La Fuga de su Esposa Prisionera romance Capítulo 85

Es más elegante que en la foto, sentado bajo el sol, con un bolígrafo en la mano, y los botones de sus puños reflejando destellos de luz.

Era hermoso y tierno, pero inalcanzable.

"Señor Linde, han llegado los representantes del Departamento de Joyería del Grupo Malavé", le recordó la secretaria.

Él levantó la cabeza: "Por favor, tomen asiento".

Lluvia ofreció una sonrisa encantadora: "Señor Linde, es un honor conocerlo, conseguir una cita con usted era bastante complicado".

Esa voz...

Zulema sintió una sensación desagradable recorrer su cuerpo.

Tosió un par de veces, intentando advertir a Lluvia discretamente.

Pero Lluvia no le prestó atención alguna y se acercó para estrechar la mano de César.

César frunció el ceño levemente, pero aun así aceptó el saludo por cortesía.

Lluvia sostenía su mano sin querer soltarla: "Señor Linde, la última vez que conversamos casi cerramos el trato, ahora traje el contrato ya firmado por el señor Malavé, solo falta su firma para confirmar".

Zulema observaba la escena y no podía evitar sentir vergüenza ajena.

Claramente era Lluvia quien estaba intentando escalar posiciones, y pensar que antes tenía el descaro de advertirle a ella.

"Mhm", César retiró su mano sutilmente.

Zulema ya no podía seguir mirando y sacó los documentos: "Señor Linde, aquí está el contrato, por favor échele un vistazo".

César la miró con aprecio, asintió y volvió a su asiento.

Lluvia murmuró a Zulema con enojo: "¿Quién te ha dado derecho a entrometerte?"

"Directora Lluvia, usted representa la imagen del Grupo Malavé", respondió Zulema, "le ruego que se comporte apropiadamente para no causar una mala impresión al Señor Linde".

"¡Soy la jefa, no te toca a ti decirme qué hacer!"

Zulema simplemente encogió los hombros.

César firmó y luego levantó la vista hacia Zulema: "¿Eres nueva? Es la primera vez que te veo".

"Sí, llevo apenas un mes trabajando en el Grupo Malavé".

"Conseguir un empleo en el Grupo Malavé significa que eres una persona capaz", dijo César, "¿tú estás a cargo de los nuevos diseños de la temporada para Malavillamor?"

Zulema asintió: "Sí, soy la diseñadora de Malavillamor, Zulema Velasco".

"Zulema", César saboreó el nombre y sonrió ligeramente, "es un buen nombre, suena bonito".

Nadie rechaza un cumplido, y Zulema sonrió: "Gracias, Señor Linde. Traje los diseños, puede revisarlos ahora y si tiene alguna pregunta, estaré encantada de ayudarle".

"Perfecto".

Al lado, Lluvia observaba la escena con celos que apenas podía contener.

Ella había intentado llamar la atención del Señor Linde en varias ocasiones, y él siempre la había ignorado.

Y ahí estaba Zulema, en su primer encuentro, y parecía llevarse de maravilla con el Señor Linde... ¡Qué arpía!

¡Con razón hasta había rumores con el Sr. Malavé insinuando que él tenía algo con Zulema!

Al ver a Zulema caminar hacia César, Lluvia ideó un plan, manteniendo la calma en apariencia, pero sutilmente extendió su pie para hacerla caer...

Zulema, distraída, apenas dio un par de pasos cuando tropezó con algo y su cuerpo se precipitó hacia el suelo sin control.

Los papeles en sus manos salieron volando.

"¡Ay!" gritó alarmada, viendo el suelo acercarse peligrosamente.

Esto era el fin.

Y con un bebé en su vientre, ¿cómo podía permitirse una caída?

Podría perder al niño.

Ese niño que a Zulema le había costado cuidarlo de cualquier peligro, superando dificultades que muchos no podrían ni imaginar, se acabó, definitivamente se caerá.

Una oleada de desesperación la inundó.

¿Sería este el destino?

Pero justo antes de tocar el suelo, un par de brazos se extendieron a tiempo, rodearon su cintura con fuerza y la levantaron.

"Cuidado".

