La Fuga de su Esposa Prisionera romance Capítulo 29

Ella conocía esa pulsera como si fuera parte de su propio ser. Desde que tenía memoria, la había visto en la muñeca de Edelmira, un legado de su abuela.

Edelmira siempre decía que, cuando Zulema se casara, sería el momento de pasarle la pulsera, pero luego, la fortuna de la familia Velasco se esfumó y todo lo de valor fue vendido para pagar deudas. No obstante, el destino quiso que ese día volviera a encontrarse con aquella pulsera esmeralda.

"El precio de salida son doscientos mil. ¡Quien ofrezca más se la lleva!".

¡Doscientos mil! ¡Zulema no tenía tanto dinero!

Y los presentes, todos de alta alcurnia, apenas mostraban interés en una pulsera tan común. De repente, una voz suave se escuchó: "Ofrezco doscientos mil".

Todas las miradas se dirigieron hacia la dueña de la voz, Zulema levantó el cartel de oferta, decidida.

"¿Tú? ¿Tienes dinero? ¡Ja, ni dos mil podrías sacar!", Reyna, al verla, se mofó.

Risas brotaron entre los asistentes. Zulema apretó los labios, no tenía dinero, pero no podía soportar ver la pulsera de esmeraldas en manos de otro.

Reyna exclamó con voz potente: "Señor subastador, no le haga caso, ¡ella solo viene a hacer lío!".

Zulema bajó lentamente el cartel. ‘Lo siento, mamá, tu hija ha fallado en proteger la pulsera que tanto amabas’.

Roque la observaba pensativo.

En ese momento, Facundo lanzó una oferta: "Trescientos mil".

Al escuchar esa voz, Zulema levantó la vista hacia él. ¡Ella sabía que Facundo también había reconocido la pulsera! Este le sonrió levemente, transmitiéndole una mirada tranquilizadora, él la compraría para luego dársela a ella.

El subastador asintió: "Bien, el Sr. Galán ofrece trescientos mil. ¿Alguien da más?".

"¿Qué pasa aquí?", preguntó Reyna. "¿Qué tiene de especial esa pulsera que todos la quieren?".

Roque sonrió sutilmente: "¿La quieres?".

Reyna no le gustaban las joyas de jade, ella prefería los diamantes y las gemas lujosas y brillantes, pero luego pensó que si Zulema quería algo, ella tenía que arrebatárselo.

"¡Sí!", dijo Reyna. "Sr. Malavé, cómprela para mí".

Roque esbozó una media sonrisa y levantó su cartel de oferta: "Un millón". El precio se multiplicó varias veces en un instante, causando conmoción entre los presentes.

"¿El Sr. Malavé también entra en juego?".

"¿Qué tiene de especial esa pulsera?".

"¿Quién se atrevería a competir con el Sr. Malavé? ¡Eso sería suicidio!".

"Por la calidad de esa esmeralda, no vale más de quinientos mil".

Roque se mostraba indiferente, imposible de descifrar, pero estaba decidido a llevarse esa pulsera de esmeraldas... ¡a cualquier precio!

"Un... un millón...", hasta el subastador se sobresaltó. "Ahora, el Sr. Malavé ha ofrecido un millón".

Zulema sintió una ola de desesperación. Roque había hecho su jugada, nunca perdía algo que quería, jamás cedía. ¿Deseaba la pulsera para regalársela a Reyna? ¡Eso no podía ser!

En un acto de audacia, ella se acercó a él: "¿Por qué la quieres comprar?".

"¿Desde cuándo tengo que explicarte mis compras?".

"¿Es que piensas regalársela a Reyna?".

Roque levantó una ceja: "¿Qué más da si sí o si no?".

"Habrá más cosas buenas en la subasta, la pulsera de esmeraldas es solo el comienzo". Zulema suavizó su tono: "No hay necesidad de malgastar dinero así".

Roque la miró de reojo: "Tengo dinero de sobra".

Zulema se quedó sin palabras.

"¿Otra vez vienes a causar problemas?", Reyna la empujó aparte. "¡El Sr. Malavé me regala algo y tú no tienes voz ni voto aquí!".

"Reyna, no mereces esa pulsera de esmeraldas", replicó Zulema con firmeza.

