Receta para robarle el corazón al Dr. Farel romance Capítulo 3

—¿Cómo... cómo se verifica? — La voz de la chica era titubeante, como si estuviera temblando, intentando controlar la inquietud en su tono.

—¿Dónde estás? — Preguntó Farel, con indiferencia.-

Evrie le respondió con lentitud: —En la Universidad Alnorter, la facultad de diseño arquitectónico. —

—¿Eres diseñadora? —

—Eh...— Evrie hundió su rostro entre sus brazos, con media cara enrojecida por la vergüenza.

Se sentía avergonzada de haber dado esa identidad.

Farel cerró la llave del agua y se secó las manos con una toalla, sosteniendo el celular con sus dedos bien definidos antes de salir del baño.

No tenía la costumbre de llevar gente a su casa.

Pero era tan tarde que no quería salir.

Estaba apostando a ver si esta chica tan ingenua se atrevería a venir.

Si lo hacía, pensaba darle un buen susto.

Entonces, le dio su dirección: —Barrio El Magnético, edificio 6, apartamento 1009, ven aquí. —

La cara de Evrie estaba ardiendo, y no solo sus mejillas, sino también su cuello y las orejas estaban rojos, como si fueran a gotear sangre.

Miró la hora; quedaba media hora para que apagaran las luces y cerraran la puerta principal de los dormitorios universitarios.

Estaba indecisa.

Las palabras de su madre resonaban en su cabeza: —Te damos de comer, te damos de beber, juntamos cada centavo para pagar tus matrículas, y ahora que estás en la universidad, no quieres aportar nada en casa, todo el día lloriqueando que no tienes plata, eres peor que la vecina María. Ella, con solo el título de secundaria, ya trabaja y manda diez mil al mes a su familia, ¿para qué te tenemos? —

Evrie mordió su labio inferior.

Al ver que ella no hablaba, Farel soltó una risa burlona: —Si no tienes el valor, olvídate de ganar dinero en grande, mejor lávate la cara y duérmete, diseñadora. —

Evrie apretó sus manos y, con valor, dijo: —Iré. —

En ese momento estaba sentada en el pasillo del dormitorio, todo oscuro, sin nadie más.

Respiró hondo y tomó la decisión: —Voy, espérame. —

...

El Barrio El Magnético no estaba lejos de la Universidad Alnorter, era apenas cuatro paradas en autobús, y dos en metro.

Evrie siguió las indicaciones del GPS y tomó el último metro, el vagón estaba vacío, solo se oía la voz del altavoz anunciando las estaciones.

Se sentó y, en unos minutos, llegó a su destino.

Al llegar a las afueras del complejo residencial, tardó un poco en encontrar el edificio 6, un condominio de lujo con un sistema de ascensores que requería tarjeta de acceso.

Evrie se sentó en el área de espera de la entrada y sacó su celular para llamar a Farel.

—Ya... ya estoy aquí, en el vestíbulo, no puedo subir, el ascensor necesita tarjeta. —

Cuando Farel recibió la llamada, no esperaba que ella realmente viniera.

Se quedó en silencio por un momento, y luego, como impulsado por una fuerza desconocida, dijo:

—Espera. —

Cortó la llamada, se puso algo casual y bajó.

En el vestíbulo, el área de espera tenía sofás y mesitas, con algunas personas dispersas.

Farel miró a su alrededor y desde lejos vio a una chica en una esquina, con una camiseta blanca, jeans holgados y zapatillas de lona negras, vestida de manera muy ordinaria, con movimientos que reflejaban timidez, con esa transparencia e ingenuidad evidente.

Se acercó con paso firme.

Evrie había estado esperando un buen rato, mirando los impresionantes edificios a su alrededor, sintiéndose algo perdida.

Se sentó erguida, con una postura correcta, tratando de parecer lo más natural posible.

De repente, una voz masculina sonó por encima de ella: —¿529? —

Evrie levantó la vista por instinto y se encontró con el rostro bien esculpido de un hombre.

Él estaba parado frente a ella, con una mano en el bolsillo, mirándola desde arriba, alto y erguido, con un aroma de gel de ducha y la frescura característica de los hombres.

Evrie se quedó paralizada por un par de segundos, sin poder reaccionar, cuando escuchó al hombre repetir fríamente su declaración.

—Número de celular terminado en 529, virgen. —

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