

Su rostro palidece, no queriendo dejar de mirar la carretera aunque el semáforo esté en rojo.

—Uff, pero mira que tarde es —menciona metiéndole prisa al auto para dejarme con la palabra en la boca.

Entrecierro mis ojos dejando pasar esta situación por esta vez, mientras me cruzo de brazos pensando en quien no debería.

«Nunca sería capaz de enamorarme de alguien así; tan hijo de puta, cabrón, egocéntrico; me amo mucho para hacerme eso» muerdo mi labio inferior con ese pensamiento.

Nuestro destino está cada vez más cerca de lo previsto, la distancia de dónde se encontraba aquel lugar apropiado para la boda era bastante lejos.

Unos minutos después tuvimos que dejar a la castaña en una cafetería donde se encontraría con no sé quién... solo recuerdo que dijo que era uno de esos chicos que conoció en una app de chicas.

—Cuéntame la verdad Darla —demande siendo imposible mantenerme callada cuando mi curiosidad me estaba consumiendo viva.

—No hay ninguna verdad; no conozco a ese hombre y lo que dijo la castaña es falso.

—No lo hago —sus palabras continuan sonando sospechosas para mí, pero igual decidí detenerme de por hoy, tal vez mañana lo intentaría de nuevo.

—Ok, te creo —respondí dándome por vencida.

Giró su rostro en mí dirección con una gran sorpresa evidente por lo abiertos que estaban sus ojos, junto a sus labios.

—¿En serio? —volvió a interrogar todavía conmocionada con mis palabras.

—¿Prefieres que continúe siendo intensa? —su mirada cambió al yo decir aquello, ella volvió y negó—, lo sabía.

Después de eso continuamos nuestro viaje, dirigiéndonos al gran salón de la boda.

                              *************

Nuestros tacones resuenan en el suelo de aquel hermoso salón. La decoración es excepcional, abunda una bella variación de colores. El blanco, rosado y el amarillo, son los tonos que más resaltan en aquella gran habitación. Cada asiento posee el nombre de los invitados, intento tratar de encontrar algo que me de una pista de quién es él padrino, pero no hay no entendía mucho de lo que ponen algunos asientos.

Las mesas son inmensas, al igual que aquel salón que contiene más belleza que los otros que en algún momento llegamos a visitar.

Mis labios están abiertos dejando ver mí campanilla desde kilómetros de distancia. Mis latidos se aceleraron rápidamente, mí respiración se tornó irregular, una lágrima se resbaló por mí mejilla al tener a solo unos pasos de mí, uno de mis mayores sueños.Desde pequeña siempre pensé en casarme en un lugar así, con la persona que creía sería mí príncipe azul. Ahora todo era diferente, mí príncipe azul se casaría, pero con otra chica que seguía teniendo gran parecido conmigo dándome una idea un poco incorrecta.

—¡Este es el ideal! —exclamo con mis mejillas totalmente rojas.

Los ojos de la chica se posaron en mí con un gran brillo que se nota desde la distancia. Sus labios están juntos con sus manos en estos, sus ojos están diminutos al mantener sus orbitas oculares en todo su entorno, inspeccionando el lugar con descaro.

Sin darme tiempo a reputar se lanzó a mis brazos con toda su fuerza ocasionando que retrocediera un poco tratando no tropezar y caer al frío suelo. Mis brazos se encuentran en la cintura de Darla, junto a pequeñas y disimuladas risitas que salen de nuestros labios.

—Estoy tan feliz —contestó con una lágrima bajando por su mejilla derecha.

Mí corazón se encogió al estar cerca de aquella joven, mis latidos están tan emocionados al ver aquel salón de bodas tan espectacular.

—Creo que es precioso —respondo secando la lágrima que se había quedado en mí mejilla izquierda.

—¿Crees? —interrogó ella subiendo y bajando los ojos.

—Estoy segura —contesto con mis emociones haciendo acto de presencia.

Después de mí gran declaración nos toca ir a la prueba de cocteles y alimentos para el banquete. Mis tacones bajos hacían eco en el suelo de piedra del lugar.

Tratamos de no tardar mucho apresurando los pasos para llegar a nuestro segundo destino. Emprendimos nuestro viaje al auto de color negro, listas para nuestra segunda tarea.

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