La Fuga de su Esposa Prisionera romance Capítulo 10

"¿Cómo la encontraste?".

"Señor Malavé, la cosa fue así. Ese viejecillo se fijó en la señorita Navarro en una cena y quiso que pasara la noche con él, si no, haría que Arturo pagara las consecuencias", respondió el subordinado. "Arturo, sin salida, con el corazón roto, llevó a la señorita Navarro. Pero ella, decidida a no ceder, escapó y, mientras la perseguían, terminó entrando en su habitación sin querer".

Roque entrecerró los ojos y avanzó con paso firme hacia el interior.

En ese momento, el viejo en el suelo gritó: "¿Y tú quién coño eres? ¡Te atreves a secuestrarme, sin siquiera saber quién soy!".

"¿Ah sí?". Roque arqueó una ceja: "¿Y quién eres tú?".

"¡De los Malavé, la familia más poderosa de Orilla, te suenan!".

"He oído hablar de ellos".

El viejo, lleno de orgullo, dijo: "Soy un pariente lejano de los Malavé, ¿ya te asustaste ja? ¡Suéltame ya!".

"Entiendo", Roque pateó al viejo con desdén: "Y yo soy el presidente del Grupo Malavé, y nunca he oído hablar de ti".

El viejo abrió los ojos desmesuradamente, incrédulo ante esa revelación.

"Usar el nombre de los Malavé para intimidar a otros, ¡eso es buscar la muerte!". Dicho eso, lo pateó con fuerza, este voló contra la pared y cayó al suelo escupiendo sangre. Con elegancia, Roque retrajo su pie y preguntó con calma: "¿Tu nombre es Reyna?".

"Sí, sí, soy yo", Reyna, intimidada por su presencia imponente, lo miraba con admiración y anhelo. "Señor Malavé, ¿me estaba buscando?".

Un hombre tan excepcional era difícil de encontrar, ¡tenía que encontrar la manera de aferrarse a él!

Roque asintió levemente: "Sí, te he estado buscando desde aquella noche".

Reyna mostró por un instante una expresión de confusión. ¿Un hombre tan rico y poderoso buscándola a ella ¡Si solo lo había visto en las noticias y en los periódicos, nunca en persona!

Al ver la expresión de esta, Roque le preguntó: "¿No te acuerdas?".

"¡Claro que sí!". Antes de que ella pudiera responder, Arturo intervino rápidamente: "Señor Malavé, mi hija está tan emocionada que no puede creer que usted haya venido a buscarla".

Reyna tiró de la manga de su padre: "Papá, esto..."

"Vamos, no te hagas la que no sabes". Arturo habló en voz alta: "Sé que escapaste esa noche y que otro hombre te quitó tu pureza, y no te atreviste a decirlo. Pero ahora, ¡el señor Malavé ha venido por ti como todo un caballero!".

Arturo, astuto como era, ya había deducido lo que había pasado. Además, aquella noche, no había enviado a su hija Reyna, sino a Zulema, y esta última había escapado sin que el viejo la tocara, pero al regresar al día siguiente, tenía marcas de un hombre.

Conectando los hechos, Arturo entendió que quien había estado con el señor Malavé aquella noche era Zulema. Reyna, igual de astuta, al ver las señales de su padre, se unió al juego rápidamente: "Es verdad, para una chica es muy vergonzoso, por eso me fui sin decir nada".

"Te dije que me casaría contigo".

Los ojos de Reyna se iluminaron, quedarse al lado de Roque era una gran fortuna para ella. ¿Casarse con ella? ¡Jader! ¡Era como un sueño hecho realidad!

Si pudiera casarse con él y entrar a la familia Malavé, ya no necesitaría ser una influencer haciendo videos, sino que sería la esposa de un magnate, disfrutando la vida todos los días.

"Pensé que solo lo decías por decir", Reyna empezó a inventar. "Después de todo, si mi propio padre fue capaz de enviarme a la cama de ese maldito viejo, ¿en quién puedo confiar ahora?...". Dicho aquello, fingió llorar y derramó un par de lágrimas.

