La Fuga de su Esposa Prisionera romance Capítulo 27

Zulema respondió con firmeza, pero sin arrogancia: "Vine para asistir a la subasta benéfica".

"¡Se entra con invitación! ¿La tienes?".

"Yo..."

¡Roque no le había dado ninguna! Pero en eso, varios invitados pasaron caminando sin que el portero revisara sus invitaciones.

Zulema le preguntó: "¿Por qué no les revisas a ellos? ¿Solo a mí?".

"Ellos son caras conocidas, ¿quién en Orilla no los conoce? ¿Y tú? ¿Quién eres tú? ¡Vamos, vete!". Diciendo eso, el portero intentó echarla.

Zulema llevaba tacones altos, hacía tiempo que no los usaba y no se sentía cómoda, además su falda era larga, y al retroceder apresuradamente casi se cae.

"Cuidado". En ese momento, unas manos la sostuvieron, fue entonces cuando ella se estabilizó y, agradecida, miró hacia atrás: "Gracias".

Sin embargo, su sonrisa se congeló al ver que era Facundo.

"¿Qué haces sola aquí? ¿Dónde está el señor Malavé?", le preguntó Facundo.

"No te preocupes, señor Galán, esto es asunto mío".

Facundo suspiró: "¿Cómo puede dejarte aquí solo para que te maltraten?".

Zulema retiró su mano: "Solo dejé mi invitación en el coche, iré por ella ahora".

"No hace falta, vamos juntos", Facundo la tomó de nuevo.

Al ver a Facundo, el portero rápidamente se puso una sonrisa: "Señor Galán, no sabía quién era la señorita, no se malgaste en gente así. ¡Hay muchas que vienen a pescar hombres en estas fiestas, ya las he visto!".

Facundo frunció el ceño: "Ella es mi amiga, ¿qué estás insinuando?".

"Ah... lo siento, lo siento, por aquí, por favor".

Facundo se giró hacia ella: "Zulema, vamos". Ella no tenía otra opción, no podía quedarse ahí parada en la puerta, estaba a punto de aceptar cuando de repente escuchó un alboroto detrás de ella.

"¡Llegó el señor Malavé!".

"¡Oh, qué distinguido invitado!".

"El señor Malavé rara vez asiste a estos eventos, y hoy trae acompañante".

"¡Esa mujer no será la recién casada señora Malavé!".

La multitud se amontonaba en la dirección de Roque.

Zulema se giró y vio a Reyna del brazo de Roque, caminando hacia la entrada, protegidos por sus guardaespaldas, este también la vio y luego lanzó una mirada aún más severa hacia Facundo a su lado.

¡No había pasado mucho tiempo y ya estaba de nuevo con su antiguo amor! ¡Una mujer de amores livianos!

Reyna, por su parte, lucía orgullosa y disfrutaba de ser el centro de atención.

"Ay, señor Malavé, veo a Zulema... ¿cómo puede estar tan cerca de otro hombre?", dijo con intención.

Roque mantuvo la cara seria.

"Ni siquiera sabe mantener las apariencias, no tiene conciencia, creo que solo está con ese hombre para hacerte enojar, porque viniste conmigo", Reyna insinuó, no perdió la oportunidad de difamar a Zulema. Después de hablar, echó un vistazo a la expresión de Roque, parecía que esos dos tenían una relación muy especial. Él retiró la mirada y pasó junto a Zulema sin volver a mirarla para entrar al evento.

"Zulema, ¿cómo puede Roque aparecer con otra mujer y dejarte sola aquí?".

"Mi asunto no es de tu incumbencia".

"No está bien. ¡Voy a buscarlo!".

"¡Facundo!", Zulema lo detuvo con una mano. "¡No hagas un lío! Estoy bien, vamos a entrar".

Facundo la miró incrédulo: "Zulema, ¿puedes soportar lo que Roque te hace?".

Ella sonrió: "No tengo nada que no pueda soportar. Porque no tengo derecho a enojarme".

Facundo la miraba con una mezcla de tristeza y cariño.

"Está bien", dijo Zulema. "No busques problemas con Roque por mí, no te conviene".

Facundo se había quedado perplejo cuando ella le dijo, con tono final: "Y tampoco me conmoverás".

Roque siempre había tenido sus recelos sobre el pasado de ella con Facundo, y en ese momento, para colmo, ella era la diseñadora jefe del departamento de diseño de joyas de Grupo Malavé y Facundo gerenciaba Joyería Galaxy del Grupo Galán. ¡Eran competidores en toda regla!

Al entrar al salón del evento, todos se movían con copas de champaña en mano, charlando y riendo, en un ambiente de elegancia y perfume. Zulema se había apartado a un rincón, dedicada a degustar los dulces de la mesa.

Roque era el centro de atención; lo rodeaba un enjambre de personas buscando congraciarse con él.

"Señor Malavé, ¿esa es la Señora Malavé?", le preguntaba alguien.

Roque no se tomaba la molestia de corregir. Reyna no lo era por ese momento, pero en el futuro, lo sería.

"El título no es tan importante, lo que cuenta es que soy yo quien está con Roque ahora", contestó Reyna.

Los presentes eran astutos y no tardaron en captar la sutileza. Entonces, esa mujer no era la Señora Malavé, pero su estatus era aún más elevado, siendo la acompañante del señor Malavé en eventos importantes.

Comenzaron a lloverle halagos:

"Señorita Navarro, es usted de una belleza natural".

"Realmente hacen una pareja admirable con el señor Malavé".

"Pronto podrá reunirse más a menudo con nuestras esposas, señorita Navarro".

Reyna se sentía en las nubes, disfrutando aquellos momentos de adulación. Esos directores y productores que antes la rechazaban en ese momento se esforzaban por adularla.

Roque frunció el ceño ligeramente; siempre había detestado esos eventos, miró a su alrededor y pronto encontró a Zulema, la observaba de manera pensativa. Su vestido sencillo no podía ocultar su grácil figura, y aunque estaba en un rincón, parecía irradiar luz propia.

Zulema saboreaba un pastelito, llevándoselo a la boca con una cucharilla pequeña. Al sentir una mirada intensa sobre ella, se giró, y Roque rápidamente desvió la suya, ella no se percató, pero Reyna sí lo hizo.

"Señor Malavé, iré al baño un momento, vuelvo enseguida".

Alejándose de Roque, Reyna se dirigió directo hacia Zulema, se posicionó a propósito detrás de ella, sin hacer ruido, esta, ajena a la presencia detrás de ella, giró y accidentalmente chocó con ella, entonces el pastelito cayó, manchando el vestido de Reyna con crema.

"¡Ay no! ¡Mi vestido es muy costoso!", gritó Reyna.

Antes de que Zulema pudiera reaccionar, ella la acusó directamente: "¡Ya lo sabía, lo hiciste a propósito, porque me envidias! ¿Y ahora qué hago? La fiesta apenas comienza. ¿Podrás pagar mi vestido?".

Su escándalo atrajo a los curiosos. Naturalmente, se pusieron de su lado, ya que ella era la acompañante del señor Malavé. ¿Y Zulema? ¡Nadie la conocía!

"Fue usted quien se puso detrás de mí sin decir nada, ni siquiera me di cuenta", se defendió Zulema. "¡Para hacer un montaje, al menos hágalo bien!".

"¡Has arruinado mi vestido y me culpas a mí!".

Zulema, sin ganas de discutir, sacó una servilleta: "Déjame limpiártelo".

"¡No saldrá! ¡Ahora quítate tu vestido y dámelo a mí!", le reclamó Reyna.

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