El increíble papá de los trillizos romance Capítulo 10

—Te enviaré mi cuenta bancaria. Recuerda ingresar tu sueldo antes de las 12 de la madrugada todos los días, ¿entendido? —le recordó Adriana mientras tecleaba con furia en su teléfono.

¡Ding! El hombre recibió un mensaje.

Hizo clic en el texto y vio el número de cuenta que ella acababa de enviarle.

Sonrió. «¡Esto es interesante!».

En ese momento, el teléfono de Adriana empezó a sonar.

Al ver que era Marco, contestó y gritó frustrada:

»Deja de presionarme. No tengo dinero para pagar la cuenta. Ya no quiero el trabajo en Corporativo Divinus. ¿Con eso basta? —Colgó enseguida, con el rostro enrojecido por la ira.

Como acababa de perder su nuevo trabajo, se desplomó en el sofá, abatida. Al ver la copa de vino delante del hombre, la tomó y se la terminó de un trago.

Adriana soltó un eructo y se quejó:

»Todo es culpa tuya. Acabo de perder mi trabajo por tu culpa. Es difícil encontrar un trabajo hoy en día. No puedo creer que ese hombre despreciable me haya hecho eso.

—¿Mm? —preguntó el hombre—. ¿Alguien de Corporativo Divinus te inculpó?

—No lo entenderás. —Adriana estaba a punto de ignorarlo cuando se le ocurrió algo—. ¿Puedes pagar una cuenta de cientos de miles aquí?

—¡Si, seguro!

—¡Genial! —Adriana le dijo al hombre que pagara la factura, que era de más de ciento ochenta y tres mil. Le dolía el corazón por la factura tan ridículamente cara, pero tenía que mantener su trabajo. Después de todo, tenía que mantener a sus hijos.

»Gracias. Te descontaré el importe de tu adeudo total. Se dirigió a sus colegas y les informó—. Ya pagué la cuenta. ¿Se divirtieron esta noche?

—Sí, sí. Gracias, Adriana —le gritaron sus colegas.

—¿De verdad pagaste la cuenta? Escuché que eran más de ciento ochenta mil —preguntó un colega con incredulidad.

—Sí, fue bastante caro. Agoté algunas tarjetas para pagar la cuenta. Estaré comiendo pan durante los próximos meses. —Adriana dejó escapar una risa amarga—. ¡Pero merece la pena mientras te hayas divertido esta noche!

—Bueno... —Otros compañeros se sintieron mal por ella y miraron a Marco.

—Adriana está siendo humilde. El dinero no le alcanza ni para comprar un bolso. Es imposible que haya agotado sus tarjetas. —Marco se rio—. Pero, de todos modos, gracias. La próxima vez, yo invito.

Adriana estaba molesta por lo despreciable que era esa escoria, pero no podía replicar, ya que necesitaba ese trabajo. Ignorándolo, despidió a sus colegas.

—Adriana, vine en auto. Deja que te lleve de regreso.

—Está bien. Puedo tomar un taxi. Pero te lo agradezco. —Cuando Adriana salió del salón privado, el hombre ya no estaba en el bar.

«Debe estar con una clienta ahora. No puede quedarse sin hacer nada, ¿eh?».

Le envió un mensaje de texto: «Ya me voy. Trabaja duro y gana más dinero. Cuanto más rápido pagues tu deuda, más rápido serás liberado».

En la habitación, cuando Dante recibió su texto, las comisuras de su boca se levantaron.

«¡Qué mujer tan tonta y a la vez tan adorable!».

—Señor Licano, Pardo acaba de aparecer. —Fabián, su guardaespaldas, entró e informó—. Envié a alguien para que lo vigile. Averiguaremos con quién se pondrá en contacto.

—Recuerda, no lo alertes.

—¡Entendido!

Al no recibir respuesta de él, Adriana entró en pánico.

«¿Está tratando de faltar a su palabra? Todavía estoy cerca. Si en verdad tiene esa intención, puedo regresar a buscarlo».

Llamó de inmediato a ese número. Dante estaba a punto de irse cuando sonó su teléfono. Sonrió sin pensarlo al ver quién era.

—¿Hola?

—¿Por qué no respondiste a mi mensaje? ¿Estás tratando de escapar? —preguntó Adriana.

—Estoy ocupado ganando dinero para pagar mi deuda —explicó Dante, bien inmerso en su papel.

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