VENGANZA EQUIVOCADA (Saga Los Ferrari) romance Capítulo 17

Anabella se despertó al amanecer, producto de los besos y caricias de Sebastián, se habían extrañado mucho y no perdían oportunidad de entregarse uno a otro e irremediablemente volvieron a amarse, ella gimió y entonces él la beso con toda la fuerza y pasión masculina, pasó sus manos por esa delicada zona entre las piernas y cuando la sintió preparada la poseyó, y empezó a moverse con vigorosas embestidas, él sabía exactamente lo que ella deseaba, se acoplaban perfectamente uno con otro, hasta que oleadas de placer los recorrieron estremeciéndolos, se abandonaron a las sensaciones, hasta gritar de satisfacción.

—Anabella, mi amor tengo algo que conversar contigo, es de algo que sucedió en el pasado—Le dijo con seriedad, debía contarle la verdad no podía empezar su relación con mentiras, tal vez si le contaba todo, ella lo perdonaría, pensó esperanzado.

Ella se quedó viéndolo con el ceño fruncido y movió su cabeza negativamente—No me gusta tú cara de seriedad Sebas—luego se le encimó y empezó a besarlo—, y si lo que vas a decirme te pone de esa manera, no quiero escucharlo. Mejor tengo otras ideas, nos bañamos y vamos a buscar a Taddeo y luego después mucho después conversamos de eso que quieres decirme. Además, estoy ansiosa por ver a mi hijo, me prometiste que hoy lo buscabamos.

—Está bien amor, como quieras —dijo Sebastián mientras caminaban a la ducha sin dejar de besarse, no se cansaba de ella, mientras se bañaban, la volvió hacer suya, tenía miedo de que ella recordara y cuando había sentido el valor para contarle, ella había preferido que esperaran ver a Taddeo. Hasta que ese momento llegara, tenía que hacer que Bella se enamorara locamente otra vez, que no pudiese estar separada ni un sólo minuto de él, de tal manera que no lo abandonara cuando supiera lo patán que había sido en el pasado.

Al pensar en eso, paso sus manos por la cabeza de manera nerviosa, y dio un profundo suspiro, ella se dio cuenta y le preguntó —¿Qué te preocupa amor?

—Nada mi amor, sólo quiero que me hagas una promesa —pidió preocupado, porque sentía que de alguna manera debía lograr que ella no lo dejara.

—¿Qué promesa?—preguntó ella.

—Bella, prométeme que pasé lo que pasé jamás me vas a dejar, prométemelo Anabella, por favor —pidió con tono desesperado.

—Sebastián no tienes nada que temer, aunque no recuerde lo que vivimos, igual te amo y jamás me apartaré de ti y de mis hijos. Si me alejé de ustedes, es porque no recordaba absolutamente nada, sin embargo, en mi subconsciente estabas porque te pintaba, realicé una cantidad de cuadros con tu rostro, cuando te vi en el cafetín me asusté y de allí empecé a tener sueños que eran como mi mente me hacía traer esos recuerdos, no temas amor, no habrá fuerza alguna que me aleje de ustedes.

—Anabella, ¿Cásate conmigo?, ya nosotros somos una familia, es sólo una formalidad. Por favor acepta ser mi esposa —le preguntó besando sus manos.

—Pero porque tienes tanta prisa Sebastián, ¿A qué le temes? —interrogó ella en tono de cansancio.

—¿Eso significa que no te quieres casar conmigo? —expresó decepcionado.

—No he dicho eso. Yo siento que te amo y que te has colado en mi sistema, me encanta estar contigo, pero quiero recuperar todos mis recuerdos antes de casarme —habló angustiada.

—Y si nunca vuelven tus recuerdos ¿Entonces no nos casaremos jamás? ¡Está bien! se hará como tú digas, tal vez es que sientes que tu amor no es lo suficiente, para aceptar ser mi esposa—. Expresó entristecido, tomó la toalla y salió del baño, cerrando la puerta.

