Dilema entre el Odio y el Amor romance Capítulo 17

Estefanía echó un vistazo al identificador de llamadas, se levantó y cerró su puerta con llave.

"¿Ya estás mejor?", preguntó el hombre al otro lado de la llamada con voz preocupada.

"Estoy bien". Estefanía estaba guardando su ropa en la maleta mientras respondía con indiferencia, "Esta vez fue un descuido mío. ¿Pero ya descubrieron cómo terminé en el hotel?".

"No, la otra parte no dejó rastro alguno". José sonaba frustrado, pero luego recordó algo urgente y le preguntó, "¿Dónde estás ahora? ¿No me digas que volviste a esa casa?".

"Ah, sí".

Al escuchar su tono calmado, José se enfureció: "¡Pero escúchame una cosa! Ese papá tuyo... ¿Realmente se lo puede considerar como humano con lo que hizo? ¡Eligió defender al de apellido Vargas! ¿Cómo puedes seguir viviendo allí? Es mejor que te mudes ya, ven a vivir conmigo".

"Me temo que no es lo mejor, tú eres una figura pública, además, yo soy una mujer y tu un hombre...". Estefanía torció la boca y agregó, "Pero sí, de verdad necesito mudarme. Contáctame con una agencia, a ver si hay un apartamentito decente para alquilar. Quiero uno".

"¿Estás segura de que quieres alquilar y no comprar?". José no pudo evitar reírse.

Estefanía iba a responder cuando de repente oyó un alboroto fuera de su puerta.

"Dejémoslo así por ahora". Colgó rápidamente y, al abrir la puerta, vio a su vecina Fabiola con una caja en las manos y una cara de pánico.

"¡Hoy nadie más ha entrado a la habitación de la señorita, sólo la empleada de limpieza!". La sirvienta Ana estaba pálida como un fantasma mirando los restos rotos en la caja.

Y Fabiola, con los ojos rojos de llorar, le pasó la caja a Laura que había llegado corriendo.

Al ver lo que había dentro, Laura también palideció: "¡Pero si es la pulsera de jade que nos dio la familia Mendoza, el abuelo Mendoza dijo que es una reliquia familiar!".

"Ana, ¿quién más estuvo en el tercer piso hoy?".

"Sólo la limpiadora y yo entramos esta mañana, aparte, esa cosa estaba en el cajón de la señorita, ¡nosotras no tocaríamos sus cosas!". Ana se apresuró a explicar.

Estefanía se apoyó en el marco de la puerta y miró cómo la familia López se desesperaba en el caos.

Al escuchar lo que dijo Ana, Antonio pensó un momento y luego miró directamente a Estefanía. Sólo Fabiola y Estefanía vivían en el tercer piso.

Estefanía se dio cuenta de que todas las miradas se dirigieron hacia ella y no pudo evitar alzar una ceja y decir: "Disculpen, acabo de subir hace cinco minutos".

"Pero si no has sido tú, ¿entonces quién?". Fabiola estaba tan angustiada que su carita se puso roja, "¡Hermana, sé que me odias por robarte a Carlos, pero no es mi culpa que él no te quiera!".

"Esta pulsera vale una fortuna, ¿qué hacemos si la familia Mendoza nos culpa? ¿Cómo podremos pagarlo?".

En sólo unas pocas frases, la responsabilidad por la pulsera rota cayó completamente sobre Estefanía.

Estefanía no pudo evitar fruncir el ceño.

"¡Qué corazón tan cruel tienes!". Laura se acercó a Estefanía y la acusó, "¡Como no puedes tener a Carlos, quieres arrastrar a nuestra familia López contigo a la ruina, ¿verdad? ¡Estefanía, eres igual que tu madre! ¡Una zorra, una desgracia!".

Conforme Laura la insultaba, la expresión de Estefanía se volvía cada vez más fría.

Esa mujer, su madre, realmente no era alguien buena, sólo buscaba su propio placer y hasta fue capaz de abandonar a su propia hija. En eso, Estefanía no pudo defenderse.

Se quedó en silencio unos segundos, luego levantó la mirada hacia Antonio y dijo en voz baja: "Ya dije que no fui yo quien la rompió".

"Acabo de subir hace cinco minutos, sólo atendí una llamada. Quizás la pulsera ya estaba rota".

"¡Yo la saqué anoche para limpiarla! ¡Estaba perfecta!". Fabiola se apresuró a decir.

Estefanía volteó la mirada hacia Fabiola y se quedó callada por un momento.

Fabiola parecía ser buena y bastante sensata, pero Estefanía se dio cuenta desde chiquita que eso no era así para nada.

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