La niñera y el papá alfa romance Capítulo 102

Moana

En cuanto Edrick y yo salimos de la fuente con la ropa empapada, nos encontramos cara a cara con Verona. Tenía los ojos muy abiertos y la boca abierta, lo que me hizo preguntarme cuánto había visto de toda aquella interacción. No había estado allí todo el tiempo, ¿verdad? Sólo de pensar que había visto nuestro beso se me aceleró el corazón.

Edrick y yo empezamos a tartamudear una explicación, pero Verona se limitó a levantar la mano y negar con la cabeza.

-No necesito explicaciones-, dijo con una leve risita. -Venid conmigo. Vamos a poneros ropa seca.

Edrick y yo nos lanzamos una mirada antes de seguir a Verona, que casi parecía ocultar una sonrisa de satisfacción mientras nos guiaba por el jardín hasta una columnata. Entramos en la mansión por una puerta de madera situada en un lateral de la columnata y salimos a un pasillo vacío y poco iluminado.

Mientras seguíamos a Verona por los pasillos, no podía dejar de pensar en mi beso con Edrick. Fue un error, y no lo negaba... pero fue un dulce error que perduró en mis labios. Todavía podía saborear la suavidad de los labios de Edrick. Todavía podía sentir sus manos deslizándose por mi cintura y subiendo para acariciar mis mejillas. Mientras tanto, en mi interior, Mina se deprimió repentinamente y casi se durmió al darse cuenta de que yo no iba a dejar que las cosas fueran más lejos esta noche... o nunca, probablemente. No pude evitar pensar para mis adentros si debería simplemente tomar el dinero de Michael e irme, por el bien de todos. Sólo me causaría más angustia seguir teniendo encuentros como éste con Edrick, sólo para que no fueran a ninguna parte, y perjudicaría al bebé tener una dinámica tan extraña entre sus padres. No sólo eso, sino que Edrick probablemente ya estaba recibiendo un montón de calor de su padre sobre nuestra relación.

Finalmente, Verona nos condujo por una pequeña escalera destinada al servicio y salió al pasillo donde habían estado nuestros dormitorios la última vez que estuvimos aquí. Edrick se escabulló silenciosamente a su habitación para cambiarse, pero Verona se quedó conmigo y me condujo a la habitación de invitados.

-Quítate ese vestido mojado-, me dijo, señalándome el cuarto de baño una vez que la puerta se cerró tras nosotras. Me dirigí al baño con el proverbial rabo entre las piernas e hice lo que me pedía: me quité la tela húmeda de la piel y me sequé con una toalla. Había un secador en el lavabo, así que me sequé rápidamente el pelo húmedo. Por suerte, mi maquillaje seguía perfectamente intacto a pesar de mi llanto y del accidente de la fuente aquella noche, gracias a la experta aplicación de Tyrus. Al menos una cosa había salido bien aquella noche.

Cuando conseguí arreglarme el pelo y salí por fin del cuarto de baño, Verona estaba rebuscando en el armario.

-Realmente fue un accidente-, dije, mirando en mi toalla como ella buscaba algo para ponerme. -Quería refrescarme los pies, pero me resbalé en la fuente.

-No hay necesidad de excusas, querida-, dijo Verona. Sacó un vestido negro largo del armario y lo levantó para inspeccionarlo. -Hmm ... Esto debería funcionar. No es demasiado ajustado, así que no te enseñará la barriga.

No es que sea necesario a estas alturas, pensé. Al parecer, todo el mundo lo sabe ya.

Sin embargo, en lugar de decir eso, simplemente sonreí y cogí el vestido. Me lo puse por la cabeza y Verona me ayudó a ajustármelo; la verdad es que me quedaba bastante bien y era cómodo.

-Este era uno de mis vestidos cuando tenía tu edad-, dijo Verona mientras subía la cremallera. -Si te gusta, puedes quedártelo. Ya nunca me lo pongo.

Era un vestido muy bonito. Tenía un aire vintage, con un diseño floral en relieve en la tela y un corpiño ajustado. -G-Gracias-, respondí, mirando en el espejo mientras Verona trabajaba. -Es muy generoso por tu parte.

Verona terminó de subir la cremallera del vestido y sonrió, mirándome en el espejo. Me cogió de los brazos y me dio un ligero apretón.

-Sabes-, dijo, -eres una chica muy guapa. Puedo ver por qué mi hijo se preocupa tanto por ti.

Mi cara se puso roja. No sabía qué decir, y aunque hubiera tenido una idea, no habría sido capaz de sacarla. Pensar que incluso la madre de Edrick tenía la impresión de que yo le importaba a Edrick era a la vez entrañable y desgarrador, porque por un lado ansiaba su afecto y nunca olvidaría aquel beso en la fuente, pero por otro sabía que nunca podríamos estar juntos. Sólo pude sonreír débilmente a Verona en el espejo.

-Bueno, entonces-, dijo, dándome una palmadita en los brazos y alejándose. -Volvamos a la fiesta.

Asentí con la cabeza, aunque estaba segura de que la gente se quedaría mirando mi cambio de ropa y empezaría a cotillear, y por eso habría preferido esconderme en esta misma habitación. Sin embargo, sabía que Ella probablemente se estaría preguntando dónde estaba; después de todo, estaba aquí por ella.

Cuando Verona y yo salimos de la habitación de invitados, Edrick ya nos estaba esperando en el pasillo. Llevaba casi exactamente la misma ropa, lo que me hizo pensar que nadie se daría cuenta de que se había cambiado.

Y, mientras los tres regresábamos a la sala del banquete, parecía que tenía razón. Nadie miró a Edrick, pero algunas personas ya empezaban a mirarme cuando volví a la mesa con Verona. Prácticamente podía oír sus susurros en mi cabeza mientras empezaba a imaginar las cosas que decían de mí o las palabras con las que me llamaban. Me sentí casi enferma y estuve a punto de tocarme la barriga de ansiedad, pero me contuve y conseguí no llamar aún más la atención.

-¡Moana! ¡Abuela!- dijo Ella un poco demasiado alto para mi gusto mientras nos acercábamos a la mesa. -¿Adónde has ido? Y, Moana... ¿Qué le ha pasado a tu vestido?.

Me esforcé por sonreír con indiferencia mientras me sentaba junto a Ella, completamente agotada por los acontecimientos de la noche. -Sólo he tenido un fallo de vestuario-, dije, cogiendo una servilleta y limpiando un poco de nata montada de la mejilla de la niña y optando por ignorar el hecho de que se estaba comiendo otro postre. -Eso es todo.

-Ah-. Ella parecía un poco confundida, pero no hizo más preguntas y volvió a comer su postre. Mientras tanto, Edrick ya estaba en el bar.

Cuando levanté la vista, vi que tampoco estaba solo. Kelly estaba con él.

Y me miraba fijamente con el ceño fruncido. Pero eso no era lo que más me asustaba...

Lo que me asustó aún más fue que le estaba pasando el teléfono a Edrick, y sus ojos se abrieron de par en par al mirar la pantalla.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: La niñera y el papá alfa