Dilema entre el Odio y el Amor romance Capítulo 3

Estefanía habló sin rodeos y Antonio se puso pálido en un instante.

Estefanía era un calco de su madre, Sofía, tenía una piel blanca como la nieve, era alta y esbelta, con una belleza natural que, por alguna razón, venía acompañada de un rostro inocente y ojos claros, como los de una chica que no había conocido el mundo.-

Cuando se fue del país, aún era una niña que no había florecido por completo, pero en ese momento ya era una belleza capaz de hacer caer un reino.

Eso era su capital, era joven y hermosa. Siempre había algún que otro empresario mayor dispuesto a fijarse en ella sólo por su apariencia.

Antonio en su momento se había enamorado perdidamente de la belleza de la madre de Estefanía, y por eso se había casado con ella.

Ahora parecía que el dicho era cierto, de tal palo, tal astilla. Sofía era despreciable y Estefanía no era mucho mejor.

Estefanía ya estaba acostumbrada a las muecas de desprecio de Antonio y lo miró desafiantemente sin inmutarse.

"En esa cena van a estar varios VIP, depende de ti como quieras comportarte", dijo Antonio con una expresión fría. "Tu abuelo espera que vayas, es algo que tiene que ver con tu futuro".

Dicho eso, se levantó y salió del salón sin darle a Estefanía la oportunidad de rechazar.

Estefanía observó cómo se alejaba Antonio y su expresión se volvió fría.

De repente dijo: "Si voy a ir, debería arreglarme bien, ¿no?".

Antonio se detuvo por un segundo y luego sacó una tarjeta de crédito de su bolsillo y se la entregó al mayordomo con impaciencia.

Él sabía que Estefanía, igual que Sofía, amaba el dinero más que nada en el mundo.

"Gracias", dijo Estefanía tomando la tarjeta sin cortesía y con una expresión indiferente salió por la puerta.

Laura Romero bajó las escaleras justo a tiempo para ver la escena y dijo con una cara de desdén: "Ella se gasta el dinero que Fabiola ha ganado como si nada".

Antonio en el fondo se sentía culpable con Laura, había dicho claramente cuando se divorció de Sofía que cortaría todo contacto con ella y su hija, pero aún no podían deshacerse completamente de Estefanía.

"Después de mañana todo estará mejor, tranquila. Además, algunos de ellos son personas muy influyentes, a nuestra familia no le irá mal si Estefanía se case con alguno de ellos, el regalo de compromiso valdrá por lo menos diez millones", la consoló suavemente.

"Será mejor que así sea, si no, ¿hasta cuándo la familia López va a tener que mantener a esa inútil?". Laura bufó con frialdad.

Fuera de la casa, Estefanía escuchó la conversación sin hacer ruido y apretó fuertemente la tarjeta de crédito en su bolsillo.

No fue hasta que salió cuando se dio cuenta de que no se había llevado el mouse de su computadora y tuvo que volver a subir a buscarlo.

Así que Antonio quería exprimirle todo su valor hasta la última gota.

No pudo evitar una sonrisa fría en sus labios, se dio la vuelta y dejó la casa de los López.

Universal Entretenimiento.

En su celular, King le mandó un mensaje: "¿Ya llegaste?".

"Ya, voy a buscar una cafetería", respondió Estefanía rápidamente mientras entraba por la puerta principal.

Cerca del ascensor, de repente apareció un grupo de gente que empezó a poner una cinta de seguridad: "¡Permiso! ¡Hagan espacio, por favor!".

Estefanía miró instintivamente hacia allí pensando que había pasado algo con el ascensor.

"Es el Sr. Mendoza, ¿verdad? Escuché que el Sr. Mendoza iba a venir hoy a Universal Entretenimiento para hablar sobre un plan de adquisición, ¡el rumor debe ser cierto!". Delante de Estefanía, un par de reporteros con cámaras luchaban por acercarse.

"Con Universal Entretenimiento, esta sería ya la décima empresa que Sueños Unidos ha absorbido, ¿no? En menos de cuatro años, el Sr. Mendoza ha revivido la fortuna de la familia Mendoza, ¡es un genio del mundo de los negocios!".

¿Sr. Mendoza?

Estefanía se quedó pasmada por un segundo y levantó la mirada hacia la cima del ascensor exclusivo de espiral de Universal Entretenimiento que atravesaba tres pisos.

Aparte de un par de guardaespaldas en ambos extremos, sólo había un hombre de traje impecable y estatura alta en el ascensor, llevaba en un brazo a un pequeñín que parecía tener dos o tres años con una presencia tan imponente como si fuera un emperador haciendo su entrada.

Con sólo una mirada, Estefanía reconoció que era Carlos.

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