Héroe Retrasado romance Capítulo 24

De vuelta en la agencia BMW.

Lin Yuzhen se mordió los labios. Era difícil describir la expresión que tenía al mirar a Jiang Ning.

-Ya fue suficiente. -Ella quería irse-. El auto costó quinientos mil. Deja de tirar el dinero.

Jiang Ning la arrastró dentro de la agencia. Las vendedoras lo reconocieron en cuanto entró. Era el tipo ricachón que había ido hace dos días. Seguramente había venido para que le colocaran la placa permanente. Se arrepintieron mucho de haber perdido esa venta. Por suerte, fue sólo una, así que podían aceptar esa derrota.

—¿Señor Jiang? —La vendedora de hace dos días los vio entrar y se aproximó con rapidez—. ¿Vino a que le coloquemos la placa? Acaba de llegar.

Ni siquiera había tenido tiempo de avisarles.

—Ah, no, ya no necesitamos esa placa —respondió Jiang

Ning.

La vendedora se quedó helada. ¿A qué se refería? Al ver la expresión de arrepentimiento de Lin Yuzhen, la vendedora pensó: «¿Será que van a devolver el auto?».

Las otras vendedoras supusieron lo mismo cuando escucharon a Jiang Ning. Tenía sentido porque había comprado un auto de casi quinientos mil dólares sin siquiera hacer una prueba de manejo. Claro, lo hacía verse genial, pero había mucha gente que se daba cuenta de que no les alcanzaba para mantener el auto. Jiang Ning debió haberse avergonzado. Y todas las vendedoras creían que era rico. ¿Devolver el auto? No era cosa fácil. Quizás hasta había venido a causar líos en la agencia.

—Este auto, quiero otro igual. —Jiang Ning apuntó al auto de muestra—. El mismo, quiero otro.

—¿Qué dijo?

La vendedora quedó aturdida y creyó que había escuchado mal. ¿Otro?

—Otro. El que compré está todo chocado. —Jiang Ning sacó su tarjeta y se la dio a la vendedora—. Apresúrese y déjelo listo, quiero volver pronto a casa para comer lo que cocine mamá.

La chica por fin logró reaccionar. Jiang Ning de verdad había venido a comprar otro auto y ella tenía el rostro sonrojado de la emoción. Cualquiera que la viera en ese momento habría pensado que estaba agitada por hacer ejercicio.

-¡Entendido! Lo procesaré ahora mismo.

La vendedora estaba tan emocionada que casi se le salían las lágrimas. Apenas habían pasado unos días y se compró otro auto. ¡Se estaba ganando una fortuna! Las otras vendedoras se atragantaron mientras miraban con envidia. Querían llorar pero no podían. No podían ni vender dos autos por mes, pero esta novata había vendido dos seguidos, y a la misma persona. ¡Dos autos eran un millón de dólares! ¿Acaso todos los ricos estaban así de locos hoy en día?

-Jiang Ning, si desperdicias el dinero así, mi mamá no estará contenta -comentó Lin Yuzhen en vano.

Sabía que Jiang Ning era rico, pero se sentía mal cuando lo veía gastarse el dinero de esa manera.

—No te preocupes, yo sé lidiar con ella -le respondió él—. Te prometo que no se enojará.

En unos instantes, todo había quedado listo. La vendedora lo hizo aún más rápido esta vez.

-Señor Jiang, su tarjeta.

Le devolvió la tarjeta negra especial. La vez anterior, había investigado en su casa y descubrió el mínimo requerido para tener esa tarjeta. Casi se desmayó cuando vio la cantidad.

-Me temo que tendrá que esperar dos días para que esté la placa de este auto. La tendré lista lo más pronto que pueda.

-Está bien.

Jiang Ning no quería perder más tiempo hablando. Le quitó las llaves y se volteó para irse.

-¿Qué hacemos con el auto viejo? —Lin Yuzhen preguntó entonces.

Apenas tenía dos días pero ya era el auto viejo.

-Ya no lo quiero.

Cuando escuchó esa respuesta, Lin Yuzhen sintió ganas de ahorcarlo. ¡Este despilfarrador! Había comprado el auto hace dos días y ya no lo quería nada más porque sí.

-¡No! -Ella infló las mejillas y dijo-: No puedes hacer lo que te da la gana todo el tiempo. -Luego miró a la vendedora-. Lo dejaremos aquí para que lo reparen, ¿de acuerdo?

—Claro, es nuestro trabajo. Yo me encargaré de todo, no se preocupe —respondió la vendedora con mucho entusiasmo.

-Lo que diga mi esposa.

Por supuesto que Jiang Ning no se opuso.

-Señora Jiang, qué suerte tiene de tener un maravilloso esposo que le hace caso -agregó la vendedora con gentileza.

