Peligrosa 21+ (COMPLETA) romance Capítulo 20

Pía Melina.

El agotamiento físico no se compara en nada al emocional; es como ese estado en donde deseas abrir un hoyo en el suelo con el objetivo de ser tragada lo más posible.

Suspiré, acomodando mi cabeza contra el frío cristal empañado de la cafetería que muchas veces frecuentaba en las mañanas con el objetivo de leer algunos de mis libros pendientes, deseando eliminar el estrés que cargaba en mis hombros.

Alcé el pequeño vaso humeante con un poco de descafeinado, saboreando su delicioso sabor y aroma.

Desvío mi mirada a la puerta de entrada en el momento justo en que sonó la campanita que colgaba sobre esta avisando de la presencia de un nuevo cliente.

Mi corazón aleteo deseoso de presenciar la frondosa y tierna sonrisa del pelirrojo; sin embargo, lamentablemente fue una pareja de enamorados.

Desee apartar la mirada nerviosa, pero me fue imposible cuando los ojos marrones del pelinegro se quedaron fijos en los míos; invadiendo mi ser con una dramática sensación que aparte en segundos.

La morena que se mantuvo al lado del joven me lanzo ina mirada de odio, a la vez que con fuerza le reñía con expresión dura al pelinegro.

Mis labios los eleve en forma de trompeta liberando un suspiro, apreciando cada uno de los clientes que se adentraban en la estancia con sus atuendos abrigados pero elegantes, incluso las había con vestidos provocativos y piernas de infarto como las amigas de la mesa seis; la cual estaba justo a dos mesas de distancia de la mía.

Sus carcajadas eran perceptibles en mi entorno, incluso el como hablaban mal de una de ellas que segundos antes de que mi pedido hubiera llegado a mi se había disculpado para ir a responder una llamada.

Los comentarios para nada amigables que decían de la joven eran bastante bruscos y fuera de lugar; era obvio la envidia que las estaba consumiendo por el éxito de la chica.

Admire las doce mesas que están en el exterior, junto al hermoso atardecer que comenzaba a tomar mucha más fuerza, llenando mi ser de una sensación de familiaridad que llevaba tiempo sin sentir.

Cerré mis ojos, tomando mi tiempo para aclarar mis ideas cuando un toque suave y cálido calentó mi mejilla, además, de la humedad en mi coronilla; provocándome un sonrojo inmediato.

—Hola hermosa —susurra Peter; tomando asiento al frente de mí con una frondosa sonrisa.

Bajo la mirada avergonzada, sintiéndome cada vez más incómoda con mi vestimenta y la manera en que muchos me miran.

—Hola —mi tono es bajo, casi tanto que se vuelve más un simple chillido; sin embargo, el lo logra escuchar.

—¿Qué tal la entrevista? —agarra la carta, leyendo todo mientras mantiene su atención en mí; ¿Cómo?; ni idea.

Apoyo mis codos en la mesa, cerrando mis manos en puño, sintiendo que finalmente puedo liberarme de todo el odio que guardo hacia el castaño.

—Fatal —respondo; acomodando mejor mi diminuto trasero en la silla acolchonada con floreados.

Los ojos azules del pelirrojo se centran en mí, mientras apoya una de sus manos sobre la mía.

—¿Quieres contarme? —cuestiona, mirándome de esa forma que cada vez me resulta de alguna forma más tierna.

Asiento, haciendo un leve puchero de niña pequeña, con los latidos de mi corazón aumentando cuando el mesero se acerca en el instante en que estaba preparada para maldecir hasta del mal que se iba a morir el castaño.

—¿Que desea tomar? —pregunta el pelinegro, desviando su mirada en mi dirección con cierto descaro.

—Un capuchino y un pastel de chocolate —un asentimiento de cabeza es suficiente para que el joven termine de apuntar y se marche; no sin antes hecharle una buena ojeada a mi pecho.

Mantenemos el silencio por unos segundos; hasta que finalmente me decido a preguntar lo importante, no queriendo dejar que semejante demonio acople todos mis pensamientos.

—¿Y qué era lo que querías decirme? —inquiero, alzando la comisura de mis labios en una sonrisa.

El rostro de Peter cambia completamente a uno triste, entretanto sostiene mis manos con las suyas, dejando un cálido beso en estas.

—Se que es algo precipitado —comienza, activando mi nervios y el rubor de mis mejillas—; incluso que no estás preparada para ello —prosigue contando levemente lo que sea este pasando por su cabeza—, pero me gustaría que fueras mi novia.

Abro mis ojos sorprendida, bajando mi mirada completamente avergonzada al no tener idea de que respuesta darle.

Por un lado no deseo romperle el corazón contándole la verdad de mis sentimientos; incluso de que a pesar de sus intentos por enamorarme cada vez la situación se complica más, y que aunque puede que me sienta cómoda, feliz a su lado; mi corazón no late de la forma que debería.

