La Fuga de su Esposa Prisionera romance Capítulo 4

Rufina entró furiosa al edificio de Grupo Malavé.

Joana le había enviado una noticia, ¡y fue entonces cuando se enteró de que su Roc había anunciado su matrimonio con otra mujer! ¡Tenía que ver con sus propios ojos quién era esa puta zorra! ¡Iba a arañarle la cara, a jalarle el cabello y a dejarla desnuda en la calle!-

Rufina caminaba rápidamente con sus tacones, pero no se percató de que el piso acababa de ser fregado y estaba resbaladizo, casi se cayó.

"¡Ay!", gritó Rufina. "¡Quién demonios será el ciego que quiere hacerme daño hostia!".

Los empleados de Grupo Malavé la conocían y sabían que era problemática, así que se alejaron de ella, solo Zulema, ajena a todo, seguía con su trabajo.

Rufina miró a su alrededor y pronto la vio: "¡Oye, limpiadora, fuiste tú quien fregó aquí! ¡Ven aquí!".

Zulema levantó la cabeza: "¿Me hablas a mí?".

"¡Sí! Arrodíllate y seca este piso joder".

Zulema frunció el ceño.

Rufina se enfureció más al ver que no se movía: "¿No entiendes lo que te digo eh? ¡Si me hubiera caído, te aseguro que te ibas a arrepentir toda tu puta vida!".

Zulema la miró fijamente: "Primero, deberías hablar en un tono adecuado para que te pueda entender".

"¡Oye tú!...".

"Además, aquí hay un cartel que dice 'Piso mojado, mucho cuidado'", Zulema señaló. "¿Acaso no sabes leer?".

Rufina no podía creer que una simple limpiadora se atreviera a desafiarla. "¿Me estás culpando? ¿Quieres que te despida en este mismo instante?".

Zulema replicó: "¿Tú me vas a despedir? ¿Y tú quién eres para hacerlo?".

Rufina respondió con orgullo: "¡Soy la prometida de Roc, Rufina!".

‘Yo también soy la esposa de Roque’, pero esa frase, Zulema solo la dijo para sí misma.

Rufina estaba buscando pelea. Si ella revelaba su identidad en ese momento, sin duda esa mujer la atacaría. No podía permitirse el lujo de ofender a esa señorita.

"¡Oye!", Rufina gritó. "Limpiadora, ¿ya sabes quién soy? ¿Te quedaste muda?".

"Oh, si no me equivoco, esta mañana el Sr. Malavé anunció su compromiso, y la novia no parecía ser la Srta. Suárez, ¿cierto?". Zulema sonrió ligeramente: "Así que ahora mismo no eres nadie".

Eso tocó el punto débil de Rufina.

"¡Las noticias son falsas, Roc no puede casarse con otra! ¡Nuestro compromiso fue acordado por Justino antes de morir!".

Era por eso que Rufina estaba tan segura.

"Ánimo", dijo Zulema, dándole una palmada en el hombro. "Espero que recuperes pronto lo que es tuyo. Tienes mi apoyo".

El puesto de la Sra. Malavé era demasiado para ella. ¡Si Rufina pudiera tomarlo, sería un alivio!

"¿Eh?", Rufina estaba confundida por su reacción. "¿Me apoyas?".

"Yo soy extremadamente ...", antes de que terminara de hablar, Rufina agitó la mano con alegría hacia alguien detrás de ella: "¡Roc!".

Roque había aparecido sin que nadie se diera cuenta. Zulema se tensó y giró lentamente la cabeza, se sentía culpable y, más aún, temerosa. Las palabras que había dicho antes, él debió haberlas escuchado, y no quería imaginar las consecuencias de haberlo molestado.

Roque tenía una presencia imponente y su expresión era de desagrado.

"Roc, esta limpiadora casi me hace caer, y encima me ha faltado al respeto. ¡Tienes que castigarla por mí!".

Zulema bajó la mirada, mordiéndose nerviosa el labio inferior.

"¿Y cómo quieres castigarla?".

"Que se arrodille y limpie mis zapatos y el suelo hasta que estén secos".

Roque miró a Zulema: "¿Oíste?".

"¡Oíste, hazlo rápido!", Rufina le exigía, sintiéndose respaldada.

