La Fuga de su Esposa Prisionera romance Capítulo 21

Ella sonreía mientras se secaba las lágrimas del rabillo del ojo. Hace un momento, Zulema solo pensaba en huir y proteger al bebé que llevaba en su vientre. Y recién en ese momento se dio cuenta de que su cuerpo dolía por todos lados y su espalda estaba empapada de sudor. Al ver a Roque, su corazón por fin encontró paz, estaba a salvo.

"¿Por qué cada vez que desapareces de mi vista, te metes en problemas?", le preguntó Roque con la mirada baja. "¿No puedes quedarte tranquila a mi lado?". Él había vuelto de una reunión a la oficina cuando Saúl le preguntó qué quería para el almuerzo, pensando en hacer el pedido, pero él pensó en Zulema.

Y cuando Saúl fue a preguntar al Departamento de joyería por ella, se enteró de que Reyna había irrumpido en la empresa y se la había llevado.

Roque llegó enseguida.

"Esto no fue culpa mía. Estaba trabajando en la empresa, no hice nada malo", respondió Zulema.

Los ojos de Roque destilaban frialdad mientras levantaba la vista hacia Reyna.

"Sr. Malavé...", Reyna cambió de cara en un instante, mostrándose afligida e inocente. "Zulema me insultó, dijo que era amante indigna, puta despreciable, una cualquiera. Solo quise darle una lección..."

Zulema no podía creer que alguien pudiera tergiversar tanto la realidad. ¡Esas palabras habían sido dichas por Reyna hacia ella! ¡Y en ese momento ella se hacía la víctima!

"¡Yo no dije eso!", se defendió Zulema. "Roque, yo..."

"Silencio".

Zulema mordía la carne de su labio por dentro, no ser amada significaba no ser valorada.

Al ver la escena, Reyna se llenó de nuevo de confianza: "Sr. Malavé, ella me insultó primero. ¡Si hubieras escuchado esas palabras, también te hubieras enfadado!".

"¡Tú también cállate!".

"Pero..."

"¡Venir a la empresa y llevarte a alguien así, eres la primera! ¡Si yo no hubiera llegado a tiempo, los que estarían aquí ahora serían los policías!", la regañó Roque.

Reyna replicó: "Sé que no permitirías que me llevasen presa".

Zulema bajó la mirada hacia la punta de sus zapatos, sintió un amargo bloqueo en su corazón. No sabía por qué, después de todo, debería estar acostumbrada, el favoritismo de Roque nunca era para ella, lo único que él le daba era odio y dolor.

"Esas dos personas, llévenselas y arréglense con ellas. No quiero volver a verlas en Orilla", les ordenó Roque con voz fría.

"Sí, Sr. Malavé".

Reyna, sin embargo, no estaba dispuesta a ceder: "Espera, si los manejas tú, ¿no es eso una afrenta a mi dignidad?". Aún en ese momento, le preocupaba su propio orgullo.

Zulema pensó si esa mujer era demasiado tonta o demasiado malvada. Como era de esperarse, el rostro de Roque se ensombreció aún más: "¡Tú también lárgate!".

Casi le faltó decir "¡Fuera de aquí!".

"¿Eh? Sr. Malavé", Reyna se acercó rápidamente y tomó el borde de su chaqueta. "¿Estás enojado conmigo?".

La sien de Roque latía visiblemente, le faltaba un segundo para estallar de ira.

"Vete a casa y reflexiona", le dijo Roque, soltándola.

"No, ¡no quiero! Me estás culpando", Reyna comenzó a llorar de repente. "Eres injusto, desde que llegaste hasta ahora, ¡nunca te detuviste a preguntar qué hizo ella! ¡Yo no iría a la empresa a llevármela sin razón!".

Roque frunció el ceño aún más. Mientras tanto, en el corazón de Zulema sonaban todas las alarmas, ella había atacado directamente su vientre... ¿sería posible que hubiera descubierto su embarazo? No, era improbable. ¿Cómo ella iba a saber que estaba embarazada?

