El increíble papá de los trillizos romance Capítulo 29

Seguía llevando las gafas de montura plateada y tenía una leve sonrisa en la cara. Cualquiera que lo viera quedaría hipnotizado. Sin embargo, parecía haber perdido algo de peso.

Adriana se preguntó cómo había estado en los últimos años. Cuando el pasado volvió de golpe, los hermosos e inocentes recuerdos de aquella época inundaron su mente.

Sintiendo el ardor en la nariz, los ojos de Adriana se pusieron rojos. Solía estar tan pero tan enamorada de él...

Le había entregado toda la pasión de su juventud mientras él le había prometido casarse con ella y protegerla de manera incondicional. Él le había dado el mundo...

«Por desgracia, la gente cambia».

Como si sintiera algo, Héctor se volteó para mirar. Adriana se escondió rápido detrás de la columna con el corazón palpitando de manera acelerada.

«¿Me habrá visto?».

Detrás de ella, pudo oír unos pasos que se acercaban. Estaba muy nerviosa, ya que no quería que él la viera en esas circunstancias.

Cuanto más se acercaban los pasos, más rápido latía su corazón. Cuando estaban justo detrás de ella, le entró el pánico y empezó a correr.

—Oye, ¿por qué corres? —David le preguntó desde atrás. Al detenerse para comprobarlo, Adriana se dio cuenta de que sólo era David.

Héctor había entrado en el ascensor y se dirigía al piso sesenta y seis, donde se encontraba la sala de reuniones de la oficina del Presidente.

Sólo entonces, Adriana lanzó un suspiro de alivio. Sin embargo, una ola de decepción se apoderó de ella.

«No me reconoció. Parece que me olvidó de verdad».

»No te preocupes, yo me sentí igual cuando conocí a alguien importante. De hecho, estaba incluso más nervioso que tú. Te acostumbrarás después de algún tiempo. —David supuso que Adriana estaba asustada por su falta de exposición al mundo.

—Gracias. —Adriana estaba agradecida y sentía que sus compañeros del departamento de seguridad eran en general amables.

—Vamos a patrullar por allí. —Mientras David guiaba a Adriana en sus rondas, también le explicó a qué debía prestar atención cuando patrullaba.

Justo cuando conversaban, un Rolls-Royce Phantom se dirigió hacia ellos.

»Es el auto del Presidente. —David se acercó y le gritó a Adriana que hiciera lo mismo—. Rápido, sígueme.

Al saber que el Diablo era la razón por la que había caído en tan indignas circunstancias, la ira se hinchó en su interior. Lo único que quería hacer era destrozarlo.

Sin embargo, ya que se iban a ver, quiso interrogarlo sobre lo que había hecho para ofenderlo. O bien, trabajar como guardia de seguridad no estaba bien.

Manteniendo ese pensamiento, Adriana lo siguió.

»¡Buenos días, Señor Licano! —David saludó de modo respetuoso al Presidente mientras abría la puerta.

«Buenos días, su c*lo, ya son las diez y media». maldijo Adriana en su fuero interno.

Mientras Dante salía del auto, su traje negro le daba un aspecto misterioso y elegante. Junto con su rostro apuesto, pero frío...

«De verdad parece ser una molestia».

—Parece que trabajar como guardia de seguridad no te sienta bien. —Cuando Dante vio la expresión resentida de Adriana, le echó sal a la herida—. ¿Tal vez, ser una limpiadora sería un mejor cambio?

—Erm... —Adriana se quedó aturdida por un momento antes de ponerse rápido en posición de firmes—. ¡Buenos días, Señor Licano! Qué bueno es verlo aquí... ¿Ya desayunó? ¿Necesita que le traiga algo?

—Claro, por qué no. —Dante sonrió con suficiencia mientras lanzaba una mirada a Fabián.

Fabián se acercó a Adriana y le indicó:

—Tráele la pizza de La Bella Italia, sándwiches de carne de Listón Azul, café artesanal de San Lorenzo... Eso debería bastar por hoy, es mucho menos de lo habitual.

—Erm... —Adriana abrió los ojos con sorpresa.

—Gracias por las molestias. —Conteniendo la risa a simple vista, Dante le lanzó una mirada antes de salir con sus guardaespaldas detrás.

—Mándalos a la sala de reuniones del piso sesenta y seis en media hora. —Tras dar instrucciones a Adriana, Fabián alcanzó a Dante.

Adriana se quedó estupefacta. Se ofreció a comprar el desayuno por cortesía y no esperaba que el Diablo la aceptara, y menos aún que le exigiera tanto.

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