La Fuga de su Esposa Prisionera romance Capítulo 158

Al escuchar eso, Arturo de repente tuvo una idea y apresuradamente dijo: "Sí, sí, tienes razón, ¡todo fue mi idea! Señor Malavé, yo hice que Reyna se hiciera pasar por otra persona, no le eches la culpa a ella, ¡todo fue mi culpa!". Aún en esos momentos, ilusamente esperaba poder salvar a Reyna, pero ya era demasiado tarde.

Roque estaba frío como el hielo: "Si tanto quieres admitir tu error, te complaceré".

"Señor Malavé..."

"Vuelve al manicomio, pero olvídate de tu identidad como doctor", Roque curvó sus labios cruelmente. "Ahora serás un paciente".

¡Los ojos de Arturo se abrieron de par en par! Había pasado tantos años en el manicomio, haciendo y deshaciendo, y había ofendido y maltratado a incontables pacientes allí. Si volvía, ¡le iban a despellejar vivo, a beber su sangre y a devorar su carne hasta los huesos! ¡No quedaría nada de él!

"Llévenselo", Roque ordenó. "Además, no quiero que vuelca a mover sus manos y pies".

"Sí, Señor Malavé".

Arturo soltó un grito de agonía, temblando de pies a cabeza, con un goteo constante de orina en sus pantalones. ¡Se había orinado del miedo!

Mientras los guardaespaldas lo arrastraban hacia fuera, sus ojos se voltearon y se desmayó completamente, él mismo se lo había buscado.

Viendo la suerte de su padre, Reyna ya estaba paralizada de miedo, con la boca abierta y sin poder articular palabra alguna, miraba fijamente a Zulema: "Tú, ¿cómo lo sabías todo?".

¡Si ella y su padre nunca se lo habían mencionado a nadie! ¿Cómo de repente el Señor Malavé y Zulema lo sabían todo? ¡Era un secreto!

Zulema respondió: "Eso no es asunto tuyo, quien mucho abarca, poco aprieta". Su mirada se deslizó sutilmente hacia el anillo, su avaricia era su mayor punto débil. Ese anillo de compromiso, desde su diseño, fue una estocada en su orgullo y su dolor, creado por Roque a un alto costo para Reyna. Pero al final, el anillo resultó ser de gran ayuda para ella.

Reyna se arrastró a los pies de Roque, agarrando su pantalón: "Señor Malavé, pase lo que pase, mis sentimientos por ti son verdaderos, te amo con todo mi corazón".

"¡Fuera!". Roque la apartó de una patada, y Reyna salió volando y trató de acercarse de nuevo, pero los guardaespaldas la detuvieron.

"Saquen a esta mujer", ordenó Roque con voz fría. "Y tráiganme el látigo".

Los guardaespaldas preguntaron: "¿Cuántos azotes?".

"Hasta que deje de gritar, solo ahí se detienen. ¡Pero que respire!". Quería castigarlos lentamente, a ella y a su padre, ¡poco a poco!

"No, Señor Malavé, no...", Reyna gritó con una cara llena de terror. "¡No puedes tratarme así!".

"¿No puedo? ¿Olvidaste cuando empujaste a Zulema por las escaleras?".

Reyna miró a los ojos sin emociones de Roque y supo que no había vuelta atrás, pensó que tenía la victoria en sus manos, pero nunca se imaginó que Zulema lograría darle la vuelta a la situación. ¿En qué punto se había equivocado? No pudo entenderlo.

Los guardaespaldas ya la estaban llevando afuera y ella luchaba desesperadamente: "No, suéltenme, Señor Malavé, ¡qué corazón más duro tiene!".

En su lucha, el anillo de su dedo anular se cayó, Zulema de inmediato caminó hacia él, se agachó y lo recogió.

"El diamante es hermoso", comentó con admiración. "Brillante y deslumbrante, qué hermosa piedra, es el sueño de muchas mujeres comprar algo tan caro".

Capítulo 158 1

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