La Fuga de su Esposa Prisionera romance Capítulo 33

"Abuelo, ella es la hija del Dr. Velasco, ¡el enemigo de nuestra familia Malavé!".

Claudio le replicó: "Si ya sabes, ¿por qué te casaste con ella? Ahora que ya está hecho, tiene que cumplir con las responsabilidades de una nuera de la familia Malavé".

"Voy a tener un hijo, pero no va a ser Zulema la que lo dé a luz".

"¿Entonces, hasta cuándo vas a esperar? Yo ya estoy de edad y solo quiero ver a mi bisnieto pronto. Si no, para cuando yo muera, tantos hijos que tengas no voy a poder ver a ninguno".

Roque respondió con indiferencia: "Llegado el momento, también podrás verlos en tu tumba, para que les eches un vistazo más".

"¡Tú, mocoso, tú quieres matarme de coraje!". Claudio golpeó fuertemente su bastón, bufando y con los ojos desorbitados, y se dio la vuelta para irse.

"Saúl, acompaña al abuelo".

"Sí, Sr. Malavé".

Sin embargo, Joana se quedó parada en su lugar, frotándose las manos.

"¿Todavía no te vas?". Roque alzó una ceja: "Deja de estar calculando cómo conseguirle un puesto a tu inútil hijo en el Grupo Malavé, recuérdalo, nunca voy a estar de acuerdo".

"El viejo dijo que lo hablaríamos con calma, quizás con el tiempo acabes aceptando". Joana también sabía que en ese momento Roque era el que mandaba en la familia Malavé, con mano dura y sin discusión. Lo que ella quería, tendría que conseguirlo poco a poco; la impaciencia no servía de nada. Después de todo, era su madrastra, casada en la familia y madre de un hijo de Malavé; su lugar estaba bien asegurado. El resto, lo planearía con tiempo; quien reía último, reía mejor.

"Roque, querido", Joana mostró su sonrisa. "Leí en las noticias que en la subasta benéfica, pagaste una fortuna por una pulsera esmeralda".

"Sí".

"¿Y por qué la compraste?".

Roque respondió con impaciencia: "La compré porque quise".

"Pero es de mujer, y tú no puedes usarla, entonces, ¿por qué no me la regalas a mí?", sugirió.

"¿La quieres?". Una pulsera esmeralda no era gran cosa; podía entender que Zulema la deseara, después de todo, pertenecía a su madre. ¿Pero por qué Reyna y Joana la querían tanto?

Joana asintió rápidamente: "Sí, claro, ese jade es de muy buena calidad, seguro que ha pasado por varias manos y se ha vuelto espiritual. Puede protegerme, y quizás hasta aleje las desgracias".

"Si te gusta, ve y cómprate una en una tienda".

"Es que no venden de esa calidad, y esa es la que me gusta".

Roque le echó una mirada: "No hay trato, no te la daré".

La pulsera esmeralda en sus manos, realmente no tenía mucha utilidad, pero él quería conservarla. Porque con ella, tarde o temprano Zulema vendría a buscarlo, rogándole que se la devolviera, él disfrutaba viéndola suplicar, humillada y con ojos llorosos. Lástima que ella era de armas tomar, solo le había rogado una vez, durante la boda.

Joana, hirviendo de rabia, salió de la oficina del presidente. Murmuró mientras caminaba: "¿Qué se habrá creído? No es para tanto, al fin y al cabo, tarde o temprano no podrá tener hijos. Jeje, cuando mi hijo regrese, seguro que te reemplazará. ¡Y entonces serás tú, Roque, quien venga a rogarnos a mi hijo y a mí!".

Zulema, que estaba a lo lejos, vio a Joana y se dio la vuelta inmediatamente, pero esta la descubrió: "Zulema, ¿por qué te escondes de mí? ¿A quién miras por encima del hombro?".

Zulema, preocupada por llamar la atención de los colegas, la llamó: "Sra. Joana".

"Ahora me tratas con desdén eh", dijo Joana con sarcasmo. "Parece que te sientes muy señora".

"Si no tienes nada más que decir, tengo que seguir trabajando".

"Espera", Joana la detuvo, examinándola de arriba abajo. "No será que Roque te ha dado la pulsera de esmeralda".