Pero, por un lado está la opción de darme una oportunidad; tomar el riesgo y ver qué sucede con el paso del tiempo; algo que no es muy propio de mí, o simplemente decirle el sí con el propósito de mantener una relación para nada tóxica donde ninguno nos haríamos daño.

No se cuanto tardo metida en mis pensamientos, pero al sentir el tacto del pelirrojo vuelvo a la realidad en donde las decisiones son un factor importante.

—No debes decidir ahora —contesta, siendo consciente de las millones de incógnitas que pasan por mi cabeza en este momento—; puedes tomarte tu tiempo, solo quiero que sepas que estas citas que hemos tenido han sido las mejores de mi vida, eres una chica muy especial Pía, una que muy pocos tendrán el valor de conocer o tener en sus vidas.

Acaricia con su pulgar mi mejilla, aumentando el sonrojo de estas, junto a los nervios que me abordan, haciéndome carraspear nerviosa.

—Lo siento —me disculpo avergonzada, bajando la cabeza cabizbaja.

La sonrisa carismática del pelirrojo me desconcierta, obligándome a elevar la cabeza confundida con mis cejas fruncidas.

—No tienes porque disculparte —responde plasmando un beso en mi coronilla; acción que hace más de lo normal.

El ambiente se vuelve menos incómodo, gracias al camarero que está ves parece pretender que no existo, al menos eso trata de hacerme creer.

La noche cae entre chistes, bromas y dramas existenciales; le cuento algunas cosas de la entrevista, junto a la actitud descarada del castaño.

—No me gusta mucho ese hombre —hace un leve puchero, impulsándome a que sin darme cuenta bese su mejilla con una enorme sonrisa en mis labios.

—A mí tampoco; es insoportable —reitero colocando un mechón detrás de mí oreja, trayendo aquella acción el recuerdo de cierta persona haciendo lo mismo.

Golpeó mi frente, odiando a mi subconsciente por pensar en quien no debe.

—¿Cómo va la universidad? —doy una leve mordida a mi sándwich con beicon, tomate, queso y mortadela.

Cierro mis ojos disfrutando del delicioso sabor adentrarse en mis pupilas gustativas, siendo más feliz que nunca por llenar mi barriguita hambrienta.

La sonrisa de Peter se extiende por toda su expresión, a la misma vez que desplaza la servilleta por la comisura de mis labios eliminando una pequeña mancha de ketchup.

—Eres hasta una niña comiendo —me adula, siendo tan dulce como siempre—, hasta ahora solo me faltan unos exámenes para finalizar; ¿Y sigues asistiendo?

Su interés en mi vida es algo que le fascina de él; el como trata de no ser tan metiche pero enviarme señales de que le interesa todo lo que quiera contar de mi.

—Comienzo la próxima semana —respondo, admirando la hora en mi reloj.

Maldigo internamente cuando me percato de que son casi las ocho de la noche.

—¡Uff!, Llego tarde a las compras —reitero en un tono bajo, recogiendo todo lo más rápido posible.

—Si deseas yo te llevo —se ofrece el pelirrojo gustoso mientras recogemos todo el desastre ocasionado por mi.

Cubro mi cuerpo con el gabán, peinando mis hebras rubias en el proceso, queriendo salir corriendo lo antes posible.

—No, ya regreso en un taxi —le explico, posando mis labios en su mejilla por segunda vez—, gracias por la hermosa velada.

Me despido, desviando mi atención a la ya vacía mesa de las amigas, donde segundos antes una terminó cayendo mucho más bajo de lo que yo podría creer.

Me encuentro en un taxi llegando finalmente a la casa con millones de bolsas en mis manos. El agotamiento que tenía mi anatomía era más del necesario, tanto que a cada nada mis ojos se cerraban por inercia.

Observo atentamente el paisaje con mis ojos que poseen un gran parecido con el cielo.

A mí mente llegó el castaño; su maldita actitud altanera, haciendo que me preguntara como aquel hombre era capaz de hacerme sentir así sin siquiera tocarme o besarme.

Sus labios, sus manos, esos ojos, su caliente y duro abdomen, todo de él te incita a pensar cosas para nada saludables e inocentes.

El viaje fue más rápido de lo pensando, el sueño no desaparecía, junto a los dolores en mis músculos tensos; le pagué al taxista liberando uno que otro bostezo, a la vez que me adentro en el edificio.

Como siempre el mismo chico aburrido y mal educado de siempre se halla en la entrada, masticando la goma de mascar como mejor se le da; de su forma molesta; por tal razón solo lo ignore subiendo los escalones de mi edificio. Mis tacones iban resonando en el suelo.

Al llegar al último escalón pude fijar mi vista en una gran caja que llamó mi total atención.

«¿Qué será?». pienso a la vez que me acerco a aquel objeto desconocido.

Entro en cuestión de segundos a mí apartamento encontrando una sala bastante organizada y la pareja con su total atención en una película.

Me acerco a ellos a paso lento mientras dejo mis pertenencias y las bolsas en el suelo junto a la caja sospechosa.

—¡Bo! —exclamo asustando a las dos personas que estan a solo unos pasos de mí.

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