Dilema entre el Odio y el Amor romance Capítulo 264

Margarita la apuró hace un rato atrás, le dijo que le dolía la panza y que quería tomarse un té de jengibre con leche. Estefanía tenía ganas de volver pronto al hotel del equipo de filmación, así que tomó un atajo por un callejón.

Justo cuando estaba cerca de la tienda donde vendían esos tés con leche, escuchó unos pasos detrás de ella.

Estefanía se paró un momentito y echó un vistazo de reojo a las sombras que estaban proyectadas en la pared, parecían ser cinco o seis personas.

Obvio que la cosa no pintaba bien.

Estefanía se iba a casar mañana y no tenía ganas de que unos tipos raros le arruinaran el día. Así que empezó a caminar más rápido sin mirar atrás.

Estaba a punto de salir del callejón cuando, de repente, aparecieron unas figuras bloqueando la salida. Se acercaron lentamente hacia ella.

Estefanía se quedó quieta y miró con indiferencia a los que la rodeaban. Eran como una docena y no tenían intención de dejarla ir.

Parecía que no iban a dejarla ir tan fácil.

Ella suspiró, dejó su bolso en el suelo a un lado y se preparó para acabar con eso rápido.

"Parece que la señorita López no está ni nerviosa, ¿no?". El líder de ellos tenía un palo de golf en la mano, y lo iba golpeando contra la pared mientras se acercaba a Estefanía.

Ella se puso unos anillos especiales que le había hecho Hugo, podían pasar por los detectores de seguridad. No eran de metal ni pesaban mucho.

Pero los anillos eran gruesos y tenía los bordes afilados, eran perfectos para cortar arterias. Además, estaban unidos con una cadena de veintiséis centímetros, suficiente para estrangular a alguien.

Menos mal que los guardaespaldas de Carlos no estaban con ella, si no, no podría moverse con libertad.

"No me interesa saber quiénes son ustedes", dijo ella mientras se ponía los anillos.

Ellos no sabían que ella era Quimera, una de las cuatro armas humanas de "Guardia Oscura".

"¿Crees que porque sabes un poquito de pelea ya puedes enfrentarte a cualquiera?". El tipo se sintió insultado y preguntó con sarcasmo.

"Si una mujer que sólo sabe un poquito de pelea te deja fuera de combate, ¿qué te hace eso a ti? ¿Un bicho que ni camina?". Estefanía sonrió con ironía.

"¿Te crees muy buena porque la última vez pudiste con esos inútiles que trabajan para el jefe Vargas?". El hombre se rio con desprecio.

"Qué idiota", no pudo evitar pensar Estefanía.

Ellos ya le habían dicho quién los había mandado sin que ella preguntara. Eran tontos de verdad.

"¿A quién le dices idiota?". La cara del hombre se oscureció de rabia cuando ella siguió insultándolos.

"A ti", dijo Estefanía, señalándolo con el dedo índice. "Dios es justo. Te dio una cara horrible y un cerebro pequeñito para que no desentones".

Hubo unos segundos de silencio en el callejón, y luego alguien no pudo evitar reírse.

"¡Cállate!". El hombre se enfureció por completo y gritó a los demás: "¡El que se ría otra vez se la va a ver conmigo!".

De nuevo todo quedó en silencio. Estefanía lo miró con desdén y soltó una risita: "No creo que el señor Vargas y yo nos conozcamos, ¿verdad? Si quieren pelear, hagámoslo ya, tengo cosas que hacer".

"Señorita López, para su información, estamos aquí para secuestrarla", dijo el hombre frunciendo el ceño. "¡No me importa si está ocupada!".

"Se lo estamos pidiendo amablemente, no queremos lastimarla. ¡No rechace un buen trato!".

"Yo tampoco quiero lastimarlos. Les doy tres segundos para irse, o si no, se atendrán a las consecuencias", respondió Estefanía con voz baja.

Su expresión era la misma de siempre, tranquila.

Cuando dijo la última palabra, un brillo peligroso pasó por sus ojos.

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