La Fuga de su Esposa Prisionera romance Capítulo 26

Cuando ella de verdad se fue, Sania no pudo dejar su orgullo a un lado para ir tras ella, así que fue a buscar a Eloy.

"¿Ah?", Eloy respondió. "¿Me preguntas qué pasa con Zulema?".

"¡Sí!".

"Ella, ella es un secreto, eh, solo te lo voy a decir a ti".

Sania, impaciente, dijo: "¡Ya, ya, dime!".

"Ella es la jefa, la jovencita consentida del gran jefe".

La mandíbula de Sania casi tocó el suelo. ¡¿Qué?! ¿Zulema se había casado con Roque? ¡Eso era como pegar el salto a la gran vida, casarse con la riqueza! ¿Por qué entonces Zulema decía que la estaba pasando tan mal y era tan infeliz!

Eloy le advirtió: "Sania, solo te cuento este chisme porque te aprecio, así que cierra bien esa boquita".

"¿Se llevan bien ellos?".

"De eso... no estoy muy seguro. Pero la relación entre ellos es enigmática, llena de secretos".

Sania indagó más: "¿Qué tipo de enigma?".

"Quédate unos días más en la empresa y verás que algo no cuadra".

"Sr. Baylón", Sania lo miró con desdén. "Siendo el mejor amigo del Sr. Malavé, ¿no puedes averiguar un chisme? Te haces llamar el sabelotodo del Grupo Malavé, ¡vamos, hombre!".

Eloy se encogió de hombros: "Sé todo sobre Rocky, pero en cuanto a su matrimonio, no suelta nada".

Zulema regresó a su puesto de trabajo, sintiéndose ahogada por dentro. Sania era su amiga más cercana, con quien podía hablar de todo, quiso compartir con ella lo que había sufrido esos años, pero era inútil, solo haría que su amiga se sintiera miserable también.

De repente sonó un mensaje en su móvil. Al abrirlo, vio que era de Roque: [Ven a mi oficina ahora mismo]

Zulema se levantó resignada.

"Sr. Malavé, ¿qué necesita?". Se paró correctamente frente a su escritorio.

Roque le lanzó una invitación: "Léela".

Zulema la recogió: "¿Una subasta benéfica?".

"Así es". ¿Qué tenía que ver ella con eso? Era un evento tan exclusivo que ella no tenía derecho a entrar. ¿Acaso iba a llevarla con él?

"¿Vas a llevarme contigo?", le preguntó Zulema, tentativamente.

Roque sonrió con sarcasmo: "¿Crees que te lo mereces?".

"No, no lo merezco".

"Me alegra que lo entiendas". Roque cruzó las piernas con arrogancia: "Llevaré a Reyna conmigo".

"Entendido".

"Tú irás sola, encuentra un rincón donde pueda verte y quédate ahí quieta", le dijo él.

Zulema no entendía sus intenciones, pero sabía que no tenía el derecho a rechazar ni protestar: "Está bien. Solo que no tengo la ropa adecuada".

Roque se reclinó en su silla y la miró entrecerrando los ojos. "Zulema, ¿recuerdas la primera vez que nos vimos?".

Ella vaciló y luego asintió: "Sí". ¿Cómo olvidarlo? Estaba grabado en su ser, una pesadilla de la que nunca despertaría, porque fue el comienzo de su desgracia. La primera vez que Zulema vio a Roque fue en la Universidad de Orilla, cuando fue llamada a la oficina del director. Ella, ingenua, abrió la puerta y lo primero que vio fue a él, con un aura oscura y amenazante, vestido de traje negro, emanaba una presión tan fuerte que la dejó sin palabras. Tan guapo y atractivo, pero tan diabólico.

"¿Tú eres la hija del Dr. Velasco?".

"Sí, sí".

"¿Te llamas Zulema?".

"Sí".

"Bien". Roque se levantó y avanzó hacia ella: "Ven conmigo". Así fue como Zulema quedó bajo su control. Tanto fue así que nunca tuvo la oportunidad de despedirse de Sania.

Roque de repente soltó una risa burlona: "Esta noche te llevaré a comprar, ¡fuera!".