Anabella lo llamó, pero él ignoró su llamado, ella se enjuagó su cabello cerró el grifo de la ducha, tomó la toalla y salió a la habitación pero él ya no estaba. Se vistió rápido, bajó al comedor, estaban Nick, Sophi, Alondra y Matteo, pero no estaba ni Camillo ni Sebastián. —Hola a todos ¿Cómo están? ¿Saben dónde está Sebastián? —. Preguntó.

—Hasta donde sabemos, ustedes se quedaron juntos—le dijo Sophía con una sonrisa—. ¿Se te escapó sin avisar?

Ella se sonrojó —Son un par de chismosos. Él salió mientras me bañaba y no sé qué se hizo.

—La villa tiene cámaras—cuando vio que Anabella se puso blanca— , tranquila las habitaciones y los baños no tienen—expresó con picardía—. ¿Qué pasó con Sebastián?—le preguntó Sophía.

—Tuvimos una pequeña desavenencia. Me pidió matrimonio, le dije que porque tanta prisa, me acusó de no querer ser su esposa, le dije que si quería, pero debía recordar antes de dar ese paso, luego asomó que a lo mejor mi amor no era suficiente para querer ser su eaposa— aunque lo llamé no me respondió.

—Qué hombre tan manipulador —manifestó Sophía entre dientes y en voz baja.

—¿Cómo amiga? No entendí lo que dijiste —interrogó Anabella.

Nick se quedó viendo a Sophía con una mirada de súplica, ella volteó hacia el otro lado para no seguir observándolo. Él habló antes que Sophía pudiera agregar algo más— Sophía dice, que Sebastián está preparando a Camillo, no te preocupes no se ha ido—manifestó Nick. Terminando de hablar, apareció Sebastián con el niño y traían su equipaje.

—Buen día a todos—Saludo Sebastián sin ver a Anabella.

—¿Para dónde van? —Preguntó Nick.

—Nos vamos a casa, quiero ver a Taddeo —manifestó Sebastián.

—¿Por qué no lo trajiste? —Preguntó Nick.

—Lo castigué —expresó Sebastián.

—A propósito de eso, Alondra fue quien empezó la disputa —dijo Sophía.

—Ya lo supe, me lo dijo Anabella. —respondió Sebastián.

—Voy a subir arreglar mi valija para irme con ustedes —enfatizó Anabella.

—Tranquila no es necesario, si quieres puedes seguir disfrutando de tu estadía en Florencia, luego envio por ti —le manifestó Sebastián.

—Si no te has dado cuenta y aunque no lo he recordado todo, yo soy la madre de los gemelos y no tengo intenciones de estar alejada de ellos ni un segundo más, pienso ejercer mi rol de madre con todas las de ley, no los voy a dejar solos, voy a volver con mis padres, y si no es de tú agrado tienes dos opciones o te lo aguantas o te vas de Palermo a donde sea que tengas tu casa —espetó alterada con sus ojos brillantes de furia dándose la vuelta.

Se veía realmente hermosa enfadada, dejó las maletas a un lado y se le acercó y la tomó por la espalda abrazándola —Mujer ¡Qué carácter! No me voy a ir a ninguna parte, porque yo también voy a seguir siendo padre con todas las de ley, ¿Estamos claro? —preguntó.

—Tan claro como agua de barro. Ahora quíteme las manos de encima señor Ferrari—manifestó molesta.

—¿Cómo agua de barro? Esa agua no es clara, y no voy a dejar de abrazarla señorita Estrada, porque usted es mía—le murmuró al oído. Ella sintió como sus mejillas se ruborizaban.

—¡Vaya! están muy cariñosos, pueden subir las escaleras, allí tienen sus respectivas habitaciones, pueden escoger la que gusten —expresó Nick en forma jocosa.

—Sebastián suéltame, no te da vergüenza, con Sophía y Nick y están los niños—le dijo Anabella.

Él soltó una carcajada y manifestó —No estoy haciendo nada malo, sólo es un abrazo, para decirte que te extrañé.

—Serás zalamero, a penas hace menos de treinta minutos estábamos juntos —mencionó Bella.

—Bueno, eso dítelo a ti misma que andabas preguntando por mi —espetó guiñándole el ojo, mientras la soltaba y se sentaba a la mesa a desayunar.

