El increíble papá de los trillizos romance Capítulo 17

De vuelta a casa, cuando Adriana le dio a Fifí la medicina y metió a sus hijos en la cama, ya eran más de las nueve.

Se tumbó en la cama después de ducharse y envió un mensaje de texto a Gigoló Deudor:

«¿Qué tal el negocio esta noche?»

Él respondió:

«Nada bien. No me ha recogido nadie».

Adriana se preocupó y tecleó un largo mensaje en el que le enseñaba a coquetear con las mujeres ricas y a hablar de negocios.

«No lleves siempre una máscara y finjas parecer guay. Aunque a algunas mujeres ricas les gustan los hombres fríos y distantes, también hay algunas a las que les gustan los hombres brillantes y burbujeantes. ¡Tienes que adaptarte y cambiar tu estilo según la situación! Además, cuando esas mujeres ricas empiecen a elegir a su chico, ¡deberás asombrarlas con tu encanto! Quítate la camiseta para que tus abdominales y tus músculos pectorales queden a la vista, y luego mueve un poco las caderas. Esas mujeres ricas no tendrán ninguna oportunidad, se les caería la baba. Entonces, tienes que decirles que tienes buena resistencia y que puedes durar mucho tiempo...».

«Buena resistencia y que puedo durar mucho tiempo... Parece que recuerdas muy bien esa noche».

La cara de Adriana se tiñó de rojo carmesí al leer su respuesta, y le envió un emoji de enfado.

«Te estoy enseñando a hacer negocios y a ganar dinero, pero tú en cambio hablas de cosas inútiles. Si no alcanzas tu objetivo esta noche, tienes que compensar la diferencia mañana. Ya te dije que debes pagarme al menos cinco mil cada día».

Gigoló Deudor le respondió con un emoji de sudor.

«Trabaja un poco más duro, esfuérzate un poco más. La noche aún es joven. ¿Quién sabe? Quizá el negocio llame a tu puerta después de medianoche. No seas exigente. ¿A quién le importa si esas mujeres ricas son flacas o gordas? Mientras se aficionen a ti, te las f*llas y listo...».

Gigoló Deudor se quedó sin palabras.

«Olvídalo. Ahora mismo me dirijo a Encanto Nocturno y te llevo algunos suplementos, ¡y tal vez te enseñe algunos trucos también mientras estoy allí!».

Ser jefa significaba dedicar esfuerzos a ganarse a los trabajadores en lugar de exprimirlos de manera ciega. Una jefa tenía que dirigir con virtud y sentimiento, de lo contrario los trabajadores acabarían marchándose.

Adriana recordó las lecciones de negocios que su padre le había enseñado en el pasado y decidió tratar mejor a este Gigoló Deudor a partir de entonces.

Después de que Adriana informara a la Señora Fresno de su destino, se cambió de ropa y se dirigió a la farmacia cercana a su vecindario.

Mantuvo la cabeza baja y escaneó su entorno primero, antes de caminar hacia el mostrador para preguntarle a la vendedora:

—¿Me puede decir si tiene suplementos... para mejorar... el deseo sexual?

—¿Para hombre o mujer? —preguntó el vendedor.

—Para hombre —Adriana bajó la voz hasta un susurro.

—Estos son los que tenemos. ¿Cuál quiere? —El vendedor señaló la fila de vitrinas que había detrás del mostrador.

—Quiero los más baratos —respondió Adriana sin dudar.

—Este entonces. —El vendedor sacó un frasco de suplementos—. Comprando tres, el cuarto va de regalo.

—¿Cuánto cuestan tres frascos?

—¡Tres mil trescientos ochenta!

—Es demasiado caro. Me llevaré sólo uno.

Sin palabras, el vendedor sacó un frasco para ella. Adriana lo metió en el bolso y se marchó en volandas.

El vendedor se acercó a una compañera y le dijo:

—Esa mujer es muy guapa. Es una pena que no tenga conciencia.

—¿Eh? ¿Qué quieres decir?

—Piénsalo. Exprimió a su marido hasta la saciedad, así que vino aquí a comprarle algunos suplementos, pero acabó comprando sólo una botella. Quiero decir, ¡no puedes comerte el pastel y también el plato!

—¡Jajaja! ¡Qué esposa tan viciosa!

...

Después de salir de la farmacia, Adriana tomó un taxi hasta Encanto Nocturno y buscó al Gigoló Deudor. Se dirigió directo a la sala privada donde ambos se habían reunido antes.

De seguro, él estaba allí.

Como de costumbre, su rostro estaba oculto tras esa misteriosa máscara. Vestido de negro, adoptó una postura altiva mientras se apoyaba en el sofá y daba un sorbo a su bebida, emanando un aura insufrible, arrogante e inalcanzable.

—Tss, tss, tss. Mira esa actitud. No me extraña que nadie te haya elegido. —reprendió Adriana nada más entrar en la habitación—. Esas mujeres ricas vienen aquí a buscar placer, no a estar a merced de un masoquista. ¿A quién crees que vas a seducir con esa cara de malhumorado que tienes?

—¡Bueno, es tómalo o déjalo! —Dante agitó el vaso en su mano y siguió dando sorbos a su bebida.

—¿Cómo puedes tener éxito conformándote con lo que te llega? —Adriana estaba exasperada—. ¡Tienes que pensar en grande y esforzarte por crear una vida mejor para ti!

—¿Incluso un gigoló necesita pensar en grande? —cuestionó Dante.

—Por supuesto. Los gigolós también tienen diferentes niveles, ¿verdad? —Adriana continuó educándolo con seriedad—. Si tu rendimiento es bueno, puedes convertirte en el mejor gigoló de aquí. Otros pueden ganar sólo diez mil por noche, pero tú ganarás cien mil. Cuando eso ocurra, podrás retirarte después de sólo dos años. Tienes que aprovechar al máximo tu juventud en esta línea de trabajo. Si no trabajas duro ahora, ¿cómo vas a salir adelante cuando seas viejo?

—¡Tiene sentido! —Dante asintió.

—Así que tienes que trabajar duro para mejorar tu rendimiento. —Adriana sacó el frasco de suplemento de su bolso—. Toma, te compré esto. Tómatelo y consigue una gran clienta esta noche...

—No hay necesidad de eso. Mi desempeño sexual es muy bueno. —Dante miró la botella y sus labios se arquearon en una sonrisa perversa—. ¿No lo habrás experimentado de primera mano?

—Bueno, solía bueno, pero después de hacerlo durante tantos años, tal vez ahora tengas algunos problemas, ¿no? —Adriana lo miró con lástima en los ojos—. Todo por servir se acaba... —Su mirada se posó en la ingle de él y soltó un suspiro.

Dante entrecerró los ojos de manera peligrosa y le pellizcó la barbilla para nivelar sus miradas.

—¿Dudas de mis habilidades?

Sus ojos brillaban con un tipo de dominio innato, haciendo que el corazón de ella se agitara con nervios por alguna razón.

Adriana se apartó un poco y se mantuvo a distancia de él.

—Sólo me preocupa tu estado físico. Incluso te compré algunos suplementos. Deberías recompensar mi esfuerzo...

—¿Cómo quieres que te lo pague? —Dante se acercó de manera brusca a ella y exudó un aura peligrosa, parecida a la de una bestia salvaje que acecha a su presa.

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