VENGANZA EQUIVOCADA (Saga Los Ferrari) romance Capítulo 18

Taddeo, se encontraba en su casa, estaba triste por el castigo que le había impuesto su padre, aunque también estaba enojado, le parecía injusto que lo hubiese castigado sin oírlo, cuando no era culpable, no comprendía como se podía ser tan ligero a la hora de tomar decisiones sobre una persona sin escucharlo previamente, eso era inaceptable y todo por esa estúpida niña.

Pero de nada valía lamentarse, no había nada que hacer, su padre se había ido con su hermano para La Toscana y no se lo había llevado, habían transcurrido diez días, en los cuales ellos estaban disfrutando y divirtiéndose mientras él se encontraba encerrado y aburrido, bueno realmente había estado entretenido con sus libros, pero lo que más le afectó fue que Sebastián se haya ido sin despedirse, esperó que lo buscara, pensó que iría tras él, claro que él también se había ido con su abuela Alicia para usarla como escudo contra su padre, pero creía que su amor por él era más grande que su orgullo, pero se equivocó. También pensó que no saldría hasta el día siguiente y que en la noche se acercaría a su habitación para que hablaran, por eso se sorpendió cuando no llegó, conociéndo por su abuelo que había adelantado el viaje.

No creía siquiera hubiese sentido remordimiento por dejarlo en Palermo, nunca estaba contento con lo que él hacía, sentía que siempre objetaba sus actos y lo que decía, siempre tenía algo que corregirle, aunque sabía que él también cuestionaba a su padre, eran muy parecidos, pero tampoco tenía la culpa que la naturaleza lo hubiese dotado con un coeficiente intelectual alto, y que no pudiera controlarse si veía que algo no se estaba haciendo bien o si surgía una idea mejor para hacerlo, aún no había aprendido como era eso de morderse la lengua.

Su vida no era muy agradable, sentía que no encajaba en la escuela, ni en la casa, ni con sus amigos, ni compañeros de juegos ¿Por qué tenía que ser distinto?, mucha gente le huía, no querían relacionarse con el "raro" que siempre estaba a unos pasos más allá de ellos, hasta los maestros muchas veces se enojaban, porque manejaba temas con mayor profundidad que ellos, y le criticaban diciéndole que no se pasara de listo.

Trataba, por Dios que lo hacía, de no opinar o parecer indiferente, pero es que llegaba un momento que se ahogaba y tenía que decir lo que pensaba, si al menos tuviera a su mamá, ella lo comprendería, no lo cuestionaría, ella siempre lo había guiado con amor.

No es que Sebastián no lo tratará bien, lo cuidaba, jugaba, le preparaba sus platos preferidos, muchas veces tenían conversaciones interesantes, lo entrenaba para que mejorara en las carreras de autos, lo llevaba a las clases de música, a los cursos de idioma, en verdad hacía su mayor esfuerzo, pero a veces le daba la impresión de que no sabía como tratarlo, era muy duro con él, a veces sentía que le exigía más que a Camillo, alegando que era el mayor, por favor, si apenas lo era por diez minutos, pero él sabía que el verdadero motivo era que lo veía como si fuese un adulto, a su padre se le olvidaba que emocionalmente seguía siendo un niño y con las mismas necesidades afectivas de uno de su edad.

Aunque también a veces le daba pena su padre, no debió ser fácil tener que enfrentarse al cuidado de dos niños, sin estar preparado, sin embargo, allí estaba tratando de dar lo mejor de sí y en honor a la verdad, también él era muy crítico con su padre.

Frustrado se levantó, tomó un balón de fútbol, y decidió escaparse, olvidarse de todo dejar de pensar, ser sólo él, se había escapado en otras oportunidades, los guardaespaldas de su abuelo eran fáciles de evadir, menos mal que nadie tenía intenciones de hacerles daño, porque si no sería inevitable que lo lograran.

Luego pensó ¿será qué si se extraviaba su padre se preocuparía por él? Salió por el balcón de su habitación, se subió a un árbol cercano y se deslizó sosteniéndose con sus manos, mientras acunaba el balón entre el árbol, su pecho y su cabeza. Al bajar bordeó la edificación hasta llegar a la zona del bosque que se ubicaba en el lateral derecho de la casa, hasta salir por la verja más cercana, la abrió y se deslizó afuera, se fue caminando, después de dos kilómetros de recorrido, sintió que lo seguían, empezó a caminar deprisa cuando escuchó ruidos de motocicletas, al voltearse observó tres que se le acercaban, cuando se dio cuenta ya estaban encima de él, intento correr pero fue en vano, uno de los pasajeros de la motocicleta lo levantó, lo subió y lo agarró con fuerza, él intento rebelarse pero el hombre le colocó un pañuelo en la nariz con una sustancia que le produjo somnolencia y lo sumió en una profunda oscuridad.

***

Sebastián, Anabella y Camillo, llegaron a Palermo después de tres horas y cuarenta y cinco minutos de vuelo, descendieron rápido del avión. Sebastián había dejado su carro en el aeropuerto, se dirigieron allí, estaba deseoso por llegar, no había querido decirle a Bella porque no quería intranquilizarla, pero estaba preocupado por su hijo, quería verlo, su corazón estaba acelerado, quería ver a su hijo, tenía que disculparse con Taddeo, lo había castigado injustificadamente, y lo peor es que había intentado defenderse, pero no quiso escucharlo y eso le pesaba profundamente, amaba a sus dos hijos, estaba orgulloso de los dos, pero Taddeo tenía la capacidad de sacarlo del quicio, y al niño le encantaba probar su alcance, además ese carácter endemoniado que tenía, pero lo amaba profundamente, no se imaginaba la vida sin ellos.

