El Socio de mi padre romance Capítulo 14

Axel Vega Lazcano

León, Guanajuato, México

En cuanto se dejó caer en mi pecho, sentí cómo Amaia al momento, de alcanzar el cielo, se soltó en mis brazos y se quedó muy relajada y demasiado suelta. Eso de inmediato me alarmó y comencé a hablarle, era una tremenda angustia.

–Amaia, cariño ¿Qué tienes mi amor? – La moví un poco – Te amo, despierta mi reina, por favor.

Pensé que por mi forma tan brusca y fuerte de tomarla, le había causado otro desmayo y yo no sabía cómo hacerla reaccionar, me alarmé demasiado y no quería entrar en pánico, eso sería peor.

–Axel – Respondió muy agitada – Estoy mejor que bien mi amor, no tengo nada. Es solo que me he quedado sin fuerzas. Esto ha sido mágico.

Pude respirar con tranquilidad, por un momento pensé que se quedaría así en mi pecho. Solo necesitaba descansar, no era otra cosa de la cual alarmarse. Nada que unos minutos de descanso no puedan solucionar.

–Descansa entonces, preciosa, solo un poco mi amor. – Le concedí. – Ahorita que nos repongamos un poco bajaremos a cenar ¿Me lo prometes?

–Sí mi amor, te lo prometo. – Dijo con los ojos cerrados.

Descansamos un rato, en el que sentí que yo también me dormí con ella. Amaia nuevamente despertó antes que yo y se levantó a ponerse su vestido, no le había quitado las zapatillas y cuando se acercó a mí y me besó, sentí de nuevo las ganas de seguir amándola, pero me tuve que detener. Teníamos que cenar y eso era de vital importancia, si no quería que ella se volviera a desmayar como el día de ayer le había pasado.

–Axel, mi amor – Amaia seguía llenándome de besos – Tenemos que ir a cenar, es que me estoy muriendo de hambre.

En cuanto me dijo eso me desperté por completo no debíamos perder más tiempo, teníamos que ir a reponer fuerzas y más en especial ella.

–Si cariño, me visto y nos vamos.

–Sí mi amor, si mi rey.

Amaia me abrazó y nos perdimos en el abrazo, así duramos un buen momento hasta que ella se separó de mí, me miró a los ojos para perderse en mi mirada, así como yo me perdía en la de ella. Siempre conectábamos así, como si ella me leyera la mente y cómo si yo, pudiera leer la de ella.

–Te amo, cariño. Te amo Amaia, esto ha sido lo mejor que he vivido con una mujer y ha sido contigo, con la mujer que amo. – Le repetí.

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