NADIE COMO TÚ romance Capítulo 173

Llegó el momento de vengar.

Aitor se rio despreciado.

Dejaría que aquellos quien le había dañado a Valeria, se arrodillaran uno por uno en el suelo rezando por el perdón, ¡y definitivamente pagaran con sangre por sus hechos!

Valeria tenía el sueño pesado en el coche, así que Aitor no podía soportar interrumpirla.

Jacobo dijo:

—Presidente, ya llegamos a casa, ¿hace falta despertar a la Sra. Valeria?

—No, la abrazo. Empuja adentro la silla de ruedas, de todos modos, estamos en el garaje de casa, nadie verá que puedo caminar.

—Sí.

Por lo tanto, Aitor bajó del coche y entró por la puerta de casa sosteniéndola.

Jacobo seguía detrás de ellos, empujando la silla vacía.

Aitor regresó al dormitorio a Valeria durmiente para que descansara bien.

Ella se veía muy cansada, y dormida profundamente, lo que podía imaginarse que ella había llevado este día extraordinariamente duro e incómodo.

Aitor le tocó con cariño la frente, la arropó y luego se fue del cuarto.

Vino con Jacobo al garaje subterráneo junto a casa.

Se atrapó aquí el hombre concerniente a lo que había pasado hacía dos años, atado de pies y manos, quien se ponía en cuclillas en el suelo de manera tímida y con un aspecto de bandido, que a vistazo no era alguien decente.

Aitor movió su silla de ruedas lentamente acercando, detuvo frente a él y le interrogó con voz fría:

—Dinos ¿qué hiciste antes de dos años?

El hombre bandido giró sus ojos y pidió la clemencia complacidamente.

—Sin duda usted es un gran jefe, lo que sucedió hace dos años, ¿quién todavía lo recuerda? No hice nada…

Aitor lanzó una risa fría en vez de hablar, solo pasó despacio por el hombre ante él la mirada tan helada como un cuchillo.

Pesa a que no dijera nada, ese hombre se limitó a sentir que se enfriaba todo el cuerpo y no pudo evitar comenzar a temblarse.

Jacobo lo pateó fuerte y dijo:

—¡No intentes engañarnos! Ya lo averiguamos todo, ¡mejor que te apresures a explicarlo claro! Si no, ¡te dejaremos probar el sabor infernal!

El hombre vio la actitud de los dos, sabía que no eran cualquieras, si no los confesaba, se temía que pasara los días posteriores muy difíciles. La gente rica como ellos poseía de un montón de dinero y medidas, sería imposible que él pudiera lidiar con ellos.

Finalmente dijo suplicando:

—Señores, estaba equivocado, se lo diré todo. Responderé cualquiera pregunta que hagan ustedes.

Jacobo se agachó y le miraba los ojos.

—Te pregunto, una noche de dos años antes, ¿si alguien te compró para que traficaras a un viejo una chica quien fue drogada?

—Una chica… viejo… —el hombre giraba los ojos y se esforzaba en recordar, cuya expresión se veía como si tuviera algunas impresiones, pero por un momento no pudiera acordarse bien.

Aitor perdió la paciencia por esperar, dijo:

—El motivo y la razón por los que aquella persona te envió al extranjero, ¿los olvidas tan rápido?

Jacobo le dio otra patada y gritó:

—No trates de probar los límites de nuestro presidente, te aconsejo que digas lo antes posible.

—Oh, lo sé señor, ¡casi consigo acordarme!

Ellos habían visto muchos de este tipo de persona, quien era bravucón, atacaban a los débiles y temían a los poderosos.

Jacobo volvió a decir:

—Parece que has hecho demasiadas cosas malas, ¡acuérdate minuciosamente!

—Sí, sí, ¡sí! —él dio prisa a responder.

Aitor estaba sentado en la silla de ruedas permaneciendo mudo, pero este hombre sintió el aura terror desde el cual se sentaba. Si no les confesaba la verdad, posiblemente no podría salir ni de la puerta.

Claro que se acordaba de las cosas de dos años antes, porque fue aquella mujer quien lo mandó al extranjero y él tenía en sí mucho rencor para ella debido a eso.

—Ay sí, sí, ¡lo recuerdo! ¡Lo recuerdo! —el bandido les dijo de apuro.

