El increíble papá de los trillizos romance Capítulo 35

—Santiago, ¿por qué me desobedeces? —Selene se desesperó—. Hay muchos otros niños aquí y muchas niñas bonitas también. Por qué tiene que ser ella...

—No me importa. Tiene que ser ella. —Cuando terminó de gritar, Santiago salió corriendo.

—Santiago... —Selene y su guardaespaldas lo persiguieron.

Ahora sólo quedaban la Señorita Hortega, la Señorita Zamora y la familia de Adriana en la oficina de la Directora. Todos ellos estaban igual de aturdidos.

—Erm... —La Señorita Hortega declaró de manera incómoda—: Señorita Ventura, ¿por qué no se va primero a casa con los niños y me deja discutir el asunto con los Ferrera? Después de eso, la llamaré.

—Claro, pero por favor, facilíteme una copia de las cintas de seguridad. —Adriana sonrió con suficiencia—. En caso de que desaparezca, la verdad quedará enterrada de nuevo.

—Señorita Ventura, ¿es necesario? Ya que Santiago pidió que no se deje salir a Diana de la escuela, el asunto puede resolverse fácil...

—¡Señorita Hortega! —Adriana interrumpió a la Directora y afirmó de manera solemne—: Que quede claro. Por lo que dijo Santiago, es obvio que él es quien molestó a Diana y también dañó el auto de su familia. Mis hijos no hicieron nada malo y, sin embargo, fueron criticados y humillados por usted y la otra madre de familia. Hasta el punto de que nos echaron del colegio. —Adriana continuó:

»Ahora, no es cuestión de que miren más allá de esto. En cambio, depende de mí si quiero dejar pasar este asunto. Si no me entrega la cinta de seguridad, entonces presentaré una denuncia y dejaré que la policía venga por ella.

—Usted... —La Señorita Hortega comenzó a entrar en pánico. Supuso que todo el mundo tenía tanto miedo de los Ferrera como ella y que elegiría tomarse la humillación en silencio. No esperaba que Adriana fuera alguien que no se acobardara con facilidad—. Señorita Ventura, por favor, no se enfade —trató la Señorita Zamora de salvar la situación—. Hablemos de esto. Estoy segura de que podemos llegar a una solución amistosa.

—Claro que sí, hablemos de esto. —La Señorita Hortega dibujó una amplia sonrisa en su rostro—, es sólo un pequeño conflicto entre niños. Vamos a resolverlo de manera privada. Estoy segura de que no hay necesidad de involucrar a la policía.

Adriana se burló:

—Si la otra parte del conflicto fuera razonable y lo manejara con justicia, habría sido un asunto trivial y no habría llegado a este extremo. Selene fue grosera e intimidante con mis hijos, y, aun así, usted los acusó de manera injusta y sin ninguna base. De hecho, incluso los castigó. —Y añadió—: Cuando se reveló la verdad, eligió inclinarse ante su estatus e influencia. Incluso nos obligó a dejar la escuela. Ya que es incapaz de impartir justicia de manera equilibrada, no me queda más remedio que buscar una recompensa para mis hijos de otra manera.

—¿Qué quiere? —Preguntó la Señorita Hortega con impaciencia.

—¡Simple! —bromeó Adriana—. En primer lugar, entregar las imágenes de seguridad para demostrar la inocencia de mis hijos. En segundo lugar, que la Señora Ferrera y Santiago se disculpen con mis hijos. En tercer lugar, usted y la Señorita Zamora también tendrán que disculparse. De hecho, tendrán que anunciarlo a toda la escuela.

—La Señorita Zamora y yo podemos pedirles disculpas. Pero sería imposible conseguir que la Señora Ferrera y Santiago hicieran lo mismo. —La Señorita Hortega explicó con naturalidad.

—Su familia también vive en Ciudad H. Por lo tanto, ofender a los Ferrera no le hace ningún bien. Una palabra del Señor Ferrera es suficiente para ponerla en la lista negra. No podrá encontrar un trabajo ni meterlos a escuelas. ¿Qué va a hacer cuando eso ocurra?

—¡Si ni siquiera puedo proteger a mis hijos, no estoy capacitada para ser madre! —Adriana se enfureció aún más con las palabras de la Directora—. Ya que esa es su postura, levantaré un acta judicial. Quiero ver lo poderosos que son los Ferrera.

Justo mientras hablaba, Adriana sacó su teléfono para llamar a la policía.

—¡Señorita Ventura, por favor no lo haga! —La Profesora estaba desesperada y trató de agarrar el teléfono de Adriana.

—Qué está haciendo...

—¡Deténgase! —Una voz fuerte ladró desde atrás. Al mismo tiempo, un par de manos apartaron a la Señorita Hortega y atrajeron a Adriana hacia su abrazo.

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