La Fuga de su Esposa Prisionera romance Capítulo 22

Zulema apenas abrió la puerta del coche y se sentó adentro.

"¿Te lastimaste?".

Ella negó con la cabeza.

"Eres bastante astuta, sabes cómo cuidarte, Roque soltó una risa burlona.

"Fue por poco". Zulema lo dijo, pensando en tocar su vientre sin querer. Pero al recordar que él estaba a su lado, se detuvo en seco.

"Este asunto termina aquí, no pienses en causarle problemas a Reyna", le advirtió él.

"Me sobrevaloras demasiado. ¿Cómo podría atreverme?". Reyna era su favorita, la mujer que había prometido desposar. ¿Cómo podría compararse con ella? Solo le quedaba aceptar su pérdida.

"Pero, siempre odias que toquen tus cosas. Y yo, soy tu posesión", le dijo Zulema.

"Reyna es diferente".

"¿Porque la amas verdad?".

Roque no respondió. ¿Amor? Tal vez no tanto, era más bien una cuestión de responsabilidad. Después de todo, Reyna lo había salvado con su cuerpo, dándole sensaciones diferentes.

"Ya la castigué, ¿qué más quieres?", dijo Roque, tocándose la sien.

Zulema esbozó una sonrisa amarga: "¿Qué puedo hacer yo? ¿Merezco algo mejor?".

Conocía su lugar, ¿cómo podía albergar otros deseos? De repente, sintió un dolor en la barbilla, Roque apretaba con fuerza: "No pongas esa cara de mal augurio delante de mí, incluso si Reyna te hizo algo hoy, ¡lo soportarás!".

Él ya la había favorecido, enviando a Reyna a reflexionar en casa. ¿Y todavía no se daba por satisfecha? ¿Le hacía berrinches? ¡Él se sentía aún más irritado!

"Entendido", susurró Zulema. Solo entonces él soltó su barbilla y cerró los ojos para descansar, pero no podía, estaba inquieto y con un leve dolor en las sienes.

Al volver a su oficina, abrió el cajón de abajo y sacó una bolsita perfumada, era esa bolsita que Zulema le había dado y que él había tirado a la basura.

Al oler esa fragancia suave y herbácea, el ánimo de Roque se calmó gradualmente, y se quedó dormido. No sabía cuánto tiempo había pasado, cuando abrió los ojos vio a Eloy parado al otro lado de su escritorio, este estaba jugueteando con la bolsita perfumada, lanzándola al aire una y otra vez.

"Esto está bueno, ¿dónde lo compraste?", le preguntó Eloy. "Tienes insomnio, ¿no es así? Es la primera vez que te veo dormir tan profundamente, no tenía corazón para despertarte".

Roque tosió ligeramente: "Dámela".

"¡Vamos, comparte algo bueno!".

"No lo repetiré".

"Está bien, está bien, una bolsita perfumada tan preciada eh, ¿quién te la dio, una querida bella?", Eloy se la lanzó.

Roque frunció el ceño ligeramente.

"No, espera, estás comprometido ya, no deberías aceptar regalos de otras mujeres. ¡Así que es de Zulema!". Eloy chasqueó los dedos.

El semblante de Roque se ensombreció aún más, metió la bolsita de nuevo en el cajón: "Habla de lo que tengas que hablar, o vete si no hay nada".

"¡Parece que acerté! No sabía que Zulema tenía esa habilidad... ¿te importaría que me hiciera una?", Eloy se rio a carcajadas.

"¿Para qué la quieres?".

"Lo que tú haces con ella, yo lo haré también. No sé qué tiene adentro, pero ese aroma es tan reconfortante, relajante".

De repente, Roque esbozó una media sonrisa: "¿Tanto la quieres?".

"Sí".

"Está bien, le diré a Zulema que haga una para toda la compañía".

Eloy se sobresaltó: "¿Quieres matarla de cansancio?".

"Las cosas buenas hay que compartirlas con todos".

Eloy encogió los hombros: "Hablemos de negocios. Al departamento de joyería, ¿qué nombre le pondrás?".

"Todavía no lo he pensado".

