El increíble papá de los trillizos romance Capítulo 75

—Señorita Ventura… —La voz de Renata sacó a Adriana de su ensueño. Cuando por fin salió de su aturdimiento, Renata y su asistente médico aparecieron frente a ella. Cuando vio la marca roja en la cara de Adriana, la mujer frunció el ceño y preguntó de inmediato—: ¿Qué le ha pasado en la cara? ¿Quién le ha hecho esto?

El asistente médico que la acompañaba también soltó un grito de horror.

—¡Mire! El brazo de la Señorita Ventura también está sangrando.

—Vamos, entremos primero en el auto. —Renata ayudó a Adriana a subir al vehículo. Cuando entraron en el auto, Renata le ayudó a quitarse los pequeños fragmentos de cristal que se habían alojado en sus manos. Con voz tranquila, le dijo a Adriana—: Señorita Ventura, el Señor Licano nos ha puesto a su disposición. Si necesita que se haga algo, somos los indicados para el trabajo. —Sus palabras tenían un significado más profundo. En el momento en que las palabras salieran de la boca de Adriana, Renata estaría dispuesta a enfrentarse a todos los que la intimidaran. Adriana se sintió un poco sorprendida. Ella no era más que una humilde guardia de seguridad en el Corporativo Divinus. «¿Por qué insiste Dante en tratarme tan bien? ¿En verdad está enamorado de mí en secreto?»—. Señorita Ventura, no se desanime por el poder que ejercen los Ferrera. La influencia del Señor Licano supera con creces la de ellos. No debe temer —añadió Renata de forma tranquila.

—Gracias —dijo Adriana, hablando por primera vez—. Pero creo que resolveré este asunto por mí misma.

No quería involucrar a nadie más, sobre todo cuando él nunca fue parte del asunto, para empezar. Después de todo, eso sería otra deuda que tendría que pagar.

—De acuerdo…

La Doctora no dijo nada más. Sin embargo, al mirar las heridas en la cara de Adriana, su expresión cambió y se podía notar muy seria. Era tal y como ella había temido… Renata informó de todo lo que había sucedido esa noche a Dante, cuyo rostro se tornó negro de furia al enterarse. Sus ojos, que eran tan profundos como el océano, tenían un brillo acerado que la mujer apenas veía. Se abalanzó sobre Renata y su asistente médico.

—¿En qué demonios estaban pensando los dos? Les dije que se quedaran a su lado. ¿Cómo pudieron permitir que la intimidaran?

—Sí, fue culpa mía. —Renata agachó la cabeza y no dijo nada más.

—Debe de haber una razón por la que la Señorita Ventura no los dejó entrar en la casa con ella —comentó Bruno—. ¿Tiene algún secreto familiar que no quiere que los demás conozcan, tal vez?

—¿Debemos investigarlo más a fondo? —preguntó Fabián con cuidado.

—No es necesario —ordenó Dante, dejando la copa de vino en sus manos—. ¡Dile a Héctor Ferrera que se presente como invitado a la gala benéfica dentro de tres días!

—¡Sí, Señor!

Durante los siguientes días, Adriana disfrutó de un periodo de relativa paz, durante el cual sus heridas sanaron con normalidad. Renata era una excelente Doctora, así que las heridas se cerraron en poco tiempo. Cada mañana, los niños la llamaban. Adriana se acurrucaba en la cama y se escondía bajo las sábanas mientras charlaba con ellos, temiendo que alguien pudiera escuchar su conversación. La Señora Fresno estaba muy preocupada por ella y los niños la extrañaban mucho. Adriana sabía que no podía seguir allí. Esa tarde, después de que Renata la ayudara a quitarse el collarín, Adriana insistió en que se tenía que ir a casa. Esta vez, la otra mujer no la detuvo. Se limitó a llamar a Adriana para que tomara un taxi y la llevó con bolsas de medicamentos y suplementos vitamínicos. Adriana no quería que la Doctora viera a sus hijos, así que le pidió al chófer que parara en una calle cercana a su casa. Pensó en hacer el resto del camino a pie. Renata le dio las bolsas de medicamentos y le dijo de forma respetuosa:

—Señorita Ventura, vendré a recogerla mañana a las tres de la tarde.

—¿Eh? ¿Dónde me llevará? —Adriana se sintió un poco perturbada.

—El Señor Licano la ha invitado a la gala benéfica de mañana por la noche —respondió la mujer, sonriéndole de forma alegre—. Le prepararé el vestido y los accesorios, pero necesitaremos algo de tiempo para arreglarla. —Esto era nuevo para Adriana. Nadie le mencionó nunca una gala benéfica. Estos dos días, Dante había salido de casa por la mañana temprano y había vuelto por la noche después de salir del trabajo. Ella no había conseguido verlo en absoluto. ¿Por qué la invitaba de repente a su gala benéfica? «Oh no», pensó asustada. «Seguro Dante se ha enamorado de mí…». Solo podía culpar a su propio carisma por ello. Al ver a Adriana congelada y aturdida, Renata le preguntó con una sonrisa—: ¿Necesita que le ayude con algo?

—No gracias, volveré a casa caminando. Por favor, regrese con cuidado.

Adriana se despidió de ella y corrió hacia su casa con las bolsas de medicinas colgando de sus brazos. Mientras corría, su cabeza estaba llena de pensamientos confusos. «¿Y ahora qué? No siempre es buena idea bailar con el Diablo». Cuando Dante se enterara de que ella tenía tres hijos, ¿la culparía por haberlo engañado? Ella podría morir de angustia si lo hiciera. Pronto recordó el sueño que había tenido hace unas noches y sintió que un escalofrío le recorría la espalda… No podía dejar que eso sucediera. Tenía que decírselo lo antes posible para que acabara con la idea de volver a estar con ella.

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