Arturo también se unió al drama: "Reyna, tu padre no tenía otra opción. Estaba feliz de saber que habías escapado. Pensé que, pase lo que pase, tenía que protegerte, no podía dejarte a merced de los demás".

Padre e hija actuaban juntos a la perfección.

"Siempre cumplo mi palabra", dijo Roque frunciendo los labios. "Así que vine por ti. Reyna, ¿quieres venir conmigo?".

Reyna había estado esperando justo esas palabras y asintió con entusiasmo: "¡Sí, sí! De hecho, ¡también he estado pensando en ti estos días!".

Roque frunció el ceño sin querer, su reacción era tan diferente a aquella noche, ella se había resistido y estaba asustada, se fue sin decir una palabra, y en ese momento estaba tan dispuesta.

"Señor Malavé, ¡eres mi héroe sin igual!". Reyna se enganchó del brazo de él: "Con usted aquí, ni mi papá ni yo tendremos que temerle a ese viejo nunca más".

Roque dejó de lado sus pensamientos y gruñó en respuesta, ya que había encontrado a la persona, era hora de cumplir su promesa. Se casaría con Reyna, solo necesitaba algo de tiempo.

"Vámonos", le dijo Roque, dándose la vuelta.

"Pues, Señor Malavé, tengo unas palabras que decirle a Reyna antes", Arturo se frotó los brazos, "si me permite, claro".

"Adelante".

Cuando Roque se alejó, Arturo tomó emocionado las manos de Reyna: "¡Nuestros buenos días están por llegar!".

"Papá, tienes que explicarme bien, si no, me delataré delante del Señor Malavé".

Arturo se inclinó al oído de su hija y le dijo todo lo que sabía, asegurándose de que entendiera bien.

"¡Entendido!". Reyna sonrió: "Con esta información, ¡será suficiente! Papá, voy a alcanzar al Señor Malavé ahora". Feliz, salió corriendo tras Roque.

Sentada en un auto deportivo de un millón, ella no pudo resistirse a sacar su teléfono y tomarse selfies, asegurándose de que el emblema en el volante apareciera en cada una. Roque la llevó a una propiedad junto al río, un gran apartamento de trescientos metros cuadrados, con vistas al centro más entretenido de Orilla.

"Te quedarás aquí por ahora, mañana vendrá una criada", le dijo Roque, entregándole las llaves. "Lo que necesites, solo dilo".

Reyna tomó las llaves, tan emocionada que casi pierde el norte: "Señor Malavé, nuestro destino estaba marcado, ¡te cuidaré con devoción!". Intentó abrazarlo, pero él la apartó, a él le disgustaba el contacto físico, tenía una manía con la limpieza.

"Señor Malavé..."

"Ya es tarde, deberías descansar".

"Pero quiero dormir contigo", Reyna dijo con una mirada seductora, dejando caer su ropa por los hombros, intentando tentarlo. "Revivamos aquella noche..."

Los hombres siempre caían ante eso. Ya que la mujer de aquella noche no era ella, necesitaba dormir con él cuanto antes para tranquilizarse.

Roque frunció el ceño aún más, si no fuera porque el tiempo y el lugar coincidían, dudaría si Reyna era realmente la mujer que buscaba. Quizás por la emoción del reencuentro, había perdido toda reserva.

"Ahora no es el momento, me voy", dijo Roque. Se fue sin mirar atrás.

...

De vuelta en Villa Aurora.

Zulema ya estaba dormida; todavía yacía en la puerta de la habitación principal, desde lejos, solo podía ver su larga cabellera.

Roque se acercó, mirándola desde arriba, ella dormía plácidamente, se giró perezosamente y el cuello de su camisón se abrió un poco, revelando la piel blanca de su pecho. Y esa vista apenas perceptible, sintió un nudo en la garganta de inmediato.

¿Por qué diablos sentía tal atracción por Zulema tan fácilmente? ¿Y por qué ya no sentía nada por Reyna, la mujer que supuestamente estaba buscando durante tanto tiempo?

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