Después de treinta minutos llegaron a la casa, ya había llamado explicando que Anabella iba con ellos, para que su padre preparara a Alicia y a Amine, porque efectivamente Antonia era ella. Apenas entraron al salón principal de la casa estaban Alicia, su padre y Amine, cuando la vieron los tres corrieron a abrazarla, mientras lloraban, y le decían lo mucho que la habían extrañado y lo contento que estaban de tenerla de vuelta.

Alicia le decía —¡Hija de mi corazón! ¡Oh por Dios!—lloraba—, no puedo creer que estés con nosotros—le decía tomándole el rostro emocionada —, después de haber pensado que nos habías dejado, sufrimos mucho por ti, todos nosotros, mis nietos, sobre todo Taddeo y aunque me cueste admitirlo también el odioso de Sebastián—le decía mientras seguía tocándole el rostro, sus cabellos para enseguida exclamar—. ¡No puedo creerlo! Esto debe ser un sueño, del cual jamás quiero despertarme.

—Amor no es un sueño, es la realidad, nuestra niña volvió con nosotros—decía Giovanni, mientras se acercaba para besar a Bella en la cabeza—. Mi niña, la princesa que la vida me regaló. No sabes todo lo que te extrañé, y como pedía al cielo que no fuese verdad lo de tú partida y me escuchó, estás con nosotros y no volverás a separarte de nuestro lado.

Anabella estaba muda emocionada de estar con su familia, no expresaba palabras sólo los abrazaba, y olfateaba su aroma, para tratar de ubicarlos en sus recuerdos.

—Y a mí ¿no me van a dejar abrazar a mi niña sola? —decía Amine—. Te extrañé mi nena, me hiciste mucha falta, me acostumbré pronto a estar junto a ti —terminó con lágrimas en sus ojos mientras se abrazaban—. Sebastián debe estar feliz, también mi Camillo y Taddeo enloquecerá de la emoción ¿Dónde está Sebastián?—preguntó.

—Subió a buscar a Taddeo, de sólo imaginar la cara de felicidad de mi niño mi corazón brinca emocionado —dijo Giovanni.

Apenas había dejado de hablar cuando bajó Sebastián angustiado junto con Camillo —Padre ¿Dónde está mi hijo?

— Hijo, luego de desayunar él subió a su habitación, hoy no quiso ir al colegio, también avisó que no quería almorzar.

—Pues no está en su habitación padre, lo busqué en el ala norte del segundo piso y no lo conseguí —luego gritó—. Andrés, Andrés, Andrés—de seguida entró un guardaespaldas—, por favor quiero que busques a Taddeo, pon a tus hombres que revisen en toda la propiedad, dentro de la casa, y en los jardines, en el bosque, revisen las cámaras de seguridad, pero encuentren a mi hijo ¡Ya! —exclamó Sebastián angustiado, porque tenía un mal presentimiento.

—Esto no puede estar pasando, ¡No puede ser! apenas acabo de volver con ellos, no puedo perder a mi hijo ¿Cómo va a desaparecer? Esa fue la amenaza que nos hizo Leónidas, estoy segura que él lo mandó a secuestrar, se lo llevó, nos amenazó con que lloraríamos lágrimas de tristeza. ¡Oh por Dios! Que no le haga nada—expresó Anabella descontrolada—, fue tú culpa Sebastián, no debiste dejarlo sólo, no debiste castigarlo, no lo dejaste defenderse, no quisiste escucharlo, ¡¿Qué clase de padre eres?! ¡Eres de lo peor! ¿Cómo te has encargado de ellos si no piensas en sus sentimientos? —le dijo alterada, llorando acercándosele a Sebastián y cayéndole a golpe en su pecho encolerizada, estaba fuera de sí le gritaba —. ¡Te odio Sebastián!

En un principio él aguantó sus golpes sin reaccionar, pero luego de un momento la tomó por los brazos y le dijo— Ya Anabella por favor, ¡Cálmate! No te angusties, ¡Por favor tranquilízate!— mientras sentía una profunda tristeza, ella tenía razón, era un mal padre, lo que tanto había temido, no supo cuidarlos, protegerlos, nunca hacía nada al derecho, si se propusiera a hacer las cosas mal, nunca le saldrían tan bien; ocultando lo miserable que se sentía, consoló a Bella diciéndole —. Por favor Bella, no quiero que te atormentes mi pequeña, eso no es bueno para ti. Conseguiremos, a nuestro hijo, tal vez ande en el bosque extraviado.

—Anabella es injusto acusar a Sebastián de mal padre, si alguna virtud tengo que reconocerle es esa, adora a sus hijos y no dejó sólo a Taddeo, lo dejó con nosotros, sus abuelos, si existe algunos culpables seremos Giovanni y yo —expresó Alicia—. Ni en nuestras peores pesadillas nos imaginamos que esto pasaría—.Terminó angustiada.

Sebastián no pronunció palabra alguna, se veía afectado, sólo acercó a Anabella hacia su pecho y la abrazó con fuerza.

Sorpresivamente Anabella se quedó inmóvil y se puso pálida, como si estuviese en shock, todos se quedaron observándola preocupados, hasta que ella expresó mirando a Sebastián con intensidad— ¡Oh por Dios! ¡Lo recordé! ¡Y tú! tienes mucho que explicarme Sebastián Renaldo Ferrari Castello —mientras ella pronunciaba esas palabras Sebastián quedó pálido sintiendo que su mundo, terminaba de derrumbársele encima.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: VENGANZA EQUIVOCADA (Saga Los Ferrari)