—Muy gracioso —expresó haciéndole una mueca.

Ya desayunando, los adultos empezaron hablar de trivialidades, mientras los niños mantenían una conversación animada, hasta que una vez terminado, Nick le pidió a Sebastián que lo acompañara a su estudio, para platicar con él.

Se levantaron y llegaron al despacho de Nick, éste le pidió que tomara asiento, sirvió dos copas con dos tragos de whisky con hielo cada uno, le entregó una a Sebastián y le preguntó: —Dime ¿Qué estás haciendo?

—¡Salud!—expresó Sebastián mientras se tomaba el whisky de un solo trago—brindando contigo.

—No evadas mi pregunta —amonestó Nick.

—¿Qué quieres que te diga? que estuve con ella y fue mucho mejor de la primera vez que eatuvimos juntos, que esa mujer me vuelve loco, que es la única capaz de hacerme llegar al cielo y al infierno al mismo tiempo, que me enamoré de ella y que nunca había amado, porque toda mi vida fui un desgraciado de mierda que tomó todo de la gente sin dar nada a cambio, incluso lo intenté hacer con ella y por eso la perdí hace más de seis años. Que estoy pidiendo a Dios que no recupere la memoria, porque me quiero casar con ella antes de que recuerde, porque si no me va a mandar a la chingada. ¿Dime qué quieres oírme decir? ¿Qué sigo siendo el maldito egoísta de siempre? —terminó rompiendo la copa contra la pared y pasándose la mano por la cabeza, mientras lágrimas de impotencia corrieron por su rostro.

—¡Vaya! Quien lo hubiese creído —y se carcajeó—, esto es digno de reseñarlo me haría más millonario que tú, el majestuoso, todopoderoso, intocable Sebastián Renaldo Ferrari Castello, llorando moqueado por el amor de su hermanastra a la que despreció y humilló hasta desquiciarla, sabes me alegro que vivas en carne propia lo que hiciste muchas veces, y no me refiero mí, porque yo superé todo eso, y gracias a esa historia pude conocer a mí verdadero amor a Sophía, sino lo que le hiciste a muchas féminas. Todo se paga en esta vida ¿Sabes?—terminó riéndose.

Sebastián lo observaba con ojos entrecerrados y con una mirada intensa le dijo — ¡Bravo!, sigue echándole sal a la herida, pero cuéntame ¿para eso fingiste volver ser mi amigo? para burlarte y regodearte—se levantó de su asiento y cuando iba rumbo a la puerta, Nick lo detuvo.

—Claro que no, es sólo que el grillito malo que todos tenemos fluyó, me sorprende verte así tan enganchado. No te enojes, sólo bromeaba para quitarles pullas al asunto. Y si te llamé aparte es para decirte, que no te vayas a casar con Anabella sin contarle la verdad, ella confía en ti, no puedes volver a engañarla y Sophi está molesta no quiero problemas con mi esposa Sebastián, tú quieres manipular a Bella, y cuando recupere la memoria se va a enfadar contigo y puede que no te perdone, no te arriesgues cuéntale como terminaron las cosas entre ustedes la primera vez.

—¿Te estás oyendo Nick?, si yo tomo tu consejo y le cuento a Anabella la verdad sin casarme, la voy a perder en cambio si estamos casados y vivimos juntos con nuestros hijos, no va a poder dejarme.

—¡Por Dios hombre! ¿Te estás oyendo? No seas tan maquinador, porque cuando te descubra, te va a odiar —lo amonestó Nick.

—No, si las cosas pasan como te estoy diciendo, se molestará pero no va a odiarme, ella me ama desde que era una cría. Además ya intenté contarle la verdad y no quiso escucharme, me dijo que después hablabamos de eso.

—La vas a perder. Escucha mi consejo. Se de lo que hablo, a mi me pasó igual con Sophía por no escuchar a Liuggi —replicó Nick.