Zulema no entendió: "¿La pulsera de esmeralda? ¿Para mí?".

"La que Roque compró en la subasta benéfica, ¿la tienes tú?". Diciendo eso, levantó la manga de Zulema directamente, pero su muñeca estaba vacía, sin rastro de la pulsera.

"¿Eh? ¿No está aquí?".

"Sra. Joana, ¿para qué busca esa pulsera de esmeraldas?", Zulema se dio cuenta y preguntó. Eso era un recuerdo de su madre, y no tenía nada que ver con Joana.

"¡Porque me gusta! ¡Me enamoré de ella a primera vista!", respondió con irritación. "Esa esmeralda es tan clara, los dueños anteriores la cuidaron muy bien, se dice que traerla puesta atrae fortuna y protege contra el mal, pero bueno, no tiene sentido explicártelo".

Zulema sonrió de repente: "Sé dónde está la pulsera de esmeraldas".

"¿Dónde?".

"Roque se la dio a una influencer. Ella la ha estado mostrando por todas partes".

Al escuchar eso, Joana se enfureció: "¿Qué? ¿Se la dio a otra mujer?".

"Así es, ay, Roque siempre ha sido generoso con sus caprichos fuera de casa". Zulema suspiró con intención: "Sra. Joana, ya sabe cómo son los hombres, sobre todo uno tan atractivo y rico como Roque".

"¡No puede ser que le dé algo a esa mujer y no a mí, su madrastra!".

Zulema dijo: "Sra. Joana, usted es la matriarca, si desea la pulsera de esmeraldas solo vaya y recupérela. Una mujer como esa no se atrevería a competir con usted. Las esmeraldas encuentran a quien les corresponde por destino, si la deja ir, la oportunidad realmente se habrá perdido".

Joana consideró que tenía sentido: "¿Cómo se llama esa mujer? ¿Dónde vive?".

"Reyna Navarro".

Con la ubicación precisa en mano, los ojos de Joana brillaron y se fue sonriendo, aquella pulsera de esmeraldas, ella la tomaría, ¿qué podría hacerle esa mujer? ¿Acaso Roque se atrevería a enfrentarse a ella por una amante?

Mientras veía alejarse a Joana, Zulema sonreía sutilmente, prefirió que la pulsera estuviera en manos de Joana que de Reyna; Joana realmente la apreciaba y la cuidaría bien.

Y cuando llegara el momento, ella haría lo que fuera para recuperarla, Zulema se animó mentalmente y se dio la vuelta.

"¡Ay!", se estrelló contra una muralla humana. El golpe la dejó viendo estrellas, su nariz casi se torció.

"¿No ves por dónde caminas?". Se oyó la voz de Roque.

Ella frunció el ceño y se quejó: "¡Eres tú el que apareció de la nada detrás de mí!".

"¿Es mi culpa?".

"Por supuesto que... eh, claro, mi culpa". Zulema cambió de opinión a la fuerza. Porque vio que detrás de él había al menos una decena de personas, el asistente Saúl, la secretaria, Eloy y otros altos ejecutivos de la empresa.

"Sr. Malavé, adelante". Zulema se hizo a un lado: "Discúlpeme, fue mi error, estorbé el camino".

Roque la observó. Hacía tiempo que no veía en sus ojos esa astucia y ese brillo, como si fuera un espíritu caído del cielo, esa era la vivacidad que había visto en ella la primera vez que se encontraron. Después, él había apagado esa chispa de vida con sus propias manos.

"Vamos a la reunión, Diseñadora Velasco", le dijo Eloy con la barbilla en alto. "No puedes faltar a la junta de 'Malavillamor'".

"Por supuesto, Sr. Baylón".

"¿Tienes listos tus bocetos de diseño?".

Zulema asintió: "Preparé una presentación en PowerPoint".

"Bien, sorpréndenos a todos", le dijo Eloy. "He hablado muy bien de ti ante estos señores".

"No defraudaré al Sr. Baylón", ella respondió obedientemente, y se ubicó al final del grupo.

En la sala de reuniones.

Roque tomó su lugar en la cabecera, mientras Zulema se paró a un lado para presentar sus diseños.

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