Lin Yuzhen se ruborizó y le lanzó una mirada a Jiang Ning. ¡Cómo se atrevía a llamarla su esposa en público! Ella aún no lo había aceptado.

Jiang Ning y Lin Yuzhen se fueron en el auto nuevo. Afuera de la agencia, las vendedoras miraban el pobre auto nuevo que estaba todo destrozado y sintieron una punzada de dolor en el pecho. Era un auto que quizás nunca podrían comprar en su vida, pero había gente que tenía suficiente dinero como para tratarlo como un juguete.

-¿Creen que vuelva en unos días a comprar otro?

—¿Cómo? ¿Cuando se le llene el cenicero?

—Ya basta, chicas, ¡mi corazoncito no puede soportarlo!

Lin Wen y Su Mei los vieron llegar a casa en el auto nuevecito. Fue una sorpresa que Su Mei no dijera ni pío, mientras que Lin Wen le echó un vistazo y quiso decir algo, pero al final no lo hizo.

-¿Qué hay para comer, mamá? -Jiang Ning sonrió-. He estado ocupado toda la mañana y tengo tanta hambre.

Lin Yuzhen gruñó para sus adentros: «Qué tontería, yo soy quien estuvo ocupada toda la mañana. Tú hasta te comiste dos palitos de pan frito».

-Sólo unos platillos caseros, pruébalos —Su Mei sonrió—. Lávense las manos y vengan a comer.

Todos se sentaron a la mesa. Su Mei sacó la tarjeta que Xue Xing le había dado en la mañana y la puso sobre la mesa.

—El director del Banco de Donghai vino. Me dio cinco millones para compensarme. —Naturalmente, Su Mei no se atrevía a aceptarlos-. No supe cómo rechazarlos. ¿Cómo lidiamos con esto, Yuzhen?

Definitivamente tenían que devolver ese dinero. Era una cantidad tan grande que sólo de tener la tarjeta se ponía nerviosa.

—Claro que los vamos a aceptar. —Lin Yuzhen ni siquiera había abierto la boca cuando Jiang Ning habló—. Cinco millones, eso es perdonarlos por muy poco —se mofó—. Sus empleados abofetearon a mi mamá. Si hubiera sido yo, los haría pagarme al menos cinco mil millones o me aseguraría de que el banco cayera en bancarrota.

Lin Yuzhen se impactó tanto que casi suelta sus palillos cuando oyó eso.

—Mamá, qué amable fuiste al perdonarlos tan fácilmente.

Jiang Ning no bromeaba. Si Su Mei no los hubiera perdonado, ni cinco millones, ni siquiera cincuenta mil millones podrían ayudarlos. Lo único que se necesitaba era una llamada de él para hacer que el Banco de Donghai colapsara en tres días.

Lin Wen siguió comiendo en silencio. Las cantidades de las que hablaba Jiang Ning eran demasiado grandes para decir algo. Lin Yuzhen miró a Jiang Ning con incredulidad. No sabía si estaba bromeando o si sólo presumía.

Solamente Su Mei sabía que Jiang Ning no bromeaba en lo absoluto.

Este chico. No podía creer lo mucho que la protegía. Sintió que aunque tuviera un hijo de verdad, su propio hijo biológico no la protegería tanto como él.

-Quédatelos, mamá, te lo mereces. -Jiang Ning notó que Su Mei seguía dudando y continuó-: Puedo garantizarte que si no los aceptas, a partir de mañana el director vendrá a rogarte todos los días.

¿Cómo se supone que vivirían así? Su Mei dudó de nuevo y luego miró a Lin Yuzhen.

-Si Jiang Ning lo dice, debes quedártelos, mamá. Te golpearon, así que deben compensarte.

Sin embargo, incluso Lin Yuzhen sentía que esto era demasiado. ¡Cinco millones! Aunque, por alguna razón, Jiang Ning no estaba satisfecho con esa cantidad.

-Bueno... entonces los guardaré. Cuando se presente una oportunidad, los devolveré.

-Mamá, sólo usa el dinero. Puedes comprar verduras o algo. 0 más carne. ¡Este guisado está delicioso!

Jiang Ning ya se había terminado un tazón de arroz y se pasó para servirse otro. De verdad se portaba como en casa y hacía lo que quería.

Mientras tanto, en un club privado de aguas termales.

Lin Qiang estaba bañándose con los ojos medio cerrados. Junto a él estaba un hombre corpulento y calvo, con el torso y los brazos llenos de tatuajes y con una mirada amenazadora.

-Hermano Hu, ¿cómo es que cada grupo que tienes es más inútil que el anterior? Ni siquiera pueden arreglar algo tan sencillo —se burló Lin Qiang—. He pagado dos millones y ¿este es el resultado?

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