Un golpe en el vientre, quizás había sido solo una coincidencia. Pero Zulema estaba aterrada, si se descubría su embarazo, ni ella ni su hijo tendrían dónde esconderse.

¡Roque se enfurecería!

"Está bien, cuéntame, ¿qué hizo Zulema?", le dijo Roque asintiendo.

"Ella, ella..."

Reyna no esperaba que Roque realmente preguntara y se quedó sin palabras.

"¿Sí?".

Los ojos de Reyna giraban rápidamente, decidiendo finalmente no revelar el embarazo de Zulema. Porque eso no le traería ningún beneficio a ella, ¡e incluso podría exponer la situación en la que ella había suplantado a alguien! Esa vez había fracasado, no importaba, ¡habría más oportunidades en el futuro!

"Hay un dicho que reza: el que mucho abarca poco aprieta, Reyna, la que ha obrado mal eres tú, la que trajo secuaces fuiste tú, ¿qué podría hacerte yo sola?", en ese momento, Zulema tomó la palabra, no estaba segura de qué diría Reyna, así que ¡mejor cambió de tema!

Reyna la miró con resentimiento.

"Basta ya", Roque dijo con el rostro tenso. "Reyna, no quiero verte por un buen tiempo".

"¡Sr. Malavé...!". Reyna intentó decir algo más, pero él le lanzó una mirada y el guardaespaldas se acercó, empujándola al auto y llevándosela.

Zulema respiró aliviada, había esquivado una bala directa hacia ella. Relajándose, se dio cuenta de que aún estaba en los brazos de Roque, entonces se apresuró a ponerse de pie.

"¿Qué, me usas y luego me descartas?". Roque extendió su brazo y la atrajo de nuevo a él: "Zulema, ¡a ver si dejas de meterme en problemas!".

"¿Crees que es mi culpa?".

"¡No hay cachetada sin mano!".

Zulema respondió mordiéndose el labio: "Ya sea Rufina o Reyna, ambas vinieron por mí por tu culpa. Sin ti, nada de esto habría pasado". No solo tenía que soportar las torturas de Roque, sino también el acoso de sus mujeres. ¡Qué cansada era la vida!

"¿Crees que el lugar de la Sra. Malavé es fácil?", le replicó él.

Zulema contraatacó: "¡Nunca he pensado en casarme contigo!".

"Si te digo que te cases, te casas; si te digo que te sientes, te sientas ¡No tienes opción!", la voz de Roque era firme.

"¿Así que yo, Zulema, simplemente debo permitir que esas mujeres me usen como un blanco y me humillen una y otra vez?".

¡Ella no les debía nada! ¿Por qué debería tolerar su maltrato?

"¿De qué tienes miedo?". Roque levantó su barbilla: "Yo te salvaré".

Zulema se vio obligada a mirarlo: "¿Puedes garantizar que cada vez estarás ahí a tiempo para asegurarte de que no salga lastimada?".

Él la miró a los ojos. "Lo garantizo", los labios de Roque se entreabrieron, "en Orilla, no hay nada que no pueda hacer". Estaba extremadamente seguro de sí mismo, era un hombre poderoso en la cima de la pirámide de Orilla, no había nada que no pudiera tener, ni nada que no pudiera hacer.

Zulema sonrió levemente: "¿Nunca has fallado?".

"Nunca".

"Espero que siga siendo así, porque sólo haría falta una vez para destruirte", ella contestó.

Roque bajó la cabeza, acercándose lentamente: "En mi mundo, ese día no existe".

Zulema giró la cabeza, evitando su aliento que se volvía más caliente. En ese momento, ninguno de los dos sabía que, algún día en el futuro aquello se haría realidad. Y para entonces, sería demasiado tarde para arrepentirse.

Roque se subió a su Rolls-Royce, mientras Zulema permaneció afuera.

"Sube", le dijo él.

Ella estaba sorprendida, ¿él realmente la estaba dejando subir al auto? ¿No tenía que caminar?

Todavía no estaba segura y preguntó de nuevo: "¿Me estás hablando a mí?".

"¿O acaso le hablo a un fantasma?".

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