Amaia Domínguez García
León, Guanajuato, México
No sabía qué hacer para consolar a Axel, lo peor de todo es que, tampoco sabía ni cómo demonios controlarme yo, todas esas situaciones a mí me rebasaban y no sabía qué hacer en ese momento, solo podía hacerle saber que estaría ahí para él siempre, pasara lo que pasara. Estuvimos abrazados un largo rato y al separarnos pude ver, por primera vez en mi vida, a Axel llorando.
–Mi amor, Elisa va a estar bien – Le dije convencida – Te amo, ya no debe de tardar en llegar la ambulancia.
No sabía qué más decirle, estaba en iguales condiciones, no entendía por qué su hermana se había desmayado y no se le podía hacer reaccionar. Eso me ponía muy nerviosa y se me pasó por la cabeza del que no pudiera despertar jamás.
–También te amo Amaia, me siento mal, espero que no sea muy tarde – Le salían muchas lágrimas de sus hermosos ojos – Creo que ella está enferma del corazón, pero no estoy seguro de eso.
Eso estaba muy grave, tenían que venir a ayudarnos, yo no sabía qué hacer en estos casos, era la primera vez que se presentaba ante mí algo de esta magnitud.
–Tranquilo mi amor, voy a llamar de nuevo para pedirles que se apuren a venir.
Afortunadamente, no hubo necesidad, la ambulancia se apareció en la casa de Elisa en el menor tiempo de lo pensado. Bajé a abrirles la puerta, dejando a mi Axel arriba con Elisa, él no se quería separar de su hermana.
–Buenas tardes, señorita – Me dijo el paramédico – Puede indicarnos a mis compañeros y a mí ¿Dónde se encuentra la paciente?
–Buenas tardes, doctor, claro pasen por favor – Los dejé entrar – Ella está en la planta alta.
–Muchas gracias.
Yo me quedé en la planta baja, mientras los paramédicos subían a auxiliar a Elisa, lo que menos quería yo, era interferir en esos momentos en los que ella necesitaba atención y no debía haber más personas de las necesarias allá arriba. Ellos subieron a Elisa a la camilla y le pusieron algo en la nariz, que no supe lo que era. La sacaron para subirla a la ambulancia y yo no pude evitar, llorar. Axel salió detrás de los paramédicos, para escuchar sus indicaciones.
–Señor Vega, lo sentimos mucho, pero solo puede subir una persona con ella en la ambulancia – Dijo el paramédico – Cómo puede ver, no tenemos mucho espacio aquí atrás.
–Entiendo, pero es que queremos ir los dos con ella – Manifestó Axel.
–Mi amor, vete con Elisa y yo los alcanzó allá – Le sugerí a Axel – No pasa nada, en serio. Me puedo ir en un taxi.
–No mi amor, llévate mi carro y nos vemos en el hospital – Él me abrazó y sentí que temblaba en sus brazos – Amaia cariño, tú te sentías mal, ¿Puedes conducir?
–Sí, mi amor, ya se me ha pasado. Vete con Elisa, allá los alcanzo.
–Gracias, cariño.
Axel me dio un beso rápido y me entregó la llave del auto. Él se subió en la parte de atrás de la ambulancia con los paramédicos y yo, me subí al auto y me fui siguiendo a la ambulancia durante todo el camino al hospital.
Mientras conducía, no podía evitar llorar, yo no sabía que Elisa estaba enferma del corazón y no quería que le pasara nada, ella tenía que vivir o mi Axel se iba a morir con ella. Llegamos todos al hospital, yo me fui al estacionamiento a dejar el auto y después bajé corriendo para entrar a encontrarme con Axel.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Socio de mi padre