El increíble papá de los trillizos romance Capítulo 33

Cuando el pasado pasó ante ella, Adriana comprendió lo que había sucedido entonces. Había caído en la trampa de Selene, ya que ésta había ocupado su lugar.

Sin embargo, era demasiado tarde para lamentarse. Aparte de culparse a sí misma por ser estúpida, Adriana no podía hacer nada más.

Otros habían tendido la trampa, pero ella fue lo suficientemente tonta como para morder el anzuelo.

—Gracias —sonrió Selene—. A pesar de que somos parientes, tenemos que ajustar cuentas. Tu hijo le dio una paliza al mío e incluso me rompió la ventanilla del auto. Dime, ¿cómo vas a compensarlo?

—Parece que ambas son parientes. —La Señorita Zamora intentó salvar la situación—. En ese caso, ¿por qué no resuelven esto en privado...

—¿Resolver esto en privado? —Selene interrumpió a la Señorita Zamora y replicó—: Mi hijo es un chico distinguido. Ahora que le pasó algo en la guardería, ¿intenta usted eludir su responsabilidad?

—No, no, no es eso lo que quería decir...

—Ya llamé a mi marido y vendrá en breve. —Selene presionó de manera arrogante a la Directora—: Señorita Hortega, si el asunto de hoy no se resuelve a mi satisfacción, ¡puede cerrar el jardín de infancia pronto!

—¿Eh? —La Señorita Zamora estaba tan sorprendida que su expresión cambió de manera drástica.

—Mantén la boca cerrada. —La Señorita Hortega reprendió a la Señorita Zamora antes de tranquilizar a Selene—, Señora Ferrera, por favor no se enfade. Le aseguro que resolveré esto para su satisfacción. —Después, le comentó con frialdad a Adriana—: Señorita Ventura, sus hijos han sido desobedientes. Por favor, pida disculpas al Señor y a la Señora Ferrera junto con sus hijos y pague las compensaciones necesarias.

—Señorita Hortega, no he llegado al fondo del asunto. ¿No es demasiado pronto para que llegue a esa conclusión?

—Usted... —La Señorita Hortega se quedó sin palabras.

—Creo que es importante entender primero lo que sucedió. —Adriana se acercó a Roberto y Patricio—. Roberto, Patricio, díganme qué pasó.

—Es él. —Roberto señaló a Santiago y explicó con enfado—: Fue él quien le rayó el cabello a Diana con pintura, haciéndola llorar. Le advertí que no lo hiciera, pero en cambio me regañó.

—Tonterías, mi hijo no hará algo así —defendió Selene a su hijo de inmediato.

—Por favor, déjalo terminar. —Adriana escudriñó a Santiago y se dio cuenta de que aún había restos de pintura en sus manos.

Además, no negó lo que dijo Roberto. Lo único que hizo fue mostrar su rostro arrogante.

—Sí, eso fue lo que pasó. —Patricio apretó sus pequeños puños mientras su regordeta cara se enrojecía de ira—. Le pedí que se disculpara con Roberto y Diana, pero se negó. Incluso lanzó una canica sobre la mesa para golpearme. Por suerte, me agaché a tiempo y no me alcanzó. Pero salió volando del aula y se estrelló contra la ventanilla de un auto que estaba abajo...

—Por lo tanto, tu no golpeaste a nadie y la ventanilla del auto fue destrozada por él. ¿Es eso cierto? —Adriana abrazó a los dos niños con simpatía.

—Así es. —Roberto y Patricio asintieron al unísono.

—Los otros alumnos de la clase también lo vieron. Pueden ser testigos —sugirió Roberto con astucia.

—¿Informaron a la profesora de lo sucedido? —volvió a preguntar Adriana.

—Lo hicimos. —Roberto miró a la Señorita Zamora con expresión de agravio—. Se lo conté muchas veces y los demás alumnos también corroboraron mi historia. La Señorita Zamora lo sabe.

Adriana se volteó para mirar a la Señorita Zamora.

La Señorita Zamora tenía una expresión de remordimiento en su rostro. Había querido decir algo, pero decidió no hacerlo cuando la Señorita Hortega le lanzó una mirada furiosa. Lo único que hizo fue mirar los dedos de sus pies de manera cobarde.

—¿Acaso podemos creerles? —se burló Selene—. Es obvio que golpearon a mi hijo.

—Yo confío en mis hijos porque nunca mienten y no golpean a nadie sin razón. —Adriana miró a Santiago—: Además, la ropa de tu hijo sigue ordenada y su cabello ni siquiera está desordenado. No parece que lo hayan maltratado en absoluto.

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