Dijo:

—Un día de dos años antes, una belleza vino a buscarme. Ella se vestía de ropa muy lujoso y se veía muy bonita. Yo todavía pensaba que una guapa tan joven y rica osaba buscarme sola, ella también era un poco valiente. Me pidió a buscar a un viejo, de más feo y sucio, mejor, y me dijo que me daría una gran cantidad de dinero una vez que lo hubiera hecho.

Aitor y Jacobo se miraron. ¡Llegó la hora de descubrirse la verdad! Estaba por presentarse el verdadero culpable, y además, ¡era una mujer!

El hombre siguió hablando:

—Por eso, estoy impresionado por ella. Le ayudé a encontrar un mujeriego viejo a quien gustaba muchísimo apostar por dinero, ella se satisfacía mucho y era muy generosa, que me dijo realmente mucho dinero y después de eso planteó a enviarme al extranjero. Pero no quería, mi mujer e hijos aún estaban en casa, pero me amenazó y la concedí por miedo.

Aitor le preguntó:

—¿Cómo se llama aquella mujer? ¿Tienes su foto, su número de teléfono o información sobre ella?

Él evocaba las memorias con fuerza.

—No tengo ninguna foto. Pero, recuerdo que ella mencionó su nombre, creo que es Di… no, no, es Pi… ¡Sí! Su apellido es Pinto, porque siempre decía algo como la Familia Pinto…

Aitor y Jacobo gritaron de modo unánime:

—¡Diana!

—Sí, sí. Es este nombre, ¡es cierto! —el bandido asintió.

¡Se volvía a ser Diana!

¡Muy bien!

¡Era extremadamente bien!

Parecía cubrirse de nubles negras el rostro de Aitor, cuya mirada se puso tan sombría que era incapaz de adivinarse sus pensamientos y cuyos ojos mostraban tanta oscuridad desde los cuales que no podía sentirse ni un mínimo calor, que eran demasiados fríos para que cualquiera que los viera quisiera huir lo más rápido posible.

Incluso para Jacobo al ver tal aspecto, no podía aguantarse dar un paso atrás.

Este hombre se asustó mucho para bajar su cabeza, no se atrevió a hacer ni un menor sonido y sentía que en el garaje soplaban unas ráfagas de viento frío, que casi moría de miedo.

Ni siquiera se atrevía a pensar que el gran jefe ante él lo mataría o no, su tal apariencia parecía decir que ahora mismo se pondría en pie de la silla y le daría la golpiza.

Aquí se encontraba un entero silencio, como si solo existiera el aliento pesado y frío de Aitor.

Transcurrido un largo lapso, Aitor reprimió la ira, después de meditar serenamente por un rato, le dijo:

—¡Ve a entregarte, ahora! Debido a la ejercitación del comercio ilícito.

—Esto… —ese hombre maldito no quería entrar en la cárcel.

Aitor dijo:

—No te preocupes, siempre que hagas según lo que te ordeno, te daré definitivamente algunos beneficios. ¿Estás claro?

—Sí, ¡si! —él miraba sus ojos, de ningún modo osó resistir.

Jacobo lo llevó a salir y luego a la comisaría para acusarlo.

Aitor lo miraba indiferentemente marcharse.

Si fuera en tiempo normal, nunca dejaría escapar tan fácilmente a este hombre quien se había embarcado en hacer trampas a Valeria. Sin embargo, por ahora ella se hallaba en el auge de la opinión pública, pues él necesitaba una persona, que servía como coyuntura, con el fin de aclarar para ella.

¡Él tenía una suerte por el temporalmente!

Pensando en eso, Aitor tomó el celular, marcó un número y dijo sin suavidad:

—Quiero que vayas a despachar una cosa.

Al día siguiente, en la villa de la Familia Pinto.

Cuando Diana todavía estaba sumergida en el bueno sueño en que pasaba una vida hermosa con Vicente, alguien la sacudía sin cesar y ella abrió los ojos. A primera vista descubrió que era Vicky.

Los ojos de ella manifestaron miedo, además un poco de ansiedad y queja.

—Mami, ¿qué está haciendo? Es tan temprano, ¿qué le pasa? —Diana le frotó el ojo todavía medio abierto, dijo perplejamente.

Vicky dijo con ira e inquietud:

—Diana, anda algo mal. Date prisa a ver las noticias de hoy.

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