La Dama de los Sueños Dorados romance Capítulo 30

Ariana era empujada hacia la biblioteca.

En una silla de la habitación estaba sentado Diego, acompañado de una atractiva asistente.

La asistente, arrodillada junto a él, le masajeaba los muslos en un ambiente de lujuria.

Frente a Diego había un montón de documentos, y sin más, lanzó uno hacia Ariana diciendo: "Ariana, yo te tenía por alguien inteligente."

El documento golpeó la cara de Ariana causándole dolor, pero sabía cuándo agachar la cabeza. Retar a Diego en ese momento solo aceleraría su fin.

Era el contrato que ella y Ruth habían firmado. El acuerdo extendía por cinco años el uso del terreno del Hogar de Beneficencia Clemencia.

Ruth había manejado el asunto, y no era poca cosa, pues un terreno de ese valor valía más de cien millones, y eso solo contando los cinco años de derechos de uso.

Así que Ariana entendía por qué el sueldo en el Grupo de Inversión Borges era alto; ese salario incluía, por supuesto, el derecho a usar ese terreno.

"No entiendo a qué se refiere, director Borges."

La mirada de Diego estaba cargada de veneno cuando le dijo: "Termina inmediatamente ese acuerdo con Ruth y explícame bien eso de que te nombraron directora. No me gusta andar con rodeos."

"Ariana, matarte para mí sería tan fácil como aplastar una hormiga."

El contrato tenía una cláusula que decía que si Ruth rompía el acuerdo unilateralmente, debía pagar doscientos millones al Hogar de Beneficencia Clemencia.

Doscientos millones en efectivo era una suma que ni las empresas más sólidas podrían desembolsar, Ruth menos podía darse el lujo de hacerlo.

En aquel momento que Diego volvía a poner sus ojos en ese terreno, seguro tenía planes importantes.

"Director Borges, el contrato es claro. Yo solo recibo un sueldo de cinco mil dólares en el Grupo de Inversión Borges, y además he estado trabajando duro bajo las órdenes de Bruno y resolviendo tantos casos de adquisición. Es un buen trato para ambos."

Bruno gozaba en aquel momento del favor del patriarca, destacando entre los más jóvenes. Eso no era algo que se pudiera obtener solo con el derecho de uso de un terreno.

"¡No tienes ni idea de cómo están las cosas! ¡Entren!"

En cuanto terminó de hablar, la puerta se abrió y varios guardaespaldas entraron.

Dos de ellos le forzaron la boca a Ariana y le metieron una pastilla, mientras otros dos desataban sus cinturones con destreza.

Ariana tembló por dentro, resistiéndose a tragarse la pastilla.

Pero de inmediato le desencajaron la mandíbula con un dolor que casi hizo que se desmayara.

"¿Qué pretendes hacer?"

Con terror en sus ojos, intentó retroceder, pero fue inmovilizada firmemente por los hombres.

Diego apartó a su asistente y se acercó diciendo: "He oído que tú y Bruno aún no han compartido cama en todos estos años. Sabes que soy capaz de cualquier cosa. Si no quieres acabar mal, renuncia a ese contrato y devuélvele la posición a Bruno. Ariana, limítate a ser gerente, desde el día que vi tu capacidad, solo necesitabas apoyar a Bruno."

Se rio con frialdad y acarició la cara de Ariana diciendo: "O para ser más claro, solo debes ser el peldaño de Bruno y no meterte en problemas, de lo contrario, no los dejaré en paz ni a ti ni a los niños del orfanato. No me provoques."

El rostro de Ariana empalideció, y la pastilla forzada la dejó sin fuerzas, con un calor sofocante que la invadía.

Estaba asustada.

Cada miembro de los Borges era despiadado, especialmente aquellos en el consejo de administración, cada uno con sus propios planes maquiavélicos.

"¿Bruno dice que quieres romper el compromiso? ¿Tú crees que eres digna?"

Sin dudarlo, Diego pisó la mano de Ariana.

Ella, cubierta en sudor frío, no pudo evitar gemir de dolor, mientras que sus ojos ardían de rencor.

La presión aumentó, y parecía que le iban a triturar los huesos de los dedos.

"Si fuiste capaz de manipular a Ruth para firmar ese contrato, aprovechándote de su interés en Bruno, ante mí eres transparente. Si te digo que vivas, vives; si te digo que mueras, mueres."

Ariana mordió su labio, que ya sangraba.

Con cada dedo en agonía, estuvo a punto de desmayarse.

Diego tenía un control perfecto de su fuerza y justo cuando Ariana estaba a punto de desmayarse, él retiró su pie.

Ariana jadeaba fuertemente, su visión estaba borrosa y solo podía escuchar la voz fría y distante de Diego.

"Te dejo vivir por ahora, pero no es más que eso, una vez que se cansen de jugar contigo, seguirás siendo solo un escalón para Bruno."

Entonces, el sonido del cinturón al caer al suelo rompió el silencio.

"No." Suplicó ella.

"Por favor." Intentó decir más.

Pero no pudo articular otra palabra y un pánico abrumador se apoderaba de su corazón.

Intentó sacar su teléfono celular, pero el dolor en su palma era tan intenso que le hacía temblar.

Cualquiera que fuera, esperaba que pudiera ir a salvarla, hasta Bruno estaría bien.

Mordiéndose el labio, Ariana apenas sentía la mano del hombre que se posaba en la nuca, obligándola a levantar la cabeza.

Fue en ese preciso momento cuando la puerta se abrió de golpe, era uno de los hombres de Diego.

"Señor, Oliver ha llegado sin avisar." Anunció.

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