Peligrosa 21+ (COMPLETA) romance Capítulo 13

Pía Melina.

Me niego a levantarme, al menos mi cuerpo se niega a obedecer a mis órdenes, manteniéndome entre mis suaves sábanas de terciopelo; mi estómago gruñe alarmándome del hambre voraz que se apodera de mi, provocándome que me acueste de lado evitando dejar que el sueño se escape.

Una fuerte ventisca de aire helado se cuela por el borde de mi ventana, provocando que me obligue a arroparme más en la cobija con ositos que recubre mi esbelta figura.

Arrugo los ojos no queriendo despertar cuando siento los lametones que me propina mi cachorro con bastante ímpetu del necesario.

—Dejame dormir un poco más Moffy —suplico, esperando que el cachorro comprenda la situación de mi sueño cuando un ladrido me hace levantarme sobresaltada con mis latidos acelerados.

Maldigo internamente con mi mano en mi pecho mientras me sobo mi trasero no muy voluminoso por la estrepitosa caída que mi perrito me acaba de provocar.

Hago una mueca de dolor, lanzándole millones de miradas asesinas a la cosita peluda que solo me mira con sus enormes ojos, dándome a entender lo que quiere el muy descarado.

—Me vengare, lo juro que lo haré —le advierte poniéndome de pie, viéndome ridícula debido a mi pijama de ositos cariñositos con puntos rosas que protege un poco mi anatomía del frío.

Un bostezo se escapa de mis labios, obligándome a cubrir mis labios con mis manos, a la vez que acomodo mejor los edredones que están tendidos en el suelo de madera de mi recamara.

Otro ladrido de Moffy me alarma, casi dándome un infarto en el momento que a toda prisa tengo que coger uno de mis viejos gabanes que mi madre me tejia, peinando mi cabello en un moño alto.

Estiro mis huesos, percibiendo el crujir de mis huesos, recordando lo que mi madre siempre me decía "No estás mala, solo crujiente"

Envuelvo el abrigo en mi anatomía, encaminándome a la puerta de mi habitación con mi fiel compañero siguiendo mi paso, mientras continuo con mis ojos cerrados por completo.

Mi cabeza se estrella contra la puerta, llevándome a maldecir a los mil demonios por lo mi estupidez, sobándome con dulzura el chichón que se apodera de mi frente, tornándose algo rojizo por el impacto.

Abro la puerta, colocando mi cabeza en el pequeño espacio que dejo a la vista, percatándome de los molestia ronquidos de la castaña que puedo divisar con su cabello desparramado en el sofá de la sala.

Desvió mi mirada a la puerta de la habitación del castaño, escuchando algunas risitas que me invitan a sonreír por lo dulces que deben estar esos dos, superando los altercados de hace dos días.

Salgo de mi estupor, caminando como la pantera rosa en dirección al baño, con mis medias de mariposa cubriendo mis pies.

Giro el frío pomo de la puerta de madera que solo me eriza los vellos por lo helado del metal, a la vez que entro al cuarto de baño liberando millones de maldiciones teniendo cuidado no caer como una tortilla al suelo como me ocurre muchas veces.

Me poso delante del espejo con Moffy sentado a mi lado, esperando que termine mi faena de lavarme mis dientes para desvanecer mi pésimo aliento mañanero.

El agua de la pileta parece sacada del polo norte, haciéndome cagarme en todo lo que existe por como congela mis huesos, haciendo que me aferre más a mí caluroso abrigo.

La pasta dental con sabor a frambuesa llena mi boca, mientras el cepillo elimina las caries, el mal aliento, y los restos de comida que quedan en mi cavidad bucal.

Enjuago mi boca, para después limpiar la comisura de esta con mi toalla.

Salgo del cuarto de baño, dirigiéndome a la sala en busca de la correa de Moffy y las llaves del apartamento.

Admiro la pésima imagen que me ofrece la castaña, con la pequeña ilera de baba que se desliza por la comisura de sus labios, junto a el destrozo de su maquillaje, sus hebras hechas un desastre.

