Amor profundo: insaciable amante romance Capítulo 30

—Felipe, entonces me marcho. Si Vanesa se encuentra mal, dile que descanse por la tarde y vendré a recogerla cuando termino.

—Ve primero a lo de la empresa —Felipe le hizo un gesto con la mano y Orlando salió apresuradamente.

Casualmente, el teléfono de Felipe también sonó y era de un viejo amigo en negocios, que había trasladado su empresa al extranjero. Felipe se alegró mucho por recibir su llamada, porque llevaba más de un año sin verse.

—¿Ahora? Bueno, organizo las cosas y me paso —Felipe aceptó su petición tras haber dudado bastante.

—Felipe, ¿pasa algo?

—Ha vuelto un viejo amigo mío y me pide que vaya a verle —Felipe dijo en tono de disculpa, porque tenía que dejar a su invitado al comienzo de la comida.

—Felipe, no te preocupes y más tarde llevaré a Vanesa de regreso.

—Lo siento mucho, te invito a la próxima vez.

—Vale —asintió Dylan sonriendo y acompañó a Felipe hasta la salida.

Cuando Vanesa regresó, se quedó atónita al ver que solo estaba ella y Dylan.

—¿Dónde están mi padre y Orlando?

—Ya se han ido —respondió Orlando mirándola.

—Pues me marcho también, adiós.

Vanesa lo dijo rápidamente, pero cuando se iba a marchar, oyó la fría voz de Dylan.

—Para —ordenó Dylan.

Vanesa fingió no escucharlo y continuó

—¿Quieres que publique esas fotos? —Dylan dijo sin prisa y sonrió con malicia al ver que Vanesa se puso nerviosa.

Llenó el vaso de ambos y le dijo a Vanesa:

—Mi niña buena, vuelve.

A Vanesa le entró un escalofrío, porque “mi niña buena” que decía Dylan le había resultado como una amenaza, como si tuviera un cuchillo en el cuello. De modo que, ella se tuvo que volver obedientemente.

—Siéntate.

«¡Pues me siento, a ver si se atreve a hacerme algo en un recinto público!»

Vanesa respiró hondo y se sentó enfrente suya.

Luego, Dylan le acercó el vaso y le dijo con una voz extremadamente suave:

—Bébelo.

—Estoy demasiado llena y no puedo beber más.

—Mi niña buena, no me enfades —amenazó Dylan y entrecerró los ojos de manera peligrosa.

Vanesa tuvo que terminarse el vaso entero y dio la vuelta para mostrárselo a Dylan.

—Lo acabé —dijo Vanesa y luego lo miró aposta con una expresión de agravios—. Tito, ya no puedo beber más, de verdad.

«Si quiere verme poner la carita de pena, ¡pues lo hago! Siempre y cuando no me obligue a beber más»

—¿De verdad? —Dylan enarcó las cejas.

«¡Al parecer la expresión de pena funciona! Debo actuar así desde el principio»

Vanesa se alegró por dentro, pero seguía poniendo la expresión de más agravios y le suplicó con la mirada:

—Tito, no bebamos más, por favor.

«¡Venga! ¡Acéptalo rápido!» Vanesa gritó ansiosamente en su corazón, pero Dylan sonrió y dijo lentamente:

—No.

Dylan volvió a llenar su vaso y le indicó a Vanesa que lo bebiera.

—¿De verdad tengo que beberlo? Soy una loca vomitando cuando estoy borracha. Tito, ¿no temes que te vomite encima y quedarás muy mal?

«Como este hombre tiene un poco de misofobia, lo dejará al escuchar que vomito, ¿no?»

—No lo temo.

La respuesta de Dylan rompió la única esperanza de Vanesa y ella no fingió más, tiró el vaso y le gritó:

—Dylan, ¿por qué demonios me has dejado beber? ¿Cuál es exactamente tu intención?

—Para emborracharte —respondió Dylan, y Vanesa ya no sabía qué decir.

—Tito, por favor, no hagas esto. Tengo que volver a la empresa y nos estamos encontrando demasiado, temo que sepan nuestra relación. Te lo suplico, por favor —replicó Vanesa, que estaba tan asustada que incluso sus pestañas estaban temblando y daba tanta pena.

«Bueno, dicho esto, de alguna manera me tengo que comportar mejor, ¿no?»

Vanesa lo pensó en pánico, pero al no recibir ninguna respuesta, sus expresiones sentimentales pasaron a ser actuaciones. El silencio la torturaba.

—Bébelo —dijo Dylan en un tono decisivo, no iba a ceder.

En ese momento, Vanesa sintió que ella era una estúpida que se había creído que ese hombre tuviera compasión.

Ella miró a Dylan con una mirada tan fría y furiosa, y luego se terminó el vaso.

—Si solo quieres emborracharme, ¡pues adelante! —Vanesa dijo con burla.

Ella tiró el vaso y bebió directamente con la botella de sake. Había una rabia reprimidas en su pecho que la hacía querer darse el gusto. Como resultado, Vanesa se quedó completamente borrachada.

—Dylan, eres un… gilipollas —murmuró Vanesa, que estaba tumbada en el cojín y fruncía su ceño—. ¡Tarde o temprano, te... haré… sufrir!

Dylan se rio entre dientes y la abrazó. Y le alegró más al ver que su gatita le estuviera mostrando su enojo.

—¿Sí? Pues, lo esperaré.

Dylan puso la cara de Vanesa contra su pecho y salió con Vanesa en sus brazos después de comprobar que no había nadie.

Dos horas después, Vanesa se despertó aturdida.

—¡Cómo duele! —dijo Vanesa frunciendo su ceño y dio unos golpes a su cabeza dolorida. Más tarde, observó a su alrededor, y estaba en un hotel.

«¿Quién me ha traído?»

—¿Ya estás despierta?

Al levantar la vista, Vanesa vio a Dylan apoyado en la puerta con los brazos cruzados y recordó todo.

«¡Este gilipollas me ha emborrachado!»

Vanesa se levantó enfadada de la cama ignorándolo, fue directa al baño para lavarse la cara y marcharse. Pero, cuando vio el reflejo de Dylan en el espejo, ella preguntó fríamente:

—¿Qué haces persiguiéndome? ¿Quieres verme asear?

—También puedo ayudarte a eso —Dylan enarcó las cejas y se rio.

—Dylan, ¡eres un desvergonzado! —gritó Vanesa con la cara sonrojada.

—¿Por qué hay que tener vergüenza?

Dylan atrapó a Vanesa entre sus brazos y lamió por su oreja, de modo que, Vanesa se sintió como si una corriente de electricidad la excitó por todo el cuerpo y estaba sonrojada por la ira y la vergüenza.

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