Reyna estaba a punto de contraatacar, pero Roque preguntó con indiferencia: "Zulema, ¿esa pulsera de esmeraldas es importante para ti?".

Ella rara vez perdía la compostura, siempre se mostraba serena y sin ambiciones, pero en ese momento estaba claramente alterada.

"Sí", admitió Zulema. "Era de mi madre...", su voz se quebró involuntariamente.

"Ya veo", dijo Roque. "Entonces tengo aún más razones para comprarla".

Zulema apretó su falda, con las palmas sudorosas. Si él la conseguía, no habría posibilidad de que se la diera, porque él odiaba tanto a la familia Velasco.

"Está bien", asintió Zulema. "Es tu libertad comprarla, pero por favor, no se la des a Reyna, ¿puedes?".

Él soltó una carcajada fría: "Puedo hacer con ella lo que me plazca".

Zulema se desesperó por completo.

"Un millón por primera vez, un millón por segunda vez", la voz del subastador resonó. "¿Hay alguien que ofrezca más?".

Facundo levantó su tarjeta: "Ofrezco un millón quinientos mil".

Roque: "Dos millones".

Facundo estaba listo para hacer otra oferta, pero Zulema le hizo una señal negativa con la cabeza. Era inútil, no tenía sentido esforzarse, no podían competir contra Roque, él estaba frustrado, entendía perfectamente lo importante que era la pulsera de esmeraldas para Zulema. Pero entonces, su teléfono recibió un mensaje: [¡No te enfrentes al Sr. Malavé! ¡Acabo de congelar tu tarjeta bancaria!]

Era un mensaje de la familia Galán.

"Bien, ¡dos millones! ¡Vendido!", anunció el subastador, golpeando su martillo. "¡Felicidades, Sr. Malavé!".

Una sonrisa floreció en el rostro de Reyna. Pensó que el titular de mañana seguramente sería sobre cómo el Sr. Malavé gastó millones para comprar la pulsera de esmeraldas, todo para sacarle una sonrisa. Una azafata con mucho cuidado le entregó la pulsera de esmeraldas.

Zulema cerró los ojos y se marchó. ¿Qué más podía hacer allí? ¿Quedarse a ver cómo Roque le ponía la pulsera a Reyna? Solo pudo esconderse en un rincón solitario y llorar desconsoladamente.

Después de llorar, tendría que fingir que nada había pasado, no podía dejar que nadie viera sus lágrimas.

"Sr. Malavé", le dijo la azafata, sosteniendo la bandeja. "Aquí tiene su pulsera de esmeraldas".

Roque la tomó sin miramientos y le echó un vistazo. Reyna, llena de alegría, alzó su mano, esperando que el Sr. Malavé se la pusiera personalmente, pero con un sonido seco, él tiró la pulsera de esmeraldas de vuelta a la bandeja, como si lanzara una piedra, sin darle importancia alguna.

Reyna se quedó atónita: "Sr. Malavé..."

"Envíala a Villa Aurora, que la guarden en la caja fuerte".

"Sí, Sr. Malavé".

"Pero, ¡esa es mía!", Reyna no entendía lo que estaba pasando. "Sr. Malavé, si ya la compró, ¿por qué la lleva a casa?".

"¿Acaso dije que era para ti?".

Reyna se quedó en shock al escucharlo. Parecía que él en realidad nunca había prometido dársela, solo dijo que la compraría, no que se la compraría a ella.

Viendo que Roque no tenía buen semblante, Reyna tuvo la sensatez de no insistir. No importaba, ¡encontraría la manera de pedírsela después!

En el baño de mujeres.

Zulema se apoyaba contra la pared, con la cabeza hacia atrás, tratando de que las lágrimas no cayeran y arruinaran su maquillaje. Tras recomponerse, salió y se encontró con que Facundo la estaba esperando.

"Toma", él le ofreció un pañuelo.

"Gracias".

"No te lo mereces", le dijo Facundo con culpa. "La pulsera de esmeraldas aun así fue comprada por Roque".

Zulema bajó la cabeza: "Eso era algo que ya esperábamos".

"Zulema, de cualquier manera, él es tu esposo, debería..."

"¿Acaso no sabes cuánto odia Roque a la familia Velasco?".

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