Ante Roque, ella no tenía derecho a decir "no", así que Zulema solo asintió: "Está bien". Tomó un paño limpio, se arrodilló y comenzó a limpiar cuidadosamente los zapatos de esa mujer, mientras el mármol del suelo reflejó su figura avergonzada.

Rufina sonreía triunfante.

Mientras observaba la espalda encorvada de Zulema, Roque resopló con disgusto, sintiéndose lleno de ira, había quienes morían por estar en los zapatos de la Señora Malavé, ¡y ella qué! ¿Era un sacrificio desposarse con él?

Aunque se sintiera sacrificada, no tenía más remedio que aguantar.

Roque pasó caminando frente a ella, y con los zapatos, a propósito, pisó el trapo que ella usaba, aplastando las puntas de sus dedos. Zulema no retiró la mano, dejando que él pisara sus dedos, con la esperanza de que eso lo calmara.

"Roc, ¿de verdad te casaste?", Rufina, como si fuera una sombra, lo siguió, preguntándole: "Pero, habías prometido a tu papá que te casarías conmigo".

Ese matrimonio había sido maquinado por Joana, quien había convencido a su padre para arreglarlo, ya que ella y Rufina eran muy amigas. La noche anterior, Joana había intentado que ella se metiera en la cama de él, ¡pero no lo logró!

Roque no sentía nada por ella.

"Sí, le prometí a mi papá", Roque no quería ni ocuparse de ella. "Entonces puedes ir a discutirlo con él si quieres".

Rufina no sabía qué decir.

¡Eso era como mandarla a la muerte!

"Además, no tienes derecho a mandonear a mis empleados".

Rufina, furiosa, dio un pisotón. ¡En el corazón de Roc, ella valía menos que la maldita limpiadora que acababa de pasar!

El ascensor privado del director cerró sus puertas, dejándola fuera.

...

A la hora de salida del trabajo.

Empezó a llover a cántaros afuera, aumentando la carga de trabajo de Zulema. Después de terminar la limpieza, estaba tan cansada que no podía ni enderezar la espalda.

Mientras tanto, Roque, siempre con su ostentación, tenía a Saúl para sostenerle el paraguas y al chofer para abrirle la puerta del coche.

Él y ella nunca fueron del mismo mundo, él la miró por un momento y le dijo algo en voz baja a Saúl.

"Señora, el Señor Malavé dice que camine a casa...", Saúl se acercó, tosiendo.

Era un trayecto de media hora en coche, llovía a mares, Zulema no tenía paraguas, caminar de vuelta en esas condiciones, de seguro que se iba a resfriar.

"Está bien", asintió con la cabeza.

Ante la indiferencia de esta, Saúl no pudo evitar decir: "En realidad, creo que usted podría mostrarse un poco vulnerable y pedirle un favor al Señor Malavé".

Ella solo sonrió amargamente, por más que bajara la cabeza, eso no le haría ganar ni un ápice de compasión de Roque; él solo quería verla sufrir más y más. Se puso la bolsa de lona sobre la cabeza y se adentró en la lluvia.

En Villa Aurora.

Roque estaba en el balcón, observándola bajo la lluvia, su ropa estaba empapada, delineando sus hermosas curvas, incluso se podía adivinar la lencería que llevaba debajo.

Su mirada se oscureció, ¿lo hacía a propósito esa mujer astuta? Cuanto más miraba, más enojado se ponía, y agarró su abrigo para bajar.

En la entrada de la villa.

Justo cuando Zulema se refugiaba bajo el techo, Joana salió de la casa y se toparon de frente.

"Ay, caray, casi me rompo los huesos con ese golpe. Eres nueva, ¿verdad? ¡Qué torpeza!", Joana la miró con severidad.

"Lo siento". Luego de disculparse, intentó marcharse, pero Joana la detuvo y la examinó de arriba abajo.

"Poncho, ¿para qué traes a una zorra joven y bonita a Villa Aurora eh? ¿Qué planeas? ¿O fue Roque quien te pidió hacer esto?".

"Señora Joana, ella es nuestra señora, la dueña de Villa Aurora", Poncho intervino.

La expresión de Joana cambió de inmediato: "¿Eres tú? ¡Así que fuiste tú quien se coló esa noche!".

Había planeado meticulosamente la oportunidad, había puesto algo en la bebida de Roque para que Rufina terminara en su cama, ¡y resultó que todo lo preparó para esa maldita mujer!

Zulema no entendió: "¿Cómo? ¿Colarme?".

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