Se dio cuenta de que Zulema seguía siendo ella, tan poco cambiada desde la primera vez que se vieron. No estaba loca, ni perdida en la desesperación, era como una flor que florecía entre espinas, incluso cada vez más hermosa. Había perdido la timidez de sus años de estudiante, tenía un aire de mujer, con curvas pronunciadas y una figura encantadora.

Roque cerró los ojos y sacudió la cabeza para librarse de los pensamientos desordenados que lo asaltaban en ese momento.

Al salir del trabajo, Zulema corrió hacia el carro de este con un rostro lleno de pánico, temiendo ser vista. El coche se detuvo frente a una boutique de alta gama, era una tienda exclusiva para gente VIP, con diseñadores personales que tomaban medidas, y estilos únicos en el mundo, así que no había riesgo de coincidir con el atuendo de otra persona.

Pero el detalle era que era muy caro. Por eso, Zulema preguntó con vacilación: "¿Estás seguro de querer comprar ropa para mí aquí?".

"Sí".

"Es que...".

"¿No te gusta el estilo de esta tienda?".

Zulema respondió: "No es eso. ¿Podrías darme el dinero en efectivo en lugar de la ropa?".

Roque salió del coche con el rostro serio: "¡Ni lo sueñes!".

Al entrar a la tienda, él la dejó en manos de los empleados y se sentó en la zona de descanso a tomar un café. El gerente los atendió personalmente y, después de una hora, cambió completamente el atuendo de Zulema de pies a cabeza, con la cortina deslizándose suavemente, ella avanzó sosteniendo el dobladillo de su vestido.

"Sr. Malavé, mire, ¡qué hermosura!".

Roque levantó la vista, un brillo de asombro cruzó por sus ojos. El dobladillo del vestido estaba incrustado con diamantes, brillando intensamente, reflejando una luz deslumbrante con cada paso que daba. El diseño off-shoulder resaltaba perfectamente las clavículas y el cuello esbelto de Zulema. Ni hablar de su cintura delgada y su figura curvilínea.

"Es como si hubiera nacido para esto, incluso luce mejor que las modelos", el gerente alabó sin cesar. "Con una piel suave y cabello brillante, será el centro de atención en cualquier evento".

Zulema se sintió un poco incómoda; en el espejo, se veía demasiado bella, como salida de un cuento. Hacía mucho que no se veía así, la última vez había sido en su fiesta de cumpleaños cuando cumplió veinte años. En aquel entonces, ella era la pequeña princesa de sus padres.

Roque la observaba, olvidándose por un momento de apartar la mirada. Desde la primera vez que la vio, supo que la chica era una verdadera belleza, pero en ese momento ella había florecido completamente.

"¿Qué te parece este vestido? ¿Qué opinas?", le preguntó Zulema en voz baja.

Roque volvió en sí y bajó la vista para seguir ojeando la revista que tenía en sus manos: "Es horrible".

"¡¿Qué?!". El gerente estaba desconcertado.

"¡Pruébate otro! ¡Algo más sencillo y elegante!". ¿Cómo podía permitir que se vistiera de una manera tan deslumbrante y etérea? Solo de pensar que, en la fiesta, los ojos de otros hombres estarían fijos en ella, admirándola sin parar, él deseó esconderla de todos. ¡Nadie más debería verla!

Al final, Zulema se puso un vestido largo de color rosa pálido. Sencillo y discreto, pero no podía ocultar su belleza natural y su piel blanca.

Roque la entregó al chofer: "Llévala al evento". Luego, él fue a buscar a Reyna, mientras Zulema se sentía como Cenicienta, con su hermoso vestido yendo en su carruaje de calabaza, sabiendo que a la medianoche la magia desaparecería, y volvería a ser la chica sencilla de siempre.

La subasta benéfica era de alto nivel, con la presencia de líderes de diferentes campos, personas influyentes y reconocidas.

Zulema, sola, parecía fuera de lugar y nadie la conocía, ni conocía a nadie. Por eso, cuando intentó entrar al evento, el portero la detuvo diciéndole: "Esto no es para cualquiera que se ponga un vestido y ya, ¡vete a esperar a un lado!".

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