Amor profundo: insaciable amante romance Capítulo 33

Melina estaba apoyada sobre el zapatero y preguntó cariñosamente, mientras aguantaba los temblores de sus piernas:

—Orlando, ¿qué te ha pasado? ¿Por qué estás enfadado?

Orlando se agachó la cabeza para vestirse y tiró el pañuelo manchado. No hizo ni caso a Melina y se sentó a fumar en el salón.

Ya contestó a Melina cuando se terminó un cigarrillo y ordenó con un tono impaciente:

—Sírveme un vaso de agua.

La orden de Orlando la hizo sentir agraviada. Ella se vistió aguantando su dolor y a propósito dejó descubierta los numerosos hematomas que le había dejado en el pecho.

—Orlando —dijo Melina dando pena con su dulce voz.

—Te he dicho que me sirvas un vaso de agua, ¿estás sorda? —gritó Orlando y tiró el cenicero.

A Melina le dolió el corazón al ver que Orlando no se sintió nada culpable por sus actos, pero tuvo que disimularlo.

—Voy —dijo Melina sonriendo y se fue a la cocina.

«¿Por qué Vanesa no puede complacerme como Melina? ¿Por qué siempre me lleva la contraria? Si me suplique, podré perdonarla.»

Orlando se enfadó al ver la figura de Melina y se levantó cuando no podía controlar más su ira.

Melina se había estado consolando a ella misma en la cocina y cuando por fin consiguió reprimir su disgusto, vio que Orlando se iba a marchar.

—Orlando, ¿a dónde vas? —preguntó Melina apresuradamente.

—¿Necesito informarte de lo que hago? —refutó Orlando.

—Orlando, solo estoy preocupada por ti, porque ya es tarde para salir —explicó Melina con una sonrisa rígida.

—Ja. Recuerda, que solo eres un pasatiempo mío, no intentes controlarme. ¡Tendrás tus recompensas, siempre que me complazcas!

Dicho esto, Orlando se marchó. Y cuando su coche desapareció, Melina tiró el vaso y luego rompió todo lo que se pueda tirar del salón para calmar su ira.

—¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

—¡Puta Vanesa! ¡Perra! ¡¿Por qué tengo que sufrir la ira de Orlando por ti?! ¡Todo es por tu culpa!

—¡Vanesa, te voy a matar!

Melina gritó histéricamente, arrojando las cosas en el suelo y dejó el salón destrozado. Y su odio hacia Vanesa se hizo más profundo y deseó pisarla bajo sus pies.

Al día siguiente, en la Villa Real, Vanesa estaba pálida y sufría dolores de cabeza por la resaca.

Cuando vio a Orlando sentado en el sofá, Vanesa se asustó porque Orlando se solía quedar varios días fuera después de enfadarse y esta vez era una excepción.

Pero ya le daba igual, porque no tenía ninguna ilusión hacia Orlando y lo ignoró.

Sin embargo, Orlando mostró mucho disgusto al ver su reacción.

«¿Desde cuándo me empezó a ignorar así? Encima, me habló sobre el divorcio, pero nunca la dejaré. ¡Nunca!»

Orlando pensaba mientras caminaba hacia Vanesa y dijo:

—Volví anoche.

—Vale.

Vanesa no detuvo sus movimientos y se sirvió un vaso de leche, ya que se había despertado tarde, tenía que comer algo rápido.

—Compré el desayuno —Orlando dijo de nuevo, pero Vanesa no le quiso ni responder.

Al ver que ella desayunó en silencio, Orlando la agarró de la muñeca.

—¡¿Qué quieres?!

—No quiero nada.

Vanesa no resistió, sino miró a Orlando tranquilamente, pero le resultó más frustrante a Orlando.

—¡Vanesa, no seas tan descarada!

—¿Dices que soy una descarada? —Vanesa le preguntó.

Vanesa recordó que, en la mañana temprana del segundo día de su boda, ella había preparado un desayuno esquisto para Orlando, cuando todavía no sabía que él se había pasado la noche con Melina.

¿Y qué hizo Orlando?

—Orlando, ¿te acuerdas del desayuno que preparé especialmente en el segundo día después de nuestra boda? ¿Y qué hiciste? ¡Vaya, lo tiraste directamente a la basura! ¿Lo recuerdas?

Orlando no lo iba a olvidar, porque en aquel momento había odiado tanto a Vanesa que incluso la quería ahorcar y le daba asco sus cosas.

—Después de esto, te preparé el desayuno en varias ocasiones. ¿Y cuál fue tu reacción? —Vanesa siguió diciendo—. Me dijiste que no intentara complacerte más, porque te doy asco. Orlando, ¿recuerdas todo esto?

Orlando se quedó callado, porque todo esto fue cierto.

Vanesa no quería recordar más aquel doloroso pasado, terminó el desayuno con calma y salió tranquila a trabajar.

Luego, solo Orlando se quedó inmóvil durante mucho tiempo en la cocina.

—¡Maldita sea! —maldijo Orlando con un rostro sombrío y golpeó fuerte a la encimera de mármol.

Durante los próximos días, Orlando se comportó con más normalidad y no había notificaciones de Dylan. De modo que, Vanesa se alegró y con la finalización de sus diseños, podría preparar su propia exposición de moda.

Aprovechando su buen humor, Vanesa subió a buscar a Felipe para comer.

Cuando estaba a punto de llamar a la puerta, escuchó que Felipe estaba al teléfono y su tono era serio y exhausto.

Como hija, Vanesa conocía muy bien a su padre, y cuando se preguntó si su padre estaba teniendo algún problema, escuchó la mala noticia.

—No esperaba que después de ser cuidadoso por toda la vida, cayó en la trampa de un amigo. Ya he invertido toda la liquidación actual de la empresa, será peligroso si no lo encontramos.

—Aún puedo aguantar, pero no duraría mucho...

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