El increíble papá de los trillizos romance Capítulo 15

El lunes fue un día ajetreado. En cuanto Adriana llegó a la oficina, se sumergió en el trabajo y sólo pudo parar cuando llegó la hora de comer.

Siguió a sus compañeros del departamento de administración hasta la cafetería de la empresa, en el piso 21. Acababan de salir del elevador cuando se encontraron con Dante.

El hombre salió del elevador de forma imponente, haciendo que el aire se solidificara. El resto de sus empleados se retiraron a un lado y miraron al suelo en silencio.

Adriana se asomó y se encontró con su gélida mirada sin previo aviso. De inmediato bajó la vista, asustada. «¿Me estaba viendo el Diablo?».

—No me tomen en cuenta. Continúen —pronunció Dante.

Los empleados quedaron gratos y sorprendidos por las palabras de su Presidente. Era la primera vez que le oían dirigirse de manera personal a ellos, así que estaban muy emocionados.

Dante se sentó en un asiento junto a la ventana. Dos guardaespaldas vigilaban detrás de él mientras Fabián se iba a pedir la comida.

Adriana le echó un vistazo una vez más. La luz del sol se reflejaba en su cuerpo, envolviéndolo en un brillo dorado como el de un dios griego.

«Si tan sólo este hombre fuera el padre de mis trillizos».

Cuando ese pensamiento pasó por su mente, Adriana lo desechó de inmediato. Tomó su charola de comida y siguió a sus compañeros hasta su mesa habitual.

Cuando se sentó, apareció el molesto Marco.

—¡Hola! —Adriana puso los ojos en blanco y se movió de lado para mantener la distancia con él—. ¿Cómo es que puedes comer tan poco? —se burló Marco—. Come bien. La cafetería de nuestra empresa sirve un lujoso buffet gratuito. Es mejor que los de los hoteles de cinco estrellas.

Ignorándolo, Adriana bajó la cabeza y se concentró en su comida.

—Ey, ¿por qué el Señor Licano está comiendo hoy en la cafetería? —preguntó Fiona, la compañera de Adriana.

—Yo también tengo curiosidad. Nunca viene a nuestra cafetería —dijo Rosa, otra compañera. Se asomó a la mesa opuesta a la suya y bajó la voz—. Debido a su presencia, todos estamos tensos. Mira qué silenciosa está ahora toda la cafetería.

—Sí, me tiemblan las manos. —Yolanda no se atrevió a levantar la vista.

—Ah, no se pongan nerviosas. —Marco parecía imperturbable—. Puede parecer frío, pero en realidad es bastante amable.

—Señor Palacios, parece que conoce bien al Señor Licano. —Un colega masculino expresó su curiosidad—. Lo vi saludarlo la última vez.

—Por supuesto. El Presidente y yo somos muy amigos... —respondió Marco. Su voz se entrecortó, como si insinuara un significado más profundo de sus palabras.

—No me extraña que lo hayan ascendido tan rápido en seis meses. Resulta que usted es amigo del Señor Licano. —Los colegas masculinos se apresuraron a acercarse a él—. Señor Palacios, por favor, cuide de nosotros en el futuro.

—No te preocupes. Mientras hagan un buen trabajo, tendrán un ascenso en poco tiempo —dijo Marco con suficiencia.

Adriana no pudo aguantar más. Tomó su charola y se levantó para marcharse.

Marco fue tras ella.

»¡Adriana, espera! —Molesta, los pasos de Adriana se aceleraron. Marco la persiguió y se puso delante de ella—. ¿Por qué tienes tanta prisa? Caminemos juntos.

—Señor Palacios, no lo conozco bien... —Antes de que Adriana pudiera terminar, alguien chocó con ella.

Ella se tambaleó hacia adelante por la fuerza mientras su pasta boloñesa sin terminar salpicaba la cara de Marco.

Mientras la pasta le caía por la cara, todos soltaron un sonido de sorpresa.

Marco se puso rígido, por completo aturdido. Enseguida recuperó el sentido común y se limpió de manera torpe la salsa boloñesa de la cara, enfadado.

Adriana se soltó a reír. Parecía una reacción grosera, así que se disculpó de inmediato.

»Lo siento. No lo hice a propósito. Alguien chocó conmigo y... —Cuando se volteó para mirar, se dio cuenta de que la persona que había chocado con ella no era otra que Dante.

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