El increíble papá de los trillizos romance Capítulo 8

El hombre le puso la mano en la cabeza, manteniéndola a distancia. Ella no podía alcanzarlo, aunque agitara las manos de manera salvaje.

Él la miró con frialdad como si no fuera más que una payasa.

—Aclara los hechos. Fuiste tú quien solicitó mi servicio. Fue consensual. Haces que parezca que te violé.

Adriana se erizó.

—¡Eres un gigoló poco profesional! Ni siquiera te pusiste condón cuando serviste a tu clienta. ¡J*dete! ¡Mereces ser castrado!

—¿Mm? —La mirada del hombre se volvió peligrosa—. ¿Quedaste embarazada?

Adriana se puso rígida ante su pregunta. Sus bebés pasaron por su mente.

«¡Sí, me quedé embarazada y di a luz trillizos! Pero tú, escoria. ¡Nunca has sido un padre responsable!».

»¡Respóndeme! —exigió él.

—¡Sí, quedé embarazada! —dijo Adriana. De inmediato cambió de opinión y se corrigió—: Pero lo aborté después. No voy a dar a luz al hijo de un gigoló desvergonzado.

«Si alguien se entera de que el padre de los niños es acompañante de un club, ¡se burlarán de ellos en su guardería! No, debo mantener el secreto. ¡Nadie debe enterarse de esto!».

—¡Bien! —El hombre asintió satisfecho. Metió la mano en el bolsillo para sacar algo.

—¡Qué descaro el tuyo! No puedo creer que sigas trabajando aquí como gigoló. ¿A cuántas damas inocentes vas a hacer daño? Voy a presentar una queja a tu gerente ahora mismo. —Adriana se alejó dando pisotones furiosos.

La mano del hombre que sostenía el cheque se congeló. Frunciendo las cejas, dejó el cheque en su bolsillo.

En la puerta, Adriana recibió una llamada de Marco.

—Adriana, si no te presentas, el resto se va a ir. No te molestes en presentarte mañana a trabajar en Corporativo Divinus.

—¡Muérete! —Adriana colgó, con el cuerpo temblando de rabia. «¿Por qué hay escoria en todas partes? ¡Los dos son unos asquerosos sinvergüenzas! Espera un momento».

De repente, se le ocurrió algo.

«Ese gigoló me ha arruinado la vida. No puedo rendirme, así como así. ¡No puedo dejar que viva con tantos lujos cuando mis hijos y yo estamos sufriendo!».

Ante ese pensamiento, la mandíbula de Adriana se endureció. Volvió a irrumpir en la habitación privada y exigió:

»Estúpido gigoló, me arruinaste la vida. Debes asumir la responsabilidad.

El hombre estaba sorbiendo su vino cuando ella hizo el anuncio. Levantando la mirada con frialdad, respondió:

—Oh ¿Cómo propones que lo haga?

—¡Compensándome! —declaró Adriana con severidad—. ¡Si no fuera por ti, no habría sido tan miserable!

«Si no fuera por él, habría conocido a papá por última vez antes de morir.

Si no fuera por él, mi reputación no habría sufrido un daño tan irreversible.

Si no fuera por él, no me habría convertido en madre soltera.

¡Pero mis hijos siguen siendo adorables para mí!

Espera, ahora le estoy exigiendo dinero. ¡Sé severa y contundente!».

—¿Cuánto quieres? —El hombre se recostó en el sofá con arrogancia mientras se abotonaba la camisa. Sus sensuales abdominales brillaban seductores en la habitación poco iluminada.

Adriana se quedó aturdida un momento por sus abdominales. Recuperó rápido la compostura, se aclaró la garganta y levantó tres dedos.

»¿Trescientos millones?

—¡Ja! ¡Si me pagaras trescientos millones, me despertaría sonriendo en mis sueños! —se burló Adriana. Continuó—: No eres más que un gigoló. ¿Por qué eres tan engreído? Escucha, exijo tres meses de tu sueldo. A partir de hoy, dame la mitad de tus ganancias nocturnas.

«Después de todo, ahora ni siquiera me alcanza para comprar fórmula láctea para los niños. Por suerte, me topé con este gigoló cuando no tenía dónde acudir.

Tengo que desplumarlo para que pague por lo que me ha hecho.

Además, tiene que asumir alguna responsabilidad como padre de los niños.

Tres meses serán suficientes para superar este obstáculo. Después de mi período de prueba, mi salario aumentará a diez mil. Entonces podremos sobrevivir.

Para entonces, iremos cada uno por nuestro camino».

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