"Tómate tu tiempo, pero asigna algo de presupuesto para mí".

Roque asintió: "Está bien, pero hay algo que debo recordarte".

"Dime". Eloy estaba muy atento, pensando que él iba a hablar de algo importante, pero...

"¡Pórtate un poco más discreto! Ella es solo una empleada que te presté, ¿entiendes?", le advirtió Roque.

Zulema en ese momento estaba bajo las órdenes de Eloy, y ciertamente su vida laboral se había vuelto mucho más relajada.

Eloy, después de haber trabajado unos años en el extranjero, prefería una gestión más libre y humanizada, enfocándose en los resultados más que en la asistencia, mientras el trabajo estuviera bien hecho, no importaba si la persona no estaba en la oficina.

"Lo que pasa es que la respeto porque es tu esposa, hombre, pero hablando en serio, su capacidad profesional es realmente muy buena", le respondió Eloy.

Cuando regresó al Departamento de Joyería, Eloy se acercó al escritorio de Zulema.

"Sr. Baylón".

"Esa cosita perfumada que le hiciste a Rocky, hazme una a mí también".

Zulema no entendió: "¿Qué cosa?".

"La bolsita perfumada, pues. La que él tiene es de un color feísimo, solo cámbiale el diseño".

Ahí fue cuando ella entendió, pero... ¿acaso Roque no la había tirado a la basura? ¿La había recogido de nuevo?

"Oh, está bien, Sr. Baylón, se la doy después del trabajo", le respondió Zulema.

Eloy asintió: "Ah, y Rocky dijo que es algo bueno, que hagamos una para cada persona en la empresa".

Zulema: "¿Eh?".

"Es que todos están estresados y duermen mal. La empresa pagará, buscaré a alguien para ayudarte", le explicó Eloy.

Y así, durante toda la tarde, Zulema y una docena de compañeros se sentaron frente a un montón de hierbas medicinales, seleccionando, atando cuerdas y fabricando bolsitas perfumadas, para cuando finalmente terminaron la última, ya eran las ocho de la noche.

Zulema se estiró para aliviar el dolor de su cuello y fichó la salida. De camino a Villa Aurora, recogió una botella de agua mineral del suelo, el salario aún no se había pagado, y aunque confiaba en que Eloy sería justo, eso sería recién dentro de un mes. Por ese momento necesitaba ganar algo de dinero. Recordó que la enfermera había dicho que el estado del bebé era inestable y requería más exámenes y tratamiento, también necesitaba suplementar su nutrición durante el embarazo. El dinero le era necesario por todos lados.

El largo camino se hizo menos monótono por la tarea de recoger botellas, y Zulema estaba tan concentrada que ni siquiera notó el vehículo que la había estado siguiendo. La ventana del carro bajó a la mitad, y Roque observaba con una mirada profunda esa pequeña figura.

¡Ella estaba recogiendo basura! ¡Y lo hacía con tanta destreza que era evidente que no era la primera vez!

"Sr. Malavé, ¿quieres que llame a la señora?", le preguntó Saúl en voz baja.

"¡No es necesario!".

Ella realmente lo había impresionado, trabajaba de día y recogía basura de noche. ¡Si no fuera porque ese día tuvo una reunión hasta tarde, ni siquiera se habría enterado!

Cuando estuvieron cerca de Villa Aurora, Zulema revisó lo que había recolectado esa noche, era poco, pensó si debería dar otra vuelta para recoger más, cuando de repente una mano se extendió, arrebatándole todo lo que había recolectado: "¡Zulema!".

Ella se sobresaltó al ver que era Roque y se sorprendió aún más.

"¿Así de baja te consideras?", le gritó él.

"¡Gano dinero con mi propio esfuerzo, honestamente! ¡Devuélvemelo!", replicó Zulema, intentó recuperarlo, pero él simplemente lo arrojó.

El sonido de las botellas chocando entre sí llenó el aire, esparciéndose por el suelo, como si fuera la propia dignidad de ella.

"Roque, ¡qué haces! ¿Sabes cuánto tiempo me tomó juntar eso? ¿Qué derecho tienes para tirarlo?".

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