Un abrazo desconocido, una voz desconocida.

Zulema levantó la vista y se encontró con César.

Él la había salvado...

"¿Estás bien?" preguntó César.

Zulema negó con la cabeza: "Gracias... ¡Gracias, señor Linde!"

Si no hubiera sido por César, con esa caída, el bebé definitivamente se habría perdido.

"Ay, diseñadora Velasco, ¿estás bien?" preguntó Lluvia con un tono fingido de preocupación, "¿Cómo puedes ser tan descuidada? Incluso al caminar debes mirar el suelo. Al ver al señor Linde no tienes que emocionarte tanto, como para lanzarte a sus brazos."

César intervino: "Directora Lluvia, cuide lo que dice."

Su mirada era cálida, pero al fin y al cabo era el presidente de la empresa, y no le faltaba la autoridad de alguien en su posición.

Lluvia cerró la boca obedientemente.

Zulema se agachó y comenzó a recoger los documentos: "Señor Linde, mejor sigamos hablando de trabajo."

Ella sabía muy bien por qué de repente se había caído.

En esa oficina no había nada que pudiera hacerla tropezar; claramente había sido Lluvia quien había intentado hacerla caer.

Pero sin pruebas concretas, y estando en Grupo Linde, Zulema decidió no confrontarla por el momento.

Después de terminar el trabajo ya era tarde, y cuando se preparaba para irse, César la detuvo: "Espera un momento."

"Señor Linde, ¿qué opina de nuestro diseño...?"

"Estoy muy satisfecho, no tengo ninguna duda." César sacó una tarjeta de visita y se la entregó personalmente, "Siento que hay una conexión entre nosotros, me resultas muy familiar por alguna razón, y por eso me gustaría conocerte mejor."

Zulema la aceptó: "También admiro mucho su habilidad, señor Linde. Es un honor para mí colaborar con usted."

"Conocerse es el destino. Si en el futuro necesitas algo en lo que pueda ayudarte, no dudes en contactarme."

"Gracias, señor Linde."

Zulema no tenía idea de lo que quería decir César.

¿Quería conocerla de verdad? ¿O había otro motivo?

Pero, ¿qué tenía ella que pudiera ser de interés para César?

Era probable que estuviera pensando demasiado.

Quizás, simplemente era una cuestión de mutua afinidad.

César observó a Zulema alejarse, quedándose pensativo.

"Señor Linde," preguntó su asistente, "es la primera vez que lo veo tan interesado en una chica."

"Siempre siento... que ella me resulta familiar."

"¿La ha visto antes, señor Linde?"

César negó con la cabeza: "No, nunca. Pero esta sensación de familiaridad es muy fuerte."

El asistente estaba confundido.

"Si Zulema viene a la empresa, llévala directamente a mi oficina y trátala bien. Si necesita ayuda, haz lo posible por ayudarla."

"Sí, señor Linde."

De vuelta al Grupo Malavé, Lluvia comenzó con su sarcasmo: "Vaya, quién lo diría, parece que tienes tus trucos. En tu primer encuentro ya te has ganado al señor Linde y hasta te ha dado su tarjeta, debes estar encantada."

Si lo hubiera sabido, ¡nunca la habría llevado a Zulema!

Lluvia pretendía mandonear a Zulema, para impresionar a los demás, pero al final, ¡le había facilitado el camino con el señor Linde!

¡Solo de pensarlo se llenaba de rabia!

"Sí, soy muy capaz, es tu falta de habilidades," dijo Zulema parada en la entrada de Grupo Malavé, mirándola fijamente, "No pienses que no sé cómo me caí."

"¡Fue tu propia torpeza!"

"No quiero discutir contigo, Lluvia. Pero si insistes, puedo pedirle al señor Linde que revise las cámaras de seguridad, ¡y todo quedará claro!"

Lluvia palideció.

"Además, te llamo directora por cortesía y educación," continuó Zulema, "Si no sabes apreciarlo, a partir de ahora no me contendré."

Con eso, dejó a Lluvia atrás y entró con paso decidido a la empresa.

No iba a permitir que cualquiera la pisoteara.

¡Lluvia significaba nada para ella!

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