Mi pretendiente es mi EX-MARIDO romance Capítulo 86

No se sabía si Roxana se lo creyó o no, pero le quitó el táper térmico, -Déjamelo a mí, puedes subir a descansar.-

Después de la conversación, fue a la cocina.

Como Doria no durmió bien ayer, ahora tenía un poco de sueño. Así que bostezó y subió las escaleras.

Durmió hasta las seis de la tarde.

El cielo que estaba a la distancia resplandecía por el atardecer.

Cuando Doria bajó las escaleras, descubrió que Roxana no estaba en la habitación, por lo que fue a la casa de al lado para chequear, pero solo vio que Lourdes tampoco estaba allí.

No eran solo ellas dos. Era el momento que todos solían estar preparando la comida, pero las casas de los alrededores estaban en silencio y no había ningún sonido.

Cuando el último rayo del atardecer se alejó, las luces de la calle se iluminaron uno a uno, haciendo que todo el río reflejara el resplandor.

Era difícil encontrar una calle tan larga, tranquila y antigua como esa.

Justo cuando Doria estaba un poco distraída en su mundo, Lourdes apareció detrás de ella y le dio una palmada en el hombro, -Doria, ¿ya estás despierta?-

Doria se volvió a su consciencia, -Lourdes.-

Lourdes dijo, -Vamos.-

Doria preguntó, -¿A dónde?-

-Es verdad, que todavía no lo sabes.- Lourdes se dio unas palmaditas en la frente y volvió a decir, -Está casi decidido eso de construir un resort, así que todos se van a ir mudando uno tras otro. Es impredecible cuándo nos volveremos a reunir en el futuro. Por eso hemos decidido hacer una última cena. Por la tarde me llevé a Roxana para que ayudara con los preparativos. Como ahora ya casi todos están allí, volví para llamarte.-

Así que Doria fue arrastrada por Lourdes al salón ancestral.

Ese salón ancestral era un salón ancestral público. Los vecinos de los alrededores solían pasar allí las fiestas y los días de Año Nuevo. Pero por varias razones, la gente nunca se había reunido del todo en las quedadas del pasado. Inesperadamente todo el mundo había llegado ese día, tal vez porque era la última oportunidad en la que todos podían reunirse.

En la Calle Puente básicamente vivían señores como Roxana y Lourdes que tenían cierta edad y no estaban dispuestas a mudarse a vivir con sus hijos e hijas, además de jóvenes arrendatarios como Raimundo y Doria.

Sin embargo, todo el mundo se llevaba muy bien. Para decir con más certeza, no tenían una relación de arrendador e inquilino, más bien era como una reagrupación de una familia.

Esa noche, todos esos señores demostraron su talento haciendo cada uno su propio plato especial. Decenas de platos se colocaron en la mesa redonda, todo parecía delicioso.

Lourdes llevó a Doria a un asiento, -Vamos, Doria, siéntate aquí.-

En esa mesa estaban todos los vecinos que Doria conocía.

Tanto Lourdes como Roxana estaban sentadas allí, pero quedaba un hueco al lado de Doria.

***

La reunión sobre la adquisición de la Calle Puente duró toda la tarde y no terminó hasta que cayó la noche.

Después de que los demás se marcharon, Édgar estaba sentado en su asiento masajeándose las sienes con fuerza.

Vicente dio un paso adelante y dijo, -Gerente Édgar, ¿quiere tomar un medicamento para el dolor de cabeza?-

Édgar bajó la mano, se levantó y dijo a la ligera, -Déjalo, salgamos a comer algo.-

En la entrada del ascensor, Raimundo y varios jefes de su empresa seguían esperando el ascensor.

Uno de los jefes dijo, -Es hora de cenar, regresemos a casa después de la cena.-

Varios jefes estuvieron de acuerdo, y Raimundo dijo avergonzado, -Lo siento mucho a todos, puede que hoy no pueda acompañarlos.-

Raimundo informó brevemente sobre la fiesta organizada por los vecindarios.

La reconstrucción de la Calle Puente en un resort era un gran proyecto, también era muy importante para la empresa de Raimundo. Al escuchar eso, inmediatamente dijo, -Bueno, entonces hoy no podemos retrasar a Raimundo con nada.-

-Raimundo, cuando regreses, expresa nuestros sentimientos a todo el vecindario.-

-Por cierto, Raimundo, ¿Doria asistirá a esta fiesta?-

Raimundo asintió con la cabeza, -Sí.-

El jefe le dio una palmada en el hombro y le animó, -No está mal, no está mal. Esta es buena oportunidad. Hay que aprovecharla.-

Aunque Raimundo estaba un poco tímido, todavía asintió con la cabeza, -Daré todo de mi parte.-

Ninguno de ellos se dio cuenta de que detrás de ellos estaba alguien de pie en silencio con una expresión fría.

Luego de salir del hotel, Raimundo se despidió de sus jefes y se paró en el cruce para tomar un taxi.

Pero justo cuando levantó la mano, un Maybach negro se detuvo lentamente frente a él.

Raimundo estaba perplejo.

La ventanilla del coche se bajó, revelando los sombríos rasgos faciales del hombre.

Dijo, -Hola, jefe Raimundo.-

Raimundo se sorprendió, -¿Gerente Édgar?-

El tono de Édgar no era frío ni animado, -¿A dónde vas? Te llevo.-

Raimundo se asombró por su consideración y rápidamente se negó, -No, no, no, no quiero molestar al gerente Édgar, puedo tomar un ta…-

-Sube.-

Raimundo no se atrevió a negarse más, abrió la puerta del auto, se inclinó y se subió.

Aunque tuvo mucho trato con Édgar en los últimos dos días por motivos laborales, pero la mayoría de las veces, eran sus jefes quienes hablaban con él. Como mucho se le podía considerar a Raimundo como un ayudante que hacía recados y llevaba documentos. Nunca se había enfrentado a él a solas como ahora.

El ambiente en el auto era sumamente silencioso. Raimundo estaba tan nervioso que ni se atrevía a respirar demasiado fuerte.

Había oído hablar de Édgar desde hacía mucho tiempo. Aunque los negocios del Grupo Santángel eran grandes y con una fundación sólida, Édgar no solo era un rico que sabía disfrutar de la vida. Después de que el Grupo Santángel cayó en sus manos, no solo el valor de las acciones se duplicó, sino que incluso abrió varios mercados extranjeros haciendo que se incrementara exageradamente su beneficio anual.

La gente rumoreaba que Édgar era decidido y despiadado, incluso hasta el punto en que el presidente del Grupo Santángel le tenía miedo. Eso demostraba lo poderosas que eran sus estrategias.

Justo cuando Raimundo se había distraído pensando, sonó una débil voz masculina a su lado, -Jefe Raimundo.-

Después de unos segundos, Raimundo reaccionó repentinamente, -¿Sí, gerente Édgar?-

Édgar dijo, -¿Dicen que estás intentando conquistar a la señorita Doria?-

Raimundo no esperaba que le hubieran contado ese asunto, de modo que respondió con torpeza, -¿Eh? Ah... Sí...-

-Pero la señorita Doria ayer dijo que estaba embarazada, ¿no te importa?-

Raimundo no sabía por qué de repente preguntó por eso, pero después de pensarlo dijo, -Me gusta Doria. No me importa lo que le haya pasado antes, simplemente me gusta. En cuanto al embarazo... Confío en que tarde o temprano tendremos nuestros propios hijos.-

Las comisuras de los labios de Édgar se movieron con frialdad, pero no hizo ningún comentario al respecto.

Pronto, el Maybach negro entró en la calle Puente y Raimundo le dijo a Vicente, -Asistente Vicente, me vale con que se detenga al costado, gracias.-

Édgar bajó la ventanilla para echar un vistazo, no se podía escuchar ninguna emoción en su voz, -¿Vives aquí?-

-No, no, es que...-

Raimundo contó de nuevo lo de la cena.

Édgar arqueó levemente las cejas, -¿Ah, sí? ¿La cena es tan animada?-

Raimundo había podido llegar a su puesto actual, por eso no era ningún tonto, y naturalmente podía entender el significado de las palabras de Édgar, por lo que tentativamente preguntó, -¿Quiere cenar con nosotros, gerente Édgar?-

Édgar recogió su mirada, -Es vuestra cena, ¿no es un poco inconveniente que yo vaya?-

-Qué va, gerente Édgar. Ha caído muy bien a todos los vecinos. Querían invitarle, pero les preocupaba que no le gustara este tipo de eventos y pudieran causarle molestias. Así que si viene, seguramente se podrán muy contentos.-

-Ya que lo dices, siento la necesidad de ir.-

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