Cubro su anatomía con la cobija que mantenemos en el sofá cuando sucede algo así, haciendo que entre en calor. Le pienso sus cabellos, haciéndole un moño alto más o menos desaliñado, a la vez que dejo un beso en su coronilla encaminandome a la puerta con mi canino siguiéndome feliz.

Bajamos las escaleras con prisa—aunque quién tiene prisa es el can que no deja de jalar la correa como loco—teniendo cuidado no tropezar.

Llego a la recepción y sin tener tiempo a despedirme de mi fiel amigo, Moffy da un salto que nos saca a la calle de un tirón.

La nieve cae, manteniéndose imponente con su blanquesa, junto a los niños que juguetean lanzandose nieve mientras rien felices.

Recuerdos llegan a mi cabeza, provocándome esa nostalgia que no deja de estar presente en mi, que se activa mucho más en estos momentos en los que no los tengo a mi lado.

Mantengo mi mirada en mi entorno frío y nostálgico, recordando que debo comprar los regalos de Valeria, Ethan y Darla.

Suspiro, apreciando el humo salir de mis finos labios, entretanto Moffy y yo nos detenemos en la esquina del barrio. Agarro bien el gaban que recubre mi pijama, evitando pasar más vergüenza de la que ya debo estar pasando.

Nos dirigimos al parque que se encuentra a dos cuadras, caminando con tranquilidad, apreciando mi entorno cubierto por esa capa de nieve que más me fascina.

Una pequeña cachorra de Chihuahua se acerca, aclamando la atención de mi canino que en segundos me da un fuerte jalón, acercándose a la diminuta perrita de pelaje marrón y ojos saltones.

—¡Oh!, Ya conseguiste novia —lo molesto recibiendo una mirada bastante asesina por su parte, junto a su ignorancia.

El tiempo pasa volando, y cuando me doy cuenta ya son casi las diez de la mañana en las que caminamos de un lado a otro.

Volvemos a nuestro barrio, Moffy con una nueva conquista y yo con una nueva compañera—la dueña de la cachorrita más linda del universo, era una dulzura.

Suspiro, preparándome para adentrarme en mi edificio cuando levanto la mirada hallando al pelirrojo justo en la entrada con sus manos dentro de sus bolsillos, su cabello bien un poco despeinado, unas lilas y dos cafés en su mano.

Examino su vestimenta, apreciando unos jeans de mezclilla negra que se ajustan a sus piernas delgadas, una camisa blanca debajo de un suéter color piel que le da ese toque dulce que lo caracteriza. Unas zapatillas nikes negras, junto a sus belleza mejillas sonrojadas.

De un momento a otro quedó embelesada con la ternura que ofrece su imagen, sintiendo el nerviosismo envolver mi cuerpo; provocando que Moffy se me escape hacia el pelirrojo, ladrando y aclamando su atención.

—Hola hermoso —lo adula el taheño con una sonrisa adornando sus labios, desviando su atención en mi dirección.

El brillo se sus ojos me atrapa, encendiendo mis mejillas y pecho con solo eso.

—Hola —los nervios se notan hasta en mi temblor, el tick que me caracteriza hace acto de aparición, junto a el impulso de tocar el dobladillo de mi gaban.

—Hola preciosa —extiende el ramo en mi dirección, haciendo que lo tome para que en ese momento un mechón rubio de mi cabello se escape de mi peinado, impulsando a mi compañero a agarrarlo con sus largos dedos, dejándolo detrás de mi oreja en una leve caricia—, ¿Cómo te sientes? 

El tono suave, y su olor a hombre estorpece mis sentidos, impulsándome a qué una sonrisa nerviosa se apodere de mi ser.

—Muy bien —responde balanceando mis pies con vergüenza por el sonrojado que aumenta sin permiso.

—No sabes lo hermosa que te ves con ese pijama de ositos, eres la ternura personificada —menciona, besando mi coronilla, ofreciéndome la bebida humeante que llega a mi, haciendo mis labios babear.

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