El increíble papá de los trillizos romance Capítulo 32

—Señora Ferrera, por favor, no se enfade. Le ayudaré a encontrar una solución.

—¿Solución? ¿Qué solución? Hasta ahora, los padres involucrados ni siquiera están aquí. ¿Acaso no enseñan nada a sus hijos? —Adriana frunció el ceño mientras empujaba la puerta para entrar.

Roberto y Patricio estaban de cara a la pared con las manos en la espalda.

Una señora bien vestida estaba sentada en el sofá de espaldas a Adriana y con las piernas cruzadas. Detrás de ella había dos guardaespaldas vestidos con trajes negros, con aspecto distante.

A su lado, estaba sentado un joven con un traje negro a medida y el cabello peinado hacia atrás. Con los labios fruncidos y la barbilla en alto, su rostro estaba lleno de arrogancia. Adriana tuvo la impresión de haber visto al niño antes, pero no recordaba dónde.

—Señorita Ventura, ¡por fin llegó!

Cuando la Señorita Zamora, la maestra de los niños, vio a Adriana, fue como si viera a su salvadora. Rápido la presentó a la Directora.

—Señorita Hortega, estos son Roberto Adrián, Patricio Alejandro y la madre de Diana Celeste.

—¡Mami! —Roberto y Patricio la llamaron al unísono, con una mirada lastimera.

—Señorita Ventura, por fin ha llegado. —La Señorita Hortega frunció el ceño y exigió—: Sus hijos rompieron las reglas de la escuela al golpear a otro estudiante. También rompieron la ventana del Bentley de los padres. ¿Cómo cree que debemos resolver esto?

—Señorita Hortega, no se preocupe. Déjeme averiguar primero qué está pasando. —Adriana se adelantó rápido y quiso preguntar a los niños qué había pasado.

—¿Qué hay que entender? Tus dos barbáricos hijos le dieron una paliza a Santiago. —La mujer sentada en la silla se quejó con arrogancia.

—¡Por favor, cuida tu boca!

—¿Quién te crees que eres...? —La mujer se dio la vuelta enfadada. Cuando vio a Adriana, se quedó atónita.

—¿Eres tú? —Llena de asombro, sus ojos se abrieron de par en par con incredulidad.

Adriana se quedó igual de sorprendida. No esperaba que la altiva mujer fuera Selene. La misma prima que siempre la seguía y adulaba desde que eran niñas.

Era excelente para estar cerca de Adriana de manera superficial, pero perdió el contacto después de que ella cayera en circunstancias difíciles.

»En verdad no esperaba encontrarte aquí.

Selene recuperó rápido sus sentidos y mantuvo su compostura altiva. Se burló:

—¿Estos dos niños son tuyos? —Si no fuera por el hecho de que crecieron juntas y que Adriana estaba muy familiarizada con Selene, no creería que la persona que tenía delante era Selene.

La Selene que solía ser tímida era ahora una persona diferente.

»¿Qué pasa? ¿No te atreves a admitirlo? —Selene se burló con una risa—. ¿Qué hay que ocultar? Toda la ciudad se enteró de tu vergonzoso acto y tu reputación está destruida desde hace tiempo. Aunque te hayas quedado con tus dos, uy perdón me equivoqué, tres bast*rdos, no es nada sorprendente...

—¡Selene! —Adriana la cortó y gritó—. ¿Cómo te atreves a hablarme así delante de los niños? ¡No me obligues a darte una bofetada, idiota!

—Tú... —Selene estaba indignada. Pero al ver la ferocidad en los ojos de Adriana, decidió quedarse callada.

—Así es, son mis hijos —respondió Adriana mientras dirigía su atención al niño de aspecto arrogante—. ¿Es tu hijo el que está con Héctor?

—¡Por supuesto! —Selene levantó la ceja con suficiencia—. Después de que te fueras por un mes, Héctor y yo nos casamos. Ahora soy la Señora Ferrera.

—¿Enserio? Felicidades. —Al ver la mirada hipócrita de Selene, los recuerdos del pasado inundaron la mente de Adriana.

En aquella ocasión, la madre de Héctor había hecho un anuncio diciendo que el compromiso se había cancelado el mismo día de la ceremonia. Héctor se sorprendió y Adriana se marchó enfadada. Después de eso, Selene llevó a Adriana a Encanto Nocturno, donde le dijo que podía olvidarse de sus problemas allí.

Como Adriana estaba furiosa con Héctor, Selene le dijo que Héctor estaba en camino y que debía buscar un hombre para vengarse de él. Haciendo que él se sintiera celoso, ella podría igualar las cosas en casa. Después, Adriana declaró que quería un gigoló y Selene le consiguió uno.

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