LIBIDO (COMPLETA) romance Capítulo 9

Después de escuchar su pregunta indecente la libido regresa a mi creando un cosquilleo en mi zona intima. Su mano se enreda con la mía y me lleva al primer instrumento a utilizar.

— ¿Te parece si utilizamos la cama primero? —pregunta.

No respondo.

Al tener la cama frente a mí siento sus manos acariciar mis brazos, la piel se me eriza al sentir el tacto de sus labios sobre mi hombro dando pequeños besos; poco a poco van descendiendo a mi cuello. Este hombre me está excitando. Sus labios suben a mi oreja, le da un mordisco y susurra.

—Sube a la cama y ponte en cuatro —ordena.

Excitada, obedezco a sus órdenes poniendo mis manos y piernas arriba del colchón, miro al frente y me encuentro con mi reflejo en el espejo, miro hacia arriba y también veo mi semidesnudo cuerpo en otra perspectiva, algo excitante. Lo siento moverse por la habitación, busca algo y después de unos cortos segundo regresa.

—Pon tus manos arriba de tu cabeza y júntalas.

Tomo mi papel de musa, subo mis manos poco a poco hasta dejarlas arriba, agarra de ellas y las amarra con un cinturón de cuero quedando atada a la cabecera de la cama. De nuevo se mueve de lugar, puedo percibir que se pone atrás de mí.

El cambio de lugar me desconcierta, hace que mis sentidos se agudicen, su objetivo es confundirme, saber cuál es su siguiente paso y logré alterarme.

—Nena. Ese será tu nombre cuando estés con tu amo. ¿Entendiste, nena?

Siento sus labios besar la desnudes de mi nalga y de nuevo una corriente placentera invade mi zona intima al sentir cómo pasa su mojada lengua por mi glúteo dejando una línea de saliva.

—Si, amo —mi voz sale excitada.

—Entendido —su boca se despega de mis glúteos.

La posición en la que me encuentro me priva la vista de sus movimientos, la única manera de averiguar es cuándo comience a tocarme y no tarda en hacerlo. Pone sus manos sobre en mis piernas haciendo unos ligeros masajes en ellas. Sus manos suben hasta el borde de mis bragas y las baja lentamente erizándome la piel con el cosquilleo de la tela rozando en mi piel. Con un suave golpe de su palma en mi pierna me indica que las levante y así él pueda despojar mis bragas.

Mi desnudes queda al descubierto de nuevo ante sus curiosos ojos, segundos después siento su respiración recorrer por mis piernas, glúteos y se detiene en mi vagina.

«Nunca me he excitado de esta manera», pienso perdida en la libido.

Siento el lubricante de mi coño deslizarse por mis piernas. Se percata de ello, dos de sus dedos pasan por el rastro deslizándose hacia arriba en zona húmeda. Con descaro unta mis fluidos por toda mi zona intima haciéndome suspirar por la fricción.

Sin detenerse, continúa acariciando esa zona depilada. Sus dedos hacen un buen trabajo que me roban el aliento. Sus dedos se resbalan adentrándose en mi interior y sin dudarlo los mueve adentrándolos hasta donde sus largos dedos se lo permiten.

De mi parte solo puedo sentir el placer que me proporciona, liberando unos pequeños gemidos por la sensación en mi entre pierna.

—No te escucho gemir —dice.

Todo este tiempo me estuve reprimiendo los gemidos, estamos en su casa y es media noche y no quiero despertar a los empleados, pero el insiste en querer escucharme. Aumenta el movimiento de sus dedos en mi interior haciendo un chapoteo. Sin poder evitarlo gimo al sentir la profundidad de sus dedos tocando mi punto G.

—No te reprimas en gemir. Necesito escucharte o no sabré si te gusta.

Saca sus dedos de mi coño y al instante me siento vacía; puedo escuchar cómo se desabrocha los pantalones para después dejarlos caer sobre el brillante piso de porcelanato; se despoja de su ropa y de nuevo acaricia mis piernas hasta llegar a mis glúteos.

El sentir sus manos se me erizan la piel, me gusta cómo me toca con delicadeza, pero esa sanación se interrumpe por otra más placentera. Con descaro restriega su glande por mis labios vaginales brindándome unos suspiros más audibles para él y para mí.

Está torturándome.

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