—No Nick, no voy a perderla, sin ella mi vida es un infierno, no sabes todo lo que viví por culpa de su ausencia. Lo mío con ella no fue sexo fue hacer el amor, con ella siento emociones inimaginables. Con ella sentí que llegué a mi hogar. ¿Entiendes? Desde que estuve con ella, la soñé un millón de veces haciéndole el amor, cuando la aparté de mi lado, aunque me hacía el desentendido, y me di a las fiestas y a otras mujeres, procurando el mismo placer que sentí con Anabella, la primera vez, pero no fue así. ¡Maldita sea! —gritó—,hasta que anoche volví a estar con ella, y no puedo seguir viviendo separado de Bella, ¡Entiéndeme! — dijo exasperado.

—¿Acaso estás obsesionado con ella? —preguntó Nick frunciendo el ceño.

—No es obsesión es amor y si tu amas a Sophía debes estar claro de lo que estoy sintiendo —declaró con firmeza.

—Por supuesto que se de lo que hablas, Sophía, es mi todo, mi adoración, ella es quien me mantiene en movimiento, vivo y respiro sólo para ella—respiro profundo —. Que disyuntiva, no quisiera estar en tu piel. Y eso sin contar con que la arpía de tu suegra, no le cuente la verdad.

—Por eso debo convencerla de casarse antes de que su mamá pueda influenciarla, tengo que hacerlo pronto, de allí depende de nuestro futuro —manifestó Sebastián.

—Mi esposa tiene razón, eres un manipulador—expresó Nick.

—¿Y por que Sophía opina eso de mi? —se quedó viendolo—. ¿Se lo contaste todo? ¡Si serás chismoso!—espetó molesto.

—No soy ningún chismoso, Sophía es mi esposa, la mujer que amo y no tenemos secretos uno para con el otro, y sí nos contamos todo. Cosa que no puedes decir tú, dado que le ocultas cosas a Bella. Sólo te voy a decir que consideres mi consejo, porque si el día de mañana no te salen las cosas como las planificaste, no vayas a decir que no te lo advertí.

—Si ya veo que eres un experto en las relacionas amorosas—afirmó en tono sarcástico—. ¿Y si Sophía le cuenta todo a Anabella?.

—Voy a responderte lo último, Sophía no traicionaría mi confianza, por mas que quiera delatarte. Y en cuanto a lo primero, lo dirás con burla pero si ya soy un experto en el tema, es la verdad, lo aprendí por las malas y casi me cuesta mi familia. Por eso quería aconsejarte para que lo aprendieras por las buenas, pero veo que tu inteligencia en relaciones humanas es nula.

—¡Ya Nick! No quiero pelearme ni seguir hablando ese tema contigo—afirmó mientras se dirigía a la puerta del despacho.

Así salieron del estudio y se dirigieron a donde estaban los demás, allí estaba su Bella, preciosa como siempre jugando con los niños, abrazaba a Camillo con una ternura, levantó la vista y cuando lo vio sus ojos se le iluminaron y corrió para abrazarlo, él la tomó en sus brazos le dio un par de vueltas y empezó a besarla, mientras le decía—Te amo mujer, no sabes cuánto, por ti sería capaz de hacer cualquier cosa, mi pequeña.

—Yo también te amo. Sabes que lo pensé y si voy a casarme contigo, cuando lo decidas, quiero ser tu esposa—anunció.

Él emocionado la bañó de besos mientras le decía—Me haces el hombre más feliz pequeña, te prometo que no vas arrepentirte, seremos la familia más dichosa de todo la tierra.

—Quiero buscar a Taddeo ya por favor, tenemos que darle las buenas nuevas—señaló Bella feliz.

—Si vamos—le expresó mientras la abrazaba. Cuando fueron interrumpido por una voz—¡Suelta a mi prometida!

Al voltear observó a Leónidas Andrade.

Se acercó a él molesto —¡Serás descarado! ¿Cómo te atreves a presentarte ante mi reclamando a tú supuesta prometida? cuando sabes que ella es mi mujer, la madre de mis hijos y te aprovechaste del accidente para secuestrarla, espetó molesto.

— ¡Ella no es tu mujer! La madre de tus hijos, lo acepto. Pero tú no tenías ninguna relación con ella, por Dios, si cuando se vieron en la exposición, parecían perro y gata, no perdiste oportunidad de insultarla, hasta tal punto que Anabella te pidió que te retiraras de la galería ¿O no lo recuerdas? Hay otro que sufre convenientemente de amnesia —pronunció sarcástico.

—Las discusiones entre Anabella y yo, no son de tu incumbencia. Pero lo que si es de mi interés, es saber ¿Por qué la engañaste y le hiciste creer que eras su prometido? ¿Por qué dejaste que creyéramos que no había aparecido? ¿Cómo te atreviste a separar a una mujer de sus hijos y de su familia?¿Cómo pudiste ser tan ruin para hacerle semejante daño a mis hijos?—le expresó con rabia apenas contenida y los puños apretados a punto de brincarle encima.

—Simplemente me dio la gana, la quería para mí y vi él accidente como una oportunidad y actué en consecuencia, si no es por ésta amistad que hizo con Sophía, jamás lo hubiesen descubierto. Y ahora ella es mía y voy a llevármela.

Sebastián sin poder controlarse lo tomó del cuello y le dijo —Juro que te mataré miserable desgraciado, por lo que hiciste.

Leónidas reaccionó y le lanzó un golpe, era lo que esperaba Sebastían para desatar toda su ira contra él y empezó a golpearlo inmisericordemente, él otro trataba de defenderse pero Sebastían no lo dejaba reaccionar, estaba totalmente fuera de sí. Anabella le gritaba que parara, pero Sebastián no escuchaba, hasta que Nick intervino, gritándoles—¡Ya basta! —Tomando a Leónidas para quitarselo de encima—¡Los dos paren! ¡Sebastián! los niños están asustados—Al decirle así, la cordura volvió a su mente—por más que Sophía los retiró, ellos permanecen al inicio de las escaleras nerviosos. Tú Leónidas, jamás debiste llevarte a Anabella. ¿Por qué lo hiciste?

—Porque la amo desde que la vi. Y no estoy dispuesto a perderla. Vamos Anabella, ven conmigo, no confíes en él. Te está engañando su relación no estaba bien y creo que tenía tiempo que habían terminado —manifestó Leónidas.

—¡Estás loco! Piensas que después de saber lo que me hiciste, voy a regresar contigo. Estás equivocado, me voy con mis hijos, mis padres y con Sebastián, no sé cómo fuiste capaz de alejarme de ellos y hacerles creer que había muerto en ese accidente, simplemente eres un ser despreciable —expresó Anabella.

—Y tú eres una pobre ilusa pensando que Sebastián no te engaña. Él se está aprovechando de tu amnesia y te está haciendo creer que siempre han estado juntos, y no es así —manifestó Leónidas furioso.

—No me interesas lo que piensas, ya no te creo nada de lo que salga de tu boca , ¿Cómo podría creerle a un farsante como tú? —espetó Anabella.

—Ya te arrepentirás, tú y ese miserable lamentarán todo esto—.Expresó con odio mientras señalaba a Sebastián.

—¡Eso se los juro! Van a llorar lágrimas y no serán de felicidad, vivirán su tormento más pronto de lo que se imaginan. —luego con sorna expresó—. ¿Los niños son dos? ¿ó me equivoco? Ah, sólo tienen uno, menos mal que ya tenía mis planes antes de llegar aquí—no espero que respondieran, mientras lanzaba una sonora carcajada, saliendo de la casa.

Anabella se puso nerviosa—Sebastián por favor busquemos a Taddeo. Ese hombre me dio escalofríos, su amenaza velada en contra de nuestro hijo—concluyó con desespero.

—Tranquila amor, nuestro hijo está seguro con nuestros padres. Nada le sucederá. Te prometo que estará bien, vamos a buscarlo.

Sebastián había llamado temprano, para que le tuvieran el jet listo, por lo cual luego de despedirse de Nick y su familia, se dirigieron los tres al aeropuerto. Subieron al avión, pensando que dentro de tres horas con cuarenta y cinco minutos estarían en Palermo, para reunirse con Taddeo.

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