Amor profundo: insaciable amante romance Capítulo 9

Vanesa no había escuchado nada por el sonido del agua, hasta que se abrió bruscamente la puerta del baño.

De inmediato, ella se dio la vuelta, cubrio su cuerpo con una toalla y vio en medio del pánico el rostro furioso de Orlando.

—¡¿Qué estás haciendo?!

Orlando se detuvo por un momento, pero inmediatamente después se acercó a Vanesa.

—¡¿Por qué te tapas?! ¿Puedes mostrar tu cuerpo a un gilipollas y no a tu marido? —exclamó rlando.

—¿Qué pasa?—Vanesa pregunto haciendo todo lo posible para no mostrar su tristeza, mirandolo con indiferencia, pero esa reacción enfureció más aún a Orlando.

—Claro que pasa algo.

Orlando se río fríamente mientras miraba los hombros de Vanesa, que tenían un color rosa claro tras la ducha. La mujer parecía tan atractiva que Orlando no podía soportar la idea de que algún hombre maldito ya hubiese disfrutado de su hermoso cuerpo, asñi que tiró con fuerza su toalla.

—¡Orlando, para ya!

Vanesa no quería hacer nada con Orlando en esa situación, pero su resistencia le parecía a Orlando un rechazo cruel e imperdonable.

—¡Soy tu marido! —Orlando gritó furioso.

Orlando agarró del cuello a Vanesa, le quitó violentamente la toalla que envolvía su cuerpo y la empujó contra las frías baldosas.

—¡Puta! ¿Qué haces fingiendo ser una santa virgen? ¿Es una de tus tácticas? ¿Seduces a aquellos gilipollas de esta manera? —dijo con desdén Orlando, mientras la obligaba a mirarle a la cara.

—¡Orlando, suéltame! —gritó Vanesa casi sin aliento.

—¡Contesta! ¡¿Seduces así a otros hombres?! ¡Habla!

Orlando miraba a Vanesa con odio, parecía un animal salvaje que la interrogaba a gritos y no paraba de estrangular su garganta. Vanesa no era capaz de soltar sonido alguno por la asfixia, pero Orlando pensaba que ella se negaba a contestarle.

El hombre se dejó llevar por la ira, río frenéticamente mientras torturaba ese delicado cuerpo sin temor a dejarle moretones.

—¡Perra, respóndeme!

«¿Por qué mi mujer ha sido follada por un gilipollas? Joder, yo que la he tratado como mi mayor sagrado pero ella solo es una maldita perra. ¡Pues, no tengo que aguantar más!»

Orlando sonrió extaciado y la besó apretujando su barbilla.

A diferencia de Dylan, su beso a tabaco hizo que Vanesa lo rechazara desde el fondo de su ser, además le daba asco el pensar que Orlando acababa de salir de la cama de Melina.

—¡No me toques, Orlando! ¡Me das asco! —Vanesa empujó bruscamente a Orlando y lo fulminó fríamente.

—¿Asco? ¿Te doy asco? ¿Y no te da asco aquellos hombres? Vanesa, eres una cualquiera que no puede vivir sin un hombre, si ya te casaste conmigo, ¡eres mía, solo mía! ¡Así que puedo follarte cuando quiera y de la manera que me apetezca!—Orlando dijo ferozmente, acercándose de nuevo a Vanesa, por lo que ella entró en pánico agarrando la alcachofa metálica de la ducha.

—¡Por favor, No te acerques Orlando!

—¿Pretendes pegarme? Vanesa, ¿quién te crees que eres?

Orlando se acercó sin miedo y cuando estaba a punto de tocarla, alguien llamó a la puerta.

—Señor Orlando, el señor Gerardo lo busca.

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