Amor profundo: insaciable amante romance Capítulo 7

—Eso depende de ti —repuso indiferentemente Dylan tras toda la adulación de Vanesa y no dijo más.

Vanesa casi rompió el móvil por la rabia, pero gracias a la aventura con Dylan, se le había quitado la tristeza y el dolor en el que estaba inmersa. Ahora ni siquiera le importaba que Orlando no volviera toda la noche.

A la mañana siguiente, Vanesa se vistió rápido y condujo al trabajo.

Ella nunca había pensado en ser ama de casa, ni siquiera después de haberse casado con Orlando, ya que era la única heredera de la familia Cazalla.

En cuanto a Melina, era simplemente el fruto erróneo tras una noche de embriaguez de su padre, Felipe Cazalla.

Aunque la gente trataba a Melina como una señorita en la familia Cazalla, su existencia seguía siendo una mancha para Felipe, quien había jurado que solo amaría a su esposa.

Melina era la evidencia de la traición de su padre, pero Vanesa siempre la había tratado como su hermana menor. Sin embargo, tarde se dio cuenta lo estúpida que había sido ayudando a esa ingrata.

Dentro poco, llegó al edificio del Grupo Cazalla, Vanesa estacionó el coche en la planta subterránea y subió al piso diecisiete.

—Buenos días, directora Vanesa.

—Buenos días —Vanesa sonrió saludando a sus empleados y pronto llegó a su oficina.

El Grupo Cazalla era una empresa de nivel mediano-alto en la Ciudad Pacífica, que principalmente se dedicaba a la electrónica, inmobiliaria, cadenas de grandes almacenes, etc.

Vanesa era la única heredera de la familia, pero a ella le gustaba más el diseño de moda. Mimando mucho a su querida hija, Felipe no le había obligado a estudiar administración empresarial, sino le había dejado hacer lo que le diera la gana e incluso había establecido especialmente el departamento de diseño en la planta diecisiete para Vanesa.

Toc, toc, toc.

Su secretaria llamó a la puerta y entró con un café.

—Directora Vanesa, su café.

—Gracias —dijo Vanesa.

Y al ver que no se fue, le preguntó:

—¿Hay algo más?

—Está la señorita Melina afuera —replicó la secretaria frunciendo el ceño.

«¡¿Melina?! ¿Para qué viene? ¿Para presumirme sus logros?»

Vanesa se burló y tranquilamente pidió a al secretaria que la dejara pasar.

—Vanesa.

Melina, llevando un hermoso vestido largo, la saludó de una manera muy coqueta.

—¿A qué vienes? —Vanesa la miró fríamente.

—No seas tan indiferente conmigo, somos hermanas.

—Vaya, pues no sabía que tenía una hermana tan descarada que se acuesta con mi marido — Vanesa se burló de ella tras tomar un sorbo de café.

Sin embargo, Melina no se sentía para nada avergonzada, sino que se puso más orgullosa.

—¿Cómo me puedes culpar así? Si el problema es que tú eres incapaz de atrapar bien su corazón.

—Si vienes a presumir, ya puedes largarte.

Melina odiaba el rostro indolente y altivo de Vanesa, porque la hacía parecer una desgraciada payasa.

—Vanesa, algún día te arrodillarás ante mí como una miserable hormiga suplicándome misericordia.

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