Amor profundo: insaciable amante romance Capítulo 27

—Buenas, ¿podrías llevarme?

Cuando Vanesa terminó de hablar, se bajó la ventanilla y su sonrisa desapareció al ver la cara de Dylan.

—¡¿Por qué eres tú?!

—¿Entonces no vas a subir al coche?

—Claro que sí.

A Vanesa ya no le importaba el maldito orgullo, porque le dolían los pies y eran ya casi las once, sería peligroso para una chica quedarse sola en la calle. Entonces, fue a abrir la puerta del coche del asiento trasero, pero no se abría.

—Dylan, abre la puerta.

—Siéntate a mi lado, no soy tu conductor.

Vanesa tuvo que ceder, porque le estaba pidiendo ayuda y abrió disgustada la puerta del copiloto, pero también estaba cerrado.

—¿Me estás tomando el pelo?

—¿Cómo me tienes que llamar?

—Tito.

—Niña lista, no me hagas repetirlo más.

Dicho esto, la puerta del auto se abrió automáticamente. Y Vanesa le echó un mal de ojo sigilosamente al subir al coche.

«¿Por qué insiste tanto con el apodo? ¿Llamarle Tito le excita por ser una relación prohibida?»

—¿Qué estás haciendo? —ella preguntó nerviosa.

Vanesa miró a Dylan que se estaba acercando tanto como para chocar sus labios. Además, el perfume de Dylan, que había recordado, olía tan bien que aceleraba los latidos de su corazón y Vanesa estaba muy avergonzada de ser sentir eso por él.

Al ver que su gatita estaba tan alertada, Dylan se rio y se alejó un tras abrocharle el cinturón de seguridad.

—¿Qué pasa? ¿Crees que te voy a besar?

—¡No hagas el ridículo! Yo no soy como tú.

—Bueno, soy yo el que hace el ridículo.

Cuando Dylan terminó de hablar, se volvió a acercar de repente y la besó profundamente sujetando su cabeza. Parecía muy salvaje el beso, pero cayó suavemente en sus labios.

—¡Ah!

Los ojos de Vanesa se agrandaron, y ella intentó resistir, pero Dylan sujetó rápidamente sus manos. Vanesa ya no pudo escaparse y tuvo que dejar que Dylan haciera lo que quisiera.

Tan pronto como terminó el beso, Vanesa respiró bruscamente aire fresco, porque casi se asfixió.

—¡Tito, no te pases tanto, por favor! —dijo Vanesa apretando los dientes.

—Es porque me estás seduciendo.

—¡Mentiroso!

«¿Estoy loca como para seducir a un demonio como Dylan?»

Dylan se rio y dijo:

—Tu rostro, tus expresiones y tus movimientos me seducen.

Vanesa no era capaz de refutar sus declaraciones amorosas, de modo que, lo ignoró y fingió estar dormida.

Afortunadamente, Dylan no hizo nada más y puso el coche en marcha. Luego, pasó tanto tiempo que Vanesa pensó que Dylan iba a guardar silencio durante todo el recorrido y éste habló de repente.

—¿Orlando te dejó en la calle? —dijo Dylan con un tono de burla.

Vanesa se sintió avergonzada y dijo un «sí» con una voz bajísima mirando por la ventanilla. Realmente, no había nada que esconder porque él era astuto y lo tenía todo claro.

—¡Qué cruel!

Aunque el ambiente de barrio antiguo era bueno, era remota y poca segura al atardecer.

Vanesa estuvo callada mirando por la ventanilla hasta que estaban a dos calles de la Villa Real, y le pidió a Dylan que parara.

—Suplícame.

Vanesa miró a Dylan furiosa, pero éste sonreía sin intención de ceder. Finalmente, Vanesa tuvo que rendirse y suplicó irritada:

—Tito, por favor.

—No apto, tienes que ser máspersuasiva.

—Tito, te lo suplico, déjame bajar, por favor. Si sigues adelante llegamos a la Villa Real y no es bueno que nos vean.

Cuando se paró el coche, Vanesa se bajó rápidamente.

—¡Dylan Moya! —Vanesa le levantó el dedo medio y se fue felizmente.

Dylan se quedó paralizado por un momento, luego sonrió y con con voz baja dijo:

—¡Qué linda!

«Mi gatita es tan linda que la quisiera secuestrarla y acosarla ahora mismo. No importa, todavía tenemos tiempo…»

Dylan se marchó.

Vanesa tardó unos quince minutos caminando hasta llegar a la Villa Real y ya eran casi las doce.

Al abrir la puerta, Vanesa vio a Orlando sentado en el salón, y fue directa arriba.

—¡Párate! —Orlando se puso de pie y se acercó.

—¿Qué pasa?

Ella ya estaba cansada después de todo esto, solo quería darse un baño y dormir, por lo que no mostraba mucha paciencia con Orlando.

—Solo se tarda como mucho una hora volviendo desde el barrio antiguo. ¿Qué has hecho entremedias?

—¿Quieres saberlo? —Vanesa se rio burlonamente y dijo—. Pues, investígalo por tu cuenta.

—Contéstame —Orlando la agarró de la mano y no la iba a dejar hasta que se lo aclarase.

—Orlando, me dejaste tirada en una zona donde pasan pocos taxis, a las nueve de la noche. ¿Dónde crees que me podría haber ido? ¿No crees que te has pasado de la raya? ¿Y me vienes a interrogar? No sabes que me estado cuarenta minutos esperando al taxi, pero nadie vino y se me agotó la batería del móvil. ¡Si no fuera que un conductor majo me llevase, estaría aún perdida en la calle!

«¿Le importo algo a este hombre?»

Vanesa tiró la mano de Orlando fríamente y se alejó, dejando a Orlando atónito.

¡Boom!

Vanesa se rio al oír el portazo, preferiría que Orlando no volviera jamás para no tener que enfrentarse a sus interrogaciones, porque ya estaba cansadísima de estas discusiones interminables.

Inesperablemente, Orlando volvió cuando Vanesa terminó de ducharse y puso la recena que había comprado sobre la mesilla de la habitación de manera rígida.

—Te he traído algo de recena.

—¿Y? —Vanesa dijo sarcásticamente—. ¿debo estar agradecida por ello? Orlando, ¿crees que es divertido hacerme un regalo después de dañarme?

«¡Ya es demasiado tarde!»

—Haz lo que quieras.

Realmente, Orlando se había sentido culpable después de oír las palabras de Vanesa. Y cuando salió de casa vio que seguía abierto el restaurante que le gustaba a ella, de modo que, fue a comprar su comida favorita con un sentimiento inexplicable.

Orlando se había imaginado que Vanesa se lo agradecería, pero no esperaba recibir sus críticas. De esa manera, todos sus actos parecían haberse convertido en un gesto de buena voluntad a Vanesa y eso hizo que Orlando se irritara aún más.

No obstante, el rostro indiferente de Vanesa le bloqueó las palabras a Orlando y éste se marchó disgustado sin volver en esa noche.

Finalmente, Vanesa no comió esa recena, sino la